Mi Soledad

Por: Francisco Parada Walsh*

No me asusta. En la medida que envejezco voy quedando solo. Pareciera que escribir en El Pinochini de América es un delito y leer una condena a muerte y es preferible alejarse de mi vida. Poco a poco puedo ver cómo amigos y conocidos desaparecen, saltan del barco cual ratas o quizá la rata soy yo. Como sea, eso no me preocupa, amo mi soledad, la amo y no necesito de ningún elogio hipócrita para ser quién soy, al contrario, entre más sola sea mi vida más me conoceré, más me disfrutaré, más me amaré. Siempre fui solitario, siempre, por ello no me atormenta que los conocidos se marchen, entiendo que nunca fueron mis amigos sino simples aves de paso.

Prefiero un diálogo sincero con mis perros mientras caminamos por bellos parajes que una aceptación falsa de mi persona, todos debemos seguir un camino, yo seguiré el mío; siempre he pensado que aun en la mazmorra más oscura serán mis pensamientos los que me harán libres, volar, soñar, creer y amar y aun, puedo en apariencia ser un hombre libre y vivir en una cárcel personal. Mi mente me permite romper los barrotes de la soledad, no necesito una sierra para cortarlos, basta solo pensar, solo pensar y soy libre y aun, esa soledad no la comparto con cualquiera, esa soledad es mía y solo mía y por eso la cuido, al final soy el celador de mi soledad y no ella de mí. Entender la conducta humana es complicado, nadie quiere parecer solitario cuando es el acto de amor más puro hacia uno mismo.

Recuerdo mis años en la universidad, primero me daba un chapuzón en el Colegio Médico, nadaba como tritón, mi ropa era un pants y zapatos deportivos , una camiseta sencilla y el cabello largo, así  llegaba a la universidad, ahora recuerdo que quizá me salía de las reglas sociales y evitaba ir a clases, estudiaba solo y con ahínco; por cosas del destino el estudiante más brillante que he conocido me invitó a estudiar con él, como dice el dicho: “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”, entendí que debía agradecer tal invitación, algunos lectores sabrán a quién me refiero, de repente él abandona sus estudios y se embarca en las franquicias americanas, quedé solo, esa soledad sí me dolió pues estar todos los días con hombres brillantes es un privilegio, un honor y en un santiamén quedé solo; nuevamente empiezo mi vida estudiantil, era un joven soñador y nunca dependí de nadie.

He pasado meses viviendo en la playa, completamente solo, quien quería llegar era bienvenido sino mi vida seguía, a tirar el anzuelo y a pescar sueños por horas; le tengo miedo a la soledad forzada pero no a la soledad buscada, esa soledad buscada es la que vivo, no estoy acá por obligación sino por pasión y eso hace una gran diferencia que se llama felicidad. Entiendo que el poder es el mayor afrodiaco del mundo, tengo tan poco poder que ni los gatos me obedecen pero debo seguir, cada paso es un futuro, cada línea es mi historia, cada dolor es una lección. Que los desconocidos y conocidos se alejen de mí no es problema, no, siempre he sido solitario, ni puedo expresarme peyorativamente de ellos;  todos cumplimos una misión.

Tristemente esos temores se heredan, y fecundan en sus hijos la indolencia y cobardía de ellos mismos, aun, los aliento a que corran despavoridos detrás de la nada porque al final, todos somos nada. De lo que somos responsables es de ser y hacer felices a otros;  la vida es breve, efímera y debemos estar atentos a pellizcarnos a cada segundo para entender que estamos vivos; sociedades de rutinas donde todo está trazado de una forma perfecta habitada por seres perfectos ¡nada más falso, nada! añoro estar cerca de las personas que amo, eso sí me molesta, me confunde porque poco a poco todos nos acercamos a la meta, unos más que otros pero de este mundo no saldré vivo y por ende, el poco tiempo que me queda es amar a mi prójimo en la medida que sea posible pues hay personas que no se dejan amar.

Disfrutar esta soledad, disfrutarla; como le dije a un amigo: “Vivo como rico pobre”, a lo que él me cuestionó  ¿Cómo es esa babosada?: Todos trabajamos para llegar a una edad donde nos podemos jubilar y gozar de una pensión, vivir tranquilos, felices comiendo perdices y la vida da sorpresas, demasiadas; me jubilé cuando nací, vivo del aire, hago fotosíntesis, la provisión divina no falta y de las pocas cosas que me arrepiento es no haber empezado a escribir siendo joven; lo hice un día pero mi padre, prolífico escritor truncó ese sueño; bueno, nunca es tarde para empezar, sea en la soledad buscada o en la soledad forzada; ya ni sé en cual vivo.

*Médico salvadoreño

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