Rechazamos la institucionalización del dogmatismo religioso promovido desde el Ejecutivo y exigimos el respeto al carácter laico del Estado salvadoreño

Para nadie es desconocido que en El Salvador los políticos y funcionarios públicos hacen uso constante de la invocación de las figuras religiosas y la fe para provocar simpatías, para sustentar el poder y “para adormecer ó alienar a quienes yacen en el conformismo” (Romero, 1977), valiéndose de la idiosincrasia religiosa de la población.

La gestión presidencial de Nayib Bukele se ha caracterizado por hacer uso constante del dogmatismo religioso para darle fuerza a su persona como “enviado”, “profeta” «instrumento de Dios» de la liberación política del pueblo salvadoreño, ser quien limpie al país de la corrupción y generar sobre su figura una especie de caudillismo avalado por Dios. Cuando en paralelo, se siguen reduciendo los espacios del ejercicio de democracia al coartar la libertad de prensa, al minimizar la actuación de las instancias autónomas que vigilan el ejercicio público, al cuestionar la contraloría ciudadana, al manipular y maquillar la realidad del país presentando informes que se alejan de lo que vive el pueblo, que es en su mayoría, población empobrecida y sin acceso a condiciones de vida digna; al darle fuerza al poder fáctico del militarismo, mientras la inseguridad crece con el número de desapariciones forzadas y el aumento de los feminicidios; al incrementarse el costo de la vida al igual que el desempleo sin que existan garantías para la protección de la población trabajadora ante la ineficiencia del Ministerio de Trabajo; al facilitar el apropiamiento de los recursos naturales, como el agua, en manos privadas; al hacer uso de los temas más sensibles para la población con el fin de desarrollar su marketing político y al ser poco transparente con el uso de los recursos del Estado y la deuda externa, sobre todo durante la cuarentena y la lucha contra el COVID-19.

Resulta contradictorio que en un país cuya legislación constitucional reconoce la Laicidad del Estado, se sigan estableciendo relaciones y acuerdos fuera del foco público para vincular la fe cristiana con el poder estatal: La presencia del Vaticano en el SICA, oficios religiosos en el Ejército y otras instancias del Estado, nombramiento de espacios públicos con figuras de santos y sobre todo en las actitudes y discursos de funcionariado público,  en especial la del presidente que por un lado invoca a Dios y por el otro incita a la ciudadanía al odio contra quien lo cuestiona: prensa, sociedad civil organizada, organizaciones feministas, organismos internacionales, otros países amigos y a sus gobernantes, quienes hacen un contundente llamado al respeto de la democracia.

Vivimos tiempos de graves manipulaciones en las cuales se manosea a Dios, se abusa de Jesús, del Santo Mártir Monseñor Romero y se instrumentaliza la religión.  Lamentablemente la tecnología aún no inventa un termómetro que nos diga el nivel de mentira y maldad de quienes mienten en nombre de la vida (Fernández, 2017).

Este mes conmemoramos el 28 de mayo “Día internacional de acción por la salud de las mujeres”, en un país donde las mujeres somos asesinadas, desaparecidas, embarazadas producto de la violencia sexual, sin acceso a educación integral en sexualidad, criminalizadas por aborto. Hemos presenciado cómo la Asamblea Legislativa engavetó propuestas de leyes y expedientes, entre las cuales, se encuentra la reforma al art. 133 del Código penal de despenalización del aborto. También la Ley de identidad de género y ley contra la discriminación. Como un grave retroceso a los derechos humanos y a las luchas históricas del movimiento feminista y el debilitamiento a la democracia en el país.

Por lo que las asociaciones abajo firmantes, demandamos categóricamente al Presidente de la República y a las instancias del Estado que:

  1. Garantice la vida, la salud y la despenalización del aborto en sus cuatro causales, que permita a las mujeres el acceso seguro, gratuito, legal y libre de sus derechos sexuales y reproductivos, mejorando así sus condiciones y proyecto de vida.
  2. Cese el uso profano de la figura de Dios y su mensaje para seguir justificando su autoritarismo y fomentando el discurso de odio que mantiene en conflicto a la población y de ataque hacia las personas que el presidente Bukele califica como opositoras.
  3. Cese a la vulneración de la laicidad del Estado y la democracia mediante el autoproclamarse “instrumento de Dios” con el fin de posicionar su imagen como el único avalado por una autoridad suprema para decidir sobre los poderes del Estado.
  4. Cese al uso de los poderes y la institucionalidad del Estado para amedrentar y perseguir el oficio periodístico y de defensoría de los derechos humanos.
  5. Cese a la invisibilización de las situaciones de violencia que viven las mujeres jóvenes y adultas, la comunidad LGBTIQ+ y las juventudes, sobre todo por la casi anulación del ejercicio contralor que debe tener ISDEMU ante la aplicación y vigencia de las dos leyes especiales a favor de las mujeres y grupos más vulnerados.
  6. Retome los principios éticos que deben regir a la administración de lo público, actúen conforme al principio de legalidad. El pueblo los eligió para brindar respuestas desde las funciones que establecen las leyes y no desde la manipulación de nuestras creencias religiosas y de las instancias del Estado.
  7. Reconozca el fracaso del Plan Control Territorial que lo único que ha hecho es darle fuerza al militarismo, justificar la adquisición de armamento y apoyar el abuso de poder; por lo que exigimos que fortalezca la labor de los municipios y permita la articulación territorial desde el fortalecimiento de la organización ciudadana con miras a resolver la agravante inseguridad del país.

Desde nuestra fe, al pueblo salvadoreño, le recordamos:

«También guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? De esta manera, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol podrido lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol podrido llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, se corta y se echa en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.» Mateo 7:15-20

Como personas creyentes en Cristo, no esperamos a Jesús físicamente en persona antes del Juicio Final, y no debemos confiar en quien se dice su emisario, trayendo un mensaje diferente y/o contradictorio al revelado durante su vida en la tierra: amar al prójimo como a uno/una mismo.

Por lo que les animamos a que mantengan un espíritu vigilante, porque aun en tiempos antiguos las comunidades de fe han mostrado su solidaridad con las víctimas de la tiranía, manifestando que es más grande el poder que surge de un compromiso con el pueblo sufriente y  manifiesta a Dios presente en el mundo.

¡La Biblia resalta siempre la espiritualidad de la participación solidaria de las mujeres en la lucha por la justicia; por eso creemos que otro mundo donde la iglesia sea inclusiva y la humanidad viva en igualdad es posible!

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