Mi Nombre es y quiero decir…

Mi nombre es Licenciada Concepción de Monroy, fui, soy y seré enfermera de Dios, trabajaba en el hospital Jorge Mazzini, y quiero decir que mi muerte se pudo evitar si hubiera recibido el equipo de bioseguridad indicado, lo que recibí fueron turnos extenuantes, indiferencia y lidiar con una improvisación total; mi familia está destrozada, junto a Yaneth, Julita, Mirna,  María Teresa y a los ángeles cuidaremos al personal de salud que sigue en la lucha y a nuestras familias ¡solo nosotras podemos hacerlo!

Mi nombre es Licenciada Yaneth del Carmen Rodríguez de Rodríguez, fui, soy y seré enfermera de Dios, trabajaba en el Hospital San Pedro y quiero decir que morí por la falta de empatía e indiferencia, agradezco la corte de honor que me hicieron mis compañeras y ¡Qué lindos y bellos los arreglos de rosas que lloraron a mi paso! cuando vine al Cielo, Jesús me dijo; ¡Te estoy esperando hija mía! Y qué palabras más bellas dice tu esposo de ti; “Sé que está en un lugar adecuado, está durmiendo, el alma y el espíritu está donde quien lo dio, a Dios le pertenece la vida y la muerte. Todos conocieron el modo de Yaneth una mujer dulce, yo estoy seguro que Dios me la tiene en un lugar adecuado esperando la segunda venida de Cristo”.

Mi nombre es Doctora Julia Elizabeth Hernández Chacón, laboré en la unidad médica de Santa Ana y según una esquela necrológica que el I.S.S.S. publica se lee lo siguiente: “heroína médica que ayudó a salvar vidas durante esta pandemia en la Unidad Médica de Santa Ana” y quiero decir, quiero gritar que no fui  ninguna heroína ni mártir, fui víctima de la nula solidaridad de un gobierno nulo, sencillamente no recibí el equipo adecuado de bioseguridad, ¡Dejen de llamarnos heroínas ni héroes, todos los que dimos la vida por nuestro pacientes fuimos sacrificados con horarios inaceptables, sin las condiciones laborales adecuadas; hasta el bono nos negaron. Mientras, el ministro de salud despilfarra más de diez  y ocho mil dólares en remodelar su oficina, él es el único responsable de mi muerte, prefiero estar con mi familia en la mayor pobreza a que me cataloguen con un apelativo que ofende pues dimos el todo y recibimos ¡la nada!

Mi nombre es Doctora Mirna García y quiero decir que mi muerte y la de tantos médicos, enfermeras, motoristas, personal administrativo  se pudieron haber evitado si realmente se entendiera lo que representa para un país pobre como El Salvador la muerte de un profesional, me preparé para servir al país pero la responsable de mi muerte es la indolencia y en menor escala el virus, soy médico salubrista, destacada consultora internacional especializada en el tema V.I.H. y trabajé en coordinación con el Programa Nacional de V.I.H./I.T.S. del MINSAL, pude dar más a mi país pero poco importa el personal de salud a un gobierno sin alma donde importa más la compra de un helicóptero que brindar la mejor protección al personal de salud; desde el Cielo junto a la señorita Monroy, Julita Yaneth y María Teresa vemos a nuestras familias destrozadas pero morí por dar lo mejor  a mi patria y ni por un momento dudo que volvería a estudiar medicina y a dar mi vida por mi prójimo.

Mi nombre es Doctora María Teresa Mencía Gómez y quiero decir que fui asesinada por un sistema perverso donde jamás se nos dio el respeto que toda persona merece,  prueba de ello es este párrafo de un memorándum que envía la sub directora de salud Dra. Celina Vásquez de Cáceres a las jefaturas de servicios clínicos y dependencias administrativas que dice: “Las personas catalogadas como contactos de pacientes COVID (+) que se encuentren asintomáticos no serán sujetos de incapacidad por su condición de nexo debiendo presentarse a ejercer sus labores con las medidas de bioseguridad  establecidas, en caso de iniciar síntomas deberá consultar  por cualquiera de las modalidades establecidas”, donde queda plasmado, queda escrito  que la vida del personal de salud no vale nada.

Mi nombre es Médico Interno  Doctor Juan Carlos del Cid Arévalo, soy estudiante de sexto año de medicina y quiero decir que todos mis sueños quedaron truncados, esto no debió pasar y exijo que protejan al personal de salud, fui víctima de la fatiga, turnos extenuantes,  falta del equipo de bioseguridad que todo personal de salud debe tener y de la indolencia de las autoridades que nos tiraron a una muerte segura, esto no tiene nombre pues El Salvador es el único país donde en diez días mueren más doctores en medicina y cirugía que delincuentes, algo inadmisible en una sociedad normal.

Mi nombre es Médico Interno Doctor Luis Ernesto Polanco, estaba tan cerca de alcanzar  mi sueño, desde niño quise ser  doctor en medicina y cirugía pero no pude realizarlo, no es justo que siendo un joven que debía dar mucho a mi país haya muerto víctima  más del desprecio de las autoridades que del virus, no se puede creer que importa más buscar una plaga de langostas mientras uno apenas respira, eso se llama ¡asesinato!

Mi nombre es Licenciado en Anestesiología Guillermo Rivera, y quiero decir,  gritar  y que el mundo escuche las palabras de mi amada hija Daniela: “El problema real y que nos enoja y nos indigna es la mala información que tenían de mi papá. Del hospital nunca recibimos una llamada para explicar cómo estaba mi papá. Que se pongan del lado de la familia que esperamos milagro o noticia buena o mala. Todo mundo estamos conscientes de dos llamadas por muerte o recuperación”, pero no fue así, llamaron a mi familia para decirle que tenía el alta, ellos estaban felices, me traían ropa para salir cambiado, pero no, se equivocaron de nombre y después de que mi familia preguntara qué pasaba les dijeron que todo fue un error, que yo había fallecido. Agradezco a todo San Vicente el cariño que me demostraron pero mi muerte se pudo evitar, sin embargo aquí hay algo que nunca entenderé pues el personal de salud solo cumple con su trabajo, amamos nuestra profesión sin embargo más parecemos enemigos que hermanos.

Mi nombre es Doctor José Eduardo Vásquez, estudié  más de diez años; fui, soy y seré internista, agradezco todos los comentarios hacia mi persona, sin embargo el dolor que me embarga es que mi familia queda en una situación difícil, no es fácil morir y ver desde el Cielo el dolor que significó mi partida, di lo mejor de mí a mis pacientes, a mis alumnos y lo volvería a hacer y quiero decir que mi muerte se pudo evitar si todos hubiésemos recibido el equipo de bioseguridad que se necesita, sin embargo a nadie parece importar, solo recuerdo a un funcionario que no funciona que dijo que bastaba con hacerle hoyos a las bolsas negras para basura  y ya se tenía un traje de bioseguridad  y con eso se evitaba el contagio ¡Una burla, una ofensa cargada de la más supina ignorancia! tan irresponsables esas declaraciones como fue la falta de coordinación, todo es una improvisación.

Mi nombre es doctor Carlos Hernández Lazo, soy pediatra, estudié once años, extraño a mis alumnos de la Licenciatura en Salud Materno Infantil de la Universidad Nacional pero más extraño a mi familia, quiero decir que detengan este genocidio, no podemos ser indiferentes ante la muerte del personal de salud, ¡Ni un muerto más del personal de salud! Aunque dudo que eso suceda,  un estado que ve en el hacedor del bien a un enemigo solo dice lo enfermo que está.

Mi nombre es Doctor Salvador Antonio Huiza, fui director del hospital Primero de Mayo, laboraba en la clínica comunal de San Miguelito, quiero decir que agradezco todo lo que hicieron mis colegas por salvarme, ¡Son Héroes!, lamentablemente mi muerte se pudo evitar, en mi vasta experiencia  nunca vi tanta falta de empatía hacia el personal de salud y por lo que vemos desde el Cielo no hay señales de que esta masacre del personal de salud termine.

Mi nombre es Dr. Jorge Alberto Cañas, y quiero decir que mi prematura muerte se pudo evitar,  ¡tenía más que dar! Mucho conocimiento y experiencia a mi país, sin embargo agradezco la valla de honor que me hicieron, globos que alegran el cielo fueron lanzados a mi paso, ¡los ángeles juegan con ellos! gracias a todo el personal de salud por su amorosa despedida.

Mi nombre es Doctor William Serrano, laboraba en la clínica parroquial de Santa Marta, Apopa y quiero decir que mi muerte es producto de la indiferencia de un gobierno que tuvo tres meses para preparar y entrenar al personal de salud, sin embargo todo se limitó a campañas de miedo y terror más que de educación. Mentir, mentir y mentir es cavar, cavar y cavar nuestras tumbas cuando el ministro de salud en conferencia de prensa  “desmintió” que el personal de salud comprara el equipo de bioseguridad, cuando todos sabemos que a colegas les dieron mascarillas  de hule de zapato que le quemaron la cara a mis hermanos colegas.

Mi nombre es Doctor Francisco Burgos y quiero decir que a pesar de esta tragedia que enluta al gremio médico siempre seremos vencedores, los médicos no morimos, solo servimos.

Mi nombre es Doctor Carlos Salamanca y quiero decir al mundo que detengan este genocidio, todo el personal de salud hemos ofrendado nuestra vida a la humanidad y lo volveríamos a hacer, sin embargo esto que nos han hecho no tiene nombre, no somos los enemigos de un sistema, somos los que los curamos, cuidamos y sanamos a nuestros hermanos.

Mi nombre es Doctor Ricardo Martínez, fui profesor en el área de medicina interna  del Hospital Rosales y de la Universidad Nacional y quiero decir: Gracias a mis colegas, a mis pacientes por sus muestras de cariño, por tan bellas palabras: ¡Que sentida pérdida, gran maestro y ejemplo de humildad. Un excelente médico, muy considerado con sus pacientes y buena persona.

Mi nombre es Francisco Parada Walsh, el último de los últimos y grito al mundo que detengan esta masacre, todo el personal de salud es importante en una sociedad sana, sin embargo prevalece la mentira, la incapacidad, la indolencia y la corrupción ante  la muerte de mis hermanos. Pueda ser que en días o semanas mi nombre aparezca en esta lista y me habré marchado en paz, luché por que las muertes de mis amigos no queden en el olvido, en el país del ayer todo se olvida, en ese anonimato perpetuo donde ver, oír y callar es la regla. Quince hermanos fallecidos en quince días, quince hermanos que estudiaron mínimo cinco años hasta diez años o más; significa 105 años de estudio, cientos de libros leídos, y si agregamos por poco una experiencia de 15 años por  cada hermano tenemos 215 años de servicio a El Salvador de qué, 320 años no se borran, no se olvidan, no se desprecian, no se matan. Habrá un año triste en los anales de la medicina salvadoreña  donde la promoción 2020 fue aniquilada, fotos con rostros de maravillosos profesionales donde podremos ver reflejado la bajeza humana. Cuando dentro de cincuenta años un estudiante de medicina pregunte  cuando vea una foto del personal de salud no con trajes oscuros sino con alas, se le debe responder: “Ellos fueron víctimas del genocidio contra el personal de salud”. A pesar del sub registro de datos, cada personal de salud desde el cargo más sencillo hasta el sub especialista más preparado son mis hermanos, pido disculpas si no aparece un nombre, ese nombre representa al mundo, al dolor universal. Mi nombre es Dra. Wendy Ortega. Mi nombre es licenciada Jennifer Quezada. Mi nombre es Enfermera Lupita, trabaje en la Primero de Mayo. Mi nombre es Doctor Ramos Torres. Mi nombre es Doctor Francisco Serpas. Mi nombre es Doctor Herson Saravia. Mi nombre es Doctor Jeremías Ramos. Mi nombre es Doctor Sergio Coto. Mi nombre es Doctor Roberto Romualdo. Mi nombre es Doctor  Mi nombre es Doctor Pedro Alfredo Calderón Moran. Mi nombre es Doctor José Arnulfo Herrera. Mi nombre es Dr. Roberto Selva, mi nombre es Dr. Fredy Majano, mi nombre es Douglas Jarquín, mi nombre es Dr. Heriberto de Jesús Martínez, mi nombre es Dr. Jaime Castro Morán, mi nombre es Dr. Luis Bustillo, mi nombre es Dr. Benjamín Valdez, mi nombre es Dr. Carlos Tobar, mi nombre es Dr. José Mancilla, mi nombre es Dr. David Rivas, mi nombre es Dr. Eduardo Ramos, mi nombre es Dr. Douglas Aguilar, mi nombre es Dr. Balmore Cruz, mi nombre es Dr. Donato Aparicio, mi nombre es Dr. José Saldaña, mi nombre es Dr. Raúl Bonilla, mi nombre es Dr. Hugo Guillén, mi nombre es Dr. Del ejército celestial. No necesitamos helicóptero, tenemos alas…Mientras Jesús se acerca y observa a Concepción, Yaneth, Julia, Mirna y a María Teresa sentadas a la orilla de una nube secándose las lágrimas, no puede ocultar su tristeza; antes de llamar al Ejército de Dios, se limpia las lágrimas, trata de disimilar el llanto que lo estruja; empiezan a llegar, revolotean sus alas, se puede ver al Ejército de Dios con unas brillantes túnicas blancas, algunos con sus estetoscopios, todos toman asiento y es Jesús quien dirige el coro, les pregunta: ¿Qué canción cantaremos? Recuerden que es Jueves Santo;  todos asienten que será “El Pescador de Médicos” : “Tú has venido a la orilla, no has buscado, ni a sabios ni a ricos, tan solo  quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a  los ojos, sonriendo has dicho enfermera, médicos internos, anestesistas, médicos, personal de servicio,  en el hospital hemos dejado nuestra barca, junto a ti, buscaremos otros mares. Tú sabes bien lo que tengo, en mi hospital no hay oro ni espadas, tan solo amor a mí paciente y mi trabajo…” Colegio Médico, ¿Dónde estás? Junta de Vigilancia de la Profesión Médica, ¿Dónde estás?

Por: Francisco Parada Walsh, médico salvadoreño

One thought on “Mi Nombre es y quiero decir…

  • el 16 agosto, 2020 a las 4:04 pm
    Permalink

    En las unidades de salud,en Ote.,los médicos atienden a los pacientes sospechosos,en salas sin sanitizar y con equipo reciclado,totalmente expuestos al virus…ESTAN SUICIDANDO LOS MÉDICOS,HAGAN ALGO,LOS DIRECTORES DE ESTAS UNIDADES NI SIQUIERA SUPERVISAN …ESTE ES UN S O S…La solución del Gbno. es llamarlos HÉROES…Los médicos estan por renunciar;porque estan exponiendo sus viads al extremo…

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: