¿Qué significa jubilarse en El Salvador?

(Por: William D. Martínez)

Diciembre 2019, último día de trabajo. Me jubilo como lo hacen miles de salvadoreños, con más de treinta años de servicio, sesenta años de calamidades y con la modorra sobre la espalda. Lo que a continuación escribo no es un cuento de los que acostumbro a escribir ni lo he inventado ahora, es la cruda REALIDAD del país que nunca jamás debió haber sido país, y si alguien no cree así, a los hechos lo remito.

Garabateo todo tal cual sucedió y reto a cualquiera para que evidencie lo contrario, principalmente aquellos que de primera a primera descalifican a sus adversarios sin ningún argumento más que el rumor. Cierto, algunas veces me porté como un sujeto duro y fue por dos razones: por obligación al trabajo y, segundo, por una antinatural sobrevivencia cultural.

En fin, este panfleto va dedicado a los que trafican con el poder, la influencia, el dedismo, amiguismo, compadrazgo, nepotismo, a los que utilizan el puesto o su dinero para inducir a unos desechos de personas llamados ministros, diputados, gerentes, rectores, directores, asesores, coordinadores, sujetos que con oír llamarse jefes se sienten halagados y se transforman en residuos, como los que empiezan un gobierno de cinco años, pero que un día llegarán al final de esos días sin esperanza de conseguir un galardón con honores de humanista.

Al final, apestan con el abuso concedido de sus amos, pues no son más que capataces serviles, listos para ejecutar cualquier orden, calumnia y/o atentado contra el prójimo.

Estuve en la oficina hasta el último día y me despedí de quienes tenía que hacerlo. Por ahí dejo un pequeño aporte que algunos se encargarán inmediatamente de descalificar, claro, una vez no esté de frente, pero no me preocupa, otros, con gusto retomarán, o sino, al menos fingirán hacerlo.

No importa, lo que hice está hecho y lo que deshice está desecho. Me retiro con la convicción que el sistema (INPEP, AFP’s) nos jode y nos seguirá jodiendo como jodió a los abuelos, padres y continuará jodiendo a nuestros hijos, nietos, si no lo cambiamos de raíces. Es un sistema que jode sólo al trabajador pobre, al asalariado, al vendedor callejero, al pequeño comerciante.

Este sistema no se destruye, solamente se adapta a nuevas realidades y sigue ahí, quizás más fuerte que antes y nosotros cada vez más débil. Cuando se enferma inventan guerras y se inyectan la medicina que después el pueblo se queda pagando.

Cuando ven países progresistas cambiando las reglas del juego, caso Libia y Bolivia, que se desarrollan independientemente, acuden a golpes de estados con tal de que no existan alternativas populares en contra de los capitalistas.

La generación decapitada mentalmente, o sea, los jóvenes salvadoreños de hoy parecieran nacer inteligentes, pero no, son engañados fácilmente y no ven el futuro como algo que les pueda abordar desde ya, por lo que viven el presente fantaseando, delinquiendo o maldiciendo haber nacido en el peor de los tiempos.

Y es que la sociedad es cruel con ellos, los trae al mundo, los utiliza y una vez no le son útiles se deshace de ellos como porquería descompuesta. Ese es el sistema que alaban los capitalistas y millonarios, pero que hunde a la sociedad y a los pobres en miserias y enajenaciones.

Comienzo el otoño del patriarca con una paupérrima pensión que el INPEP me dio como si fuese una limosna que un mendigo espera con los ojos trabados en confusas contingencias. De aquí en adelante no trazaré futuro alguno, pues una pequeña cosa puede dar al traste con lo planificado y el desaire sea peor. Todavía tengo plena claridad de mis convicciones y no me quedaré con los brazos cruzados para oponerme a lo que crea injusto.

He vivido he luchado y pronto me voy a las montañas de Chalatenango a cuidar mi terrenito y meditar cómo sucedieron las cosas y como serán mañana, sabiendo de antemano que el mañana nadie lo conoce, ni Dios que se hace del ojo pacho cuando graves problemas afectan a ese montón de desgraciados malnacidos salvadoreños que creen en él, esos seres malparidos que viven regados por todo el mundo y que de lejos cualquier analfabeto mundano le reconoce donde quiera estén.

¿Y cómo se reconoce a un guanaco en el exterior? ¡Ah!, distinguir un salvadoreño en el exterior es fácil, Roque lo sintetiza muy bien en su Poema de amor, el cual, yo abuso sintetizándolo más, para no escribir el poema completo: somos ¨los comemierda¨. Sí, eso somos.

Ya el gringo trompudo lo revalidó cuando dijo que para ellos éramos un hoyo de mierda y no valemos más de $5.00, como si su peluquín de espantapájaros fuera hecho de ricitos de platino, el maje cagara en escusados de oro y su cuerpo, una vez fallezca no se podrirá.
Bueno, ¿qué tiene que ver lo escrito con jubilarse en El Salvador? ¡TODO!, pues somos un pueblo deshonrado, burlado, humillado, vilipendiado y sobre TODO traicionado, pero, ante TODO, somos millones y millones dispuestos a TODO, aunque las guerras las hayan ganado los mismos de siempre aún no estamos dispuestos a tirar la toalla.

Si arriba dije que he vivido he luchado, aquí lo sostengo, diciendo: sobreviví ayer y seguiré luchando hasta el último latido del corazón. El sistema hace oído sordo al clamor de los pensionados, sin embargo, los que sirven al sistema, los mismos empleados que se portan petulante ante la clase asalariada en las AFP e INPEP, son los mismos miserables que sólo sirven para lustrar zapatos, analfabetos mentales, idiotas que se venden por unos dólares más y que temprano o tarde maldecirán haber servido treinta años a los que también a ellos joderán.

Por eso se dice que TODO, pues aparte de unos pocos parias vendepatrias, la mayoría está consciente que la maldita limosna que dan estos malparidos pensionaros no alcanza para que el pueblo tenga un digno retiro.

En mi caso, la decisión está tomada y el aporte contra este infame sistema será a través de lo que escribo y lo gritaré a miles de hombres y mujeres que diariamente asientan en el parque Libertad, Barrios, Bolívar o Centenario.

Sé que serán oídas por unos y releídas por los que pasen por allí, aunque no les interese el tema, pero luego no pueden negar que jamás lo leyeron o escucharon. Los cambios radicales en una sociedad no todo el tiempo tienen que ser a través de la lucha armada.

El Salvador ya tuvo dicha oportunidad y ganó. ¡Vaya manera estúpida de desaprovecharla!, dejando servido en bandeja de plata al gobierno actual algo que por diez años tuvo: hacer todas aquellas transformaciones sociales que tanto anhelaba el pueblo y que fue el sustento que los llevó a hacer un gran partido.
Sin embargo, nunca se desprendieron de sus intereses personales, grupales e ideológico a su interior y chocaron con un sistema que no estaba dispuesto a darles más concepciones que las que hasta las elecciones del 2009 y luego 2014 habían conquistado.

El sistema se encargó de aprovechar los errores de conducción de esos dos gobiernos para debilitarlos y sacarlos poco a poco de la palestra política y, lo que no pudo hacer con las armas, lo hizo con las artimañas que viven con este dizque nuevo gobierno: pudrición mental, corrupción, nepotismo, es parte de lo mismo, lo que históricamente han hecho con tal de continuar con el modelo neoliberal y que el partido de izquierda no pudo, mejor dicho, no quiso confrontarles.

De mi parte, dejo este primer número acerca de una serie de artículos que llamaré “Trabazón 2020”, tratando de ser objetivo, acercándome a proponer alternativas a problemas que no se necesitan de tanques de pensamiento ni gran maestría para resolverlos, como es el caso de las pensiones, pues la única salida y para no darle tanta discusión es eliminar las AFP´s junto al INPEP y crear un nuevo sistema único de pensiones que realmente responda a la clase trabajadora, sin necesidad de instancias mediadoras que ya de por si están una enriquecida y la otra obsoleta.

Este sistema único de pensiones debe administrarse por personas seleccionadas por un staff de profesionales probos que no tengan ningún vínculo con el gobierno actual. ¡UTOPIA! Cierto, pero si no comenzamos a confiar en nosotros mismos y damos el primer paso no habrá nada que nos puede sacar de este hoyo de mierda al que nos tienen metido, no de hoy, sino desde hace mucho tiempo este sistema corrompido.

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