Elecciones en El Salvador, un análisis necesario

(Por: Dayron Roque Lazo)


El escenario que se representó luego de las elecciones municipales y legislativas del domingo 4 de marzo; cuyos resultados finales apuntaron a un retroceso notable del FMLN frente a su sempiterno rival, ARENA. Tan notable es el retroceso que, al confirmarse los guarismos preliminares del TSE, el número de diputados que alcanzó el FMLN ha sido similar a los que obtuvo hace casi veinticinco años cuando participaron por vez primera en estos comicios.

La Comisión Política del FMLN ha dicho que hizo una profunda reflexión sobre tales resultados; lo que implica pensar, de igual manera sobre sus causas.

En ello han incidido, además de los descritos arriba, otros factores. Los propios errores del gobierno en revelar el carácter distinto, superior, de su política social en relación con la política de ARENA. En los últimos años, por ejemplo, miles de niños y niñas han recibido un módulo escolar que va desde un vaso de leche hasta un par de zapatos; sin embargo, ello no se ha revertido en claridad de la intención política del gesto que no es, ni clientelista como fue la práctica habitual, ni paternalista como pretenden explicar otros; sino expresión de la visión de justicia social que alcance a todos.

Y no se trata solo de «revelar» el carácter distintivo de estas medidas, en algunos casos se trata de la posición «a la defensiva» que ha tenido el gobierno frente, por ejemplo, a acciones de la Sala de lo Constitucional, como ha sido el caso del SITRAMSS, un sistema de transporte popular que requería de la exclusividad en su carril para hacerlo viable, lo cual fue rechazado por la Sala.

Los dos períodos de gobierno del FMLN han significado también un desgaste —constantemente machacado por la prensa— en el ejercicio de un equilibrio difícil a lo interno y lo externo del país. El propio partido FMLN ha tenido que enfrentar, en lo interno y con proyecciones externas, las consecuencias del conflicto que vivió —en el último semestre de 2017— con el saliente alcalde de San Salvador, Nayib Bukele —quien había llegado a la silla edilicia en 2015 bajo la bandera rojiblanca—.

En términos estadísticos, no hay evidencia de que ARENA haya sumado, a pesar de esta victoria electoral, más votos que en las elecciones anteriores —de hecho, obtuvo unos 30 mil menos—; antes, el FMLN perdió una masa oscilante de votantes que con anterioridad le dieron el triunfo, pero que ahora siguieron las consignas de «votar nulo» como rechazo a su gestión —casi la mitad de su base electoral—.

Lo paradójico y trágico al mismo tiempo, es que esa estrategia ha terminado dándole la llave de la Asamblea Legislativa a ARENA, formación que ha previsto desmontar todo lo avanzado por el FMLN en casi nueve años de gestión.

Ello lleva a pensar en que un factor no menos importante es el de los movimientos populares y su relación con el FMLN y con el gobierno del FMLN. Ciertamente se trata de una relación que resultó inédita para unos y otros y que, con seguridad, tuvo alguna incidencia en los resultados electorales.

Los resultados de marzo en El Salvador —más allá de las particularidades propiamente salvadoreñas— se inscriben en la ola de derechización y conservatización de la sociedad latinoamericana y caribeña; aderezada con los golpes de puño donde ha sido necesario —Honduras, Brasil, Paraguay, por ejemplo— que ha llevado al poder ejecutivo a personajes de la calaña de Mauricio Macri, en Argentina; el ahora dimitido Pedro Pablo Kucinski, en Perú; Salvador Piñeira, en Chile —¡por segunda vez!, y por segunda vez tras la gestión insípida de Michelle Bachelet— o tener que decidir entre dos hombres de apellido Alvarado, en Costa Rica, semejantes entre sí, por algo más que la coincidencia nominal.

EMPUJAR EL TIEMPO

El panorama que se abre para el FMLN y el movimiento popular organizado, consciente y culto en El Salvador, es complicado.

En el último año de administración de Sánchez Cerén, la derecha —y su instrumento político fundamental, ARENA— ahora envalentonada, puede acudir a cualquier expediente jurídico leguleyo para sitiar más al gobierno y a los propios dirigentes del FMLN —el caso abierto contra uno de los comandantes históricos, José Luis Merino (Ramiro), es su mejor expresión—.

De igual manera, se verán amenazados los logros alcanzados en estos años de gestión efemelenista, ante los «imperativos» de la recuperación y la eficiencia económica —no es un dato menor que los dos principales precandidatos de la derecha arenera sean empresarios dueños de buena parte del país y que han martillado una y otra vez sobre el asunto, al tiempo que se presentan como modelos de éxito en la administración, algo, que dicen, le falta al gobierno del FMLN—.

El movimiento popular se encuentra, por su parte, en un momento en que debe repensar su papel y el contenido y las formas de su lucha, teniendo como claridad que ARENA representa no solo la oligarquía local e internacional, sino la más desembozada faz de la violencia política —uno de sus fundadores, Roberto D’Aubisson, ha sido señalado como el autor intelectual del asesinato de monseñor Romero; y su hijo,  alcalde en el municipio de Santa Tecla, le ha dedicado una tarja en un «paseo de ilustres» de ese poblado—. Si en la vecina Honduras, el asesinato, la desaparición y las amenazas contra dirigentes populares es una práctica —que se ha evitado en El Salvador—; con una derecha fortalecida, nada quita que no regresen los «escuadrones de la muerte».

La variable que introduce Nayib Bukele, de cara a las próximas elecciones presidenciales en 2019, es también un factor a considerar, desde la perspectiva que su discurso, aunque se dirige contra el «sistema de partidos», ataca de manera especial al FMLN y es una clara apuesta de la derecha por hacer retroceder al movimiento popular y colocar una figura «fresca», juvenil, pero en esencia con el mismo programa de restauración neoliberal.

Hace tres años y medio, el FMLN trazó una ruta crítica a seguir para llevar adelante su estrategia. Una vuelta a los resultados de aquellas jornadas podría ayudar a desentrañar los caminos que, ahora, parecerían torcidos.

El escenario salvadoreño actual —al que hay que estar atentos «con la absorta pupila de lo eterno»— nos dice que vivimos en un momento de reflujo; pero fue siempre el escenario de la derrota transitoria —que lo es tal, justamente por eso, porque se deja atrás y se remonta— el que dio paso a profundas reflexiones, nuevos cursos de acción y «con el tiempo a favor de los pequeños », nuevas victorias. La historia universal así lo recoge, la historia salvadora también lo demuestra.

Un comunista alemán, «maitro» de un comunista salvadoreño, escribió un día, con un optimismo contumaz que no admite la derrota ni como posibilidad, que si hubiese viento izaría una vela, y que si no hubiese vela haría una de palos y de lonas.

La victoria del movimiento popular y del FMLN en El Salvador comienza por rehacer una vela de palos y de lonas.

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