La resacralización del campo político-religioso mexicano. Las elecciones de 2018

Elio Masferrer Kan


Algunas consideraciones preliminares

El peor error de ciertos analistas es mantener los referentes de centro, derecha e izquierda surgidos de la Revolución Francesa (1789) para tratar de entender las correlaciones de fuerzas políticas del siglo XXI. Lo mismo sucede con los conceptos de liberales y conservadores construidos en el siglo XIX y las contradicciones Este-Oeste propios de la Guerra Fría, que terminaron con la Caída del Muro de Berlín en 1989 y la descomposición de la ex-Unión Soviética. Del mismo modo los conceptos norteamericanos de dividir las iglesias, sacerdotes y pastores entre conservadores y liberales, según estén de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo o con la interrupción del embarazo no operan en América Latina. Para entender el campo político religioso es imprescindible comprender las diferentes propuestas teológicas. Un elemento que distorsiona el campo es la acción de ciertas organizaciones no gubernamentales que deben operar dichos conceptos “en paquete” o como “prioridad” presionados por las fuentes de financiamiento.

La conceptualización de progresista, liberal, conservador derecha e izquierda, en muchos casos son conceptos eurocéntricos y debemos definirlos “desde el Sur”. De lo contrario pondríamos al obispo Samuel Ruiz García a la “derecha”, como conservador pues se oponía al aborto y el presidente Peña Nieto a la “izquierda”. Como liberal pues propuso llevar a rango constitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo.

El contexto inmediato

Las elecciones del 2018 se realizarán en un contexto novedoso en el campo político-religioso mexicano, por primera vez no está definido quién ganará las elecciones y tanto la Iglesia Católica como las principales formaciones e iglesias cristianas no le apuestan al PRI. Definiéndose una escisión significativa entre el liderazgo y lo que sus bases piensan hacer en el proceso político electoral. De alguna manera presenciamos un nuevo alineamiento de fuerzas y las organizaciones religiosas resienten está situación. Se mueven con extrema cautela, temerosas de tomar decisiones que luego puedan revertirse contra las mismas.

Lo más notable es una reformulación de las fuerzas que tradicionalmente operaban y operan en este contexto. En el campo católico la ruptura definitiva con el Partido Acción Nacional es notoria y transparente. Las alianzas con el PRI son cada vez más evidentes, en un proceso que se inició en 1974 con la histórica visita de Luis Echeverría Álvarez, quien estando “como turista” en el Vaticano se entrevistó con el Papa Paulo VI. En 1979, ya con López Portillo, con el viaje de Juan Pablo II escoltado por Marcial Maciel en el vuelo que lo traía de Roma, se consolidó con la inteligente mediación de Girolamo Prigione una simbiosis evidente. Retomando al teórico constitucionalista F. Lasalle (2007) la constitución fue modificada de hecho y esperaríamos a 1992 para el cambio formal.

El Estado rompió su alianza con los protestantes acusándolos de extranjerizantes y agentes de una potencia extranjera, los Estados Unidos. Simultáneamente México pasaba a definirse como un país históricamente católico y guadalupano, a la vez que se rompía el Convenio con el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), aterrizaba Juan Pablo II con todos los honores, desconociendo el orden constitucional, cuyo broche de oro sería una misa en Los Pinos oficiada por el Papa.

La disminución de los católicos del 96% en el Censo de 1970 al 92% en 1980 y la duplicación de la presencia evangélica en México se convertiría en un problema de “seguridad nacional”. El Estado financió al CIESAS la investigación sobre Sectas en el Sureste “alarmado” por el crecimiento de los evangélicos, se suponía que México debía seguir siendo católico para no perder “su esencia nacional”

La reformulación de la Jerarquía Católica

Lenta e inexorablemente los obispos fueron jubilados y sustituidos por sacerdotes más proclives a alianzas con el PRI, a la vez que eran totalmente deslegitimados los obispos de teología de la liberación, mientras que, con más discreción, se iba desautorizando a los obispos panistas, encabezados por el cardenal Ernesto Corripio Ahumada. Ciertos analistas del sistema los denominarían la Línea mexicana, mientras que la Línea vaticana o el Club de Roma serían quienes consolidaban un grupo de obispos que apoyaban al PRI, en esta perspectiva. El toque de atención y la definición más clara sería la designación como Arzobispo Primado de México de un oscuro obispo que estaba al frente de una diócesis de poca importancia: el ahora jubilado Norberto Rivera Carrera.

Los golpes a la Teología de la Liberación Latinoamericana serían más evidentes, cierre del Seminario Regional del Sureste (SERESURE) y clausura del Instituto Teológico de Estudios Superiores (ITES), más la prohibición a los jesuitas de aceptar alumnos que no fueran de la Compañía en el Centro de Reflexión Teológica (CRT).

La reformulación de la Iglesia y su articulación con el Poder generó un fuerte faccionalismo interno. La Teología de la Liberación, la Teología India, la Pastoral Juvenil y corrientes progresistas de los religiosos y religiosas tomaron distancia de la Jerarquía diocesana, se insertaron en movimientos de la sociedad civil, desarrollando sus propias tendencias, teniendo en muchos casos como referencia al PRD y luego a Morena. Fueron donde consideran que tienen más posibilidades de desarrollo de sus propuestas programáticas.

El mundo evangélico, histórico y pentecostal

El mundo evangélico se divide entre los históricos y los pentecostales. Los históricos se caracterizan por tener influencias pietistas y evitar en muchos casos una participación activa en la vida política nacional, su liderazgo ha tenido históricamente alianzas con el PRI aunque dicha relación se “ha enfriado” como resultado de las alianzas del mismo con la Jerarquía Católica.

Por su parte, los pentecostales se dividen en clásicos y “neos”. Los pentecostales clásicos están habitualmente en zonas pobres, pauperizadas o de clases medias bajas. Tienen además un fuerte perfil apocalíptico. Este perfil apocalíptico los llevó a desarrollar propuestas anti-intelectualistas, por la inminencia del “fin del mundo”. Aunque la “larga espera” ha generado cambios, particularmente en los jóvenes que evolucionaron a posiciones transdenominacionales y vinculadas a la creación de una subcultura cristiana. Estos jóvenes desarrollaron estrategias de comunicación por redes sociales y son sumamente críticos de las alianzas del liderazgo evangélico. Para un sector de los evangélicos el General Cárdenas fue quien abrió al país al trabajo de los misioneros evangélicos, tomó medidas antialcohólicas y moralizantes, su hijo Cuauhtemoc cuando fue gobernador de Michoacán impulsó medidas similares.

La resacralización del campo político religioso

Existe en la sociedad mexicana la noción de la necesidad de un cambio de época, una reformulación de la sociedad y la política en función de la construcción de un futuro de paz y tranquilidad, necesaria ante la percepción social de un caos generalizado, un caos que rebasa los niveles empíricos y remite a la búsqueda de un nuevo orden de cosas.

Esta situación, que no es exclusiva de los cristianos, está generando las expectativas en la reconstrucción social, moral y política que resolvería una crisis generalizada en la estructura del sistema. Esto implica lecturas mesiánicas y de salvación nacional, promoviendo en amplios sectores la búsqueda de propuestas que resuelvan el “fondo de la cuestión”. En esta perspectiva se configura el apoyo de amplios sectores del mundo evangélico y de los creyentes a las propuestas de AMLO, quien dio ejemplos de austeridad y buenas costumbres.

Llegaba a las 6 de la mañana a la oficina del gobierno capitalino, en un modesto Tsuru, se redujo el sueldo, nunca le pudieron comprobar actos de corrupción y habiendo enviudado volvió a casarse, sin que le adjudiquen escándalos de faldas, “hombre de una sola mujer” (1Timoteo 3:2). Tiene algo importante e invaluable que ofrecer y que llega a las masas, no son despensas ni tarjetas, es la certeza de un testimonio personal.

(Fragmentos)

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