“Nunca hay que juzgar a los demás. Pidamos la gracia de la vergüenza”

El Papa en Santa Marta invitó a no convertirse en jueces de los hermanos, sino a pedir saberse reconocer pecadores necesitados de misericordia.

La vergüenza por los propios pecados es una gracia que hay que pedir a Dios. Porque quien se avergüenza no se erige en juez de los demás y está consciente de la propia pequeñez y poquedad. No se enorgullece y no juzga a los hermanos. El Papa Francisco en la homilía de la Misa matutina de Santa Marta, concelebrada con los cardenales del C9 que le ayudan en la reforma de la Curia y en el gobierno de la Iglesia universal, comentó el pasaje evangélico de Lucas (6, 36-38) en el que aparecen estas palabras de Jesús: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».

«En las reuniones que nosotros tenemos, un almuerzo, sea lo que sea –comentó Francisco– pensemos que dure dos horas: de esas dos horas, ¿cuántos minutos se gastaron para juzgar a los demás? Este es el “no”. Y, ¿cuál es el “sí”? Sean misericordiosos Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso. Aún más: sean generosos. Den y se les dará. La abundancia de la generosidad del Señor, cuando nosotros estemos llenos de la abundancia de nuestra misericordia al no juzgar».

El Evangelio invita a ser misericordiosos con los demás porque de la misma manera el Señor lo será con nosotros. Para ser misericordiosos hay que haber sido «misericordiados» y reconocerse necesitados de misericordia. «Y nosotros sabemos que la justicia de Dios es misericordia. Pero hay que decirlo: “A Ti te conviene la justicia; a nosotros, la vergüenza”. Y cuando se encuentran la justicia de Dios y nuestra vergüenza, allí está el perdón. ¿Creo que he pecado contra el Señor? ¿Creo que el Señor es justo? ¿Creo que es misericordioso? ¿Me avergüenzo frente a Dios de ser pecador? Así de simple: a Ti la justicia, a mí la vergüenza. Y pedir la gracia de la vergüenza».

La vergüenza, sentir vergüenza por las propias faltas, es pues una verdadera gracia, porque nos hace pequeños, nos hace pedir el perdón, nos hace objeto de misericordia infinita. El Papa en la homilía recordó que en su lengua materna los que hacen el mal son definidos como “desvergonzados”, e insistió en su invitación de pedir la gracia: «que nunca me falte la vergüenza frente a Dios. Es una gran gracia, la vergüenza. Así recordamos: la actitud hacia el prójimo, recordar que con la medida con la que yo juzgo seré juzgado; no debo juzgar. La actitud frente a Dios, este diálogo esencial: “A Ti la justicia, a mí la vergüenza”».

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