De Venezuela a Jerusalén, el clamor del Papa por la paz en el mundo

En su bendición de Navidad, Francisco pidió reconocer al niño de Belén en los rostros de todos los pequeños para quienes hoy “no hay sitio en la posada”, como le ocurrió a Jesús”

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
 Un mundo “azotado por vientos de guerra” y por un “modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental”. Francisco saludó la Navidad repasando los principales conflictos del planeta. De Jerusalén y a Venezuela. De Siria a Iraq. Clamó paz para varios países de África, para la península coreana y para Ucrania. Alzó la voz por los niños de infancia robada, trabajadores a temprana edad y soldados. Por las víctimas de trata de personas. Y exhortó: “Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén”.

“Vemos a Jesús en los niños de Oriente Medio, que siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos. En este día de fiesta, invoquemos al señor pidiendo la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa; recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada, que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional”, dijo, hablando en italiano.

Instó a sostener el esfuerzo de todos aquellos miembros de la comunidad internacional que, movidos por la buena voluntad, desean ayudar a esa “tierra martirizada” a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo.

Imploró por los niños sirios, marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años y deseó que esa “amada” nación pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca.

“Vemos a Jesús en los niños de Iraq, que todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años, y en los niños de Yemen, donde existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades”, siguió.

Llamó a ver a Jesús en los niños de África, especialmente en los que sufren en Sudán del Sur, en Somalia, en Burundi, en la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana y en Nigeria; así como en todos los pequeños de aquellas zonas del mundo donde la paz y la seguridad se ven amenazadas por el peligro de las tensiones y de los nuevos conflictos.

Pidió rezar para que en la península coreana se superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo. Y confió a Venezuela al niño Jesús, para que allí se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales “por el bien de todo el querido pueblo venezolano”. Aseguró ver a Jesús en los niños que, junto con sus familias, sufren la violencia del conflicto en Ucrania, y sus “graves repercusiones humanitarias”, y invocó a Dios para que “conceda la paz a ese querido país”.

Más adelante se refirió a los infantes cuyos padres no tienen trabajo y, con gran esfuerzo, intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico. Denunció a aquellos cuya “infancia fue robada”, porque han sido obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos.

“Vemos a Jesús en tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas. En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia”, aseguró.

Recordó su reciente viaje a Myanmar y Bangladesh, deseando que la comunidad internacional no deje de trabajar para que se tutele adecuadamente la dignidad de las minorías que habitan en esa región. Porque “Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza”, urgió a que los corazones de todos no estén cerrados como las casas de Belén.

“Como la Virgen María y san José, y los pastores de Belén, acojamos en el niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana”, añadió.

Tras su discurso, el Papa rezó con la multitud la oración mariana del Angelus y ofreció su bendición “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo) con indulgencia plenaria válida también para todos aquellos que la siguieron a través de la radio, la televisión y los diversos medios. Luego dirigió su “cordial felicitación” a quienes llegaron hasta la plaza de todas partes del mundo. Y concluyó: “Que el nacimiento de Cristo salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza. ¡Feliz Navidad”.

 

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