¿Por qué América Latina debería de invertir en la salud mental?

Las enfermedades mentales ocupan el 19% de inhabilitaciones en salud de América Latina, mientras que el presupuesto promedio que los países de la región destinan para atender la problemática es únicamente del 3%, dijo a Sputnik la directora de la Facultad de Psicología de la UNAM, María Elena Medina-Mora.

A principios de junio, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) presentó el informe titulado Una nueva agenda para la salud mental en las Américas (NASMA). El documento —que incluye 10 recomendaciones para que las autoridades de alto nivel en la región garanticen el acceso a los servicios de salud mental— es un diagnóstico de las repercusiones que la pandemia de COVID-19 tuvo en este rubro.

“El impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental en nuestra región no tiene precedentes (…) La prevalencia de los problemas de salud mental aumentó considerablemente, en especial en las personas en situación de vulnerabilidad”, asevera el estudio.

La NASMA, en ese sentido, “servirá como herramienta operativa y de orientación para los jefes de dependencias gubernamentales del sector salud, la educación, la economía, el bienestar social, el desarrollo, la justicia, el trabajo y empleo, así como para los legisladores locales y los responsables de las políticas en todos los niveles del Gobierno”.

El presupuesto para atender la salud mental no es suficiente

La doctora en Psicología social por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), María Elena Medina-Mora, quien formó parte de la Comisión de Alto Nivel sobre Salud Mental y COVID-19 encargada de elaborar el informe, quien explicó que la NASMA da cuenta de que la atención a la enfermedad mental en la región está muy por debajo de lo que amerita por la magnitud del problema.

Cuestionada sobre las condiciones que hicieron posible la situación actual de la salud mental en América Latina, Medina-Mora detalló que el fenómeno es antiguo y se remonta a la forma de entender y abordar este tipo de padecimientos. Es decir, el presupuesto que los países de la región destinaban a este ámbito, aseguró, tenía como base el concepto de mortalidad. No obstante, cuando se trata de salud mental, la mayor carga se sostiene sobre los días vividos sin salud.

Lo anterior, añadió la experta, hizo que la inversión para atender los padecimientos de salud mental fuera muy baja, hasta que “se modificó el concepto de solo entender la mortalidad [y se comenzó] a ver la carga global de enfermedad”. Dicha carga, precisó la psicóloga, está conformada por dos indicadores, a saber, la mortalidad prematura y los días vividos sin salud.

“En el caso de la enfermedad mental, si bien hay mortalidad, la carga mayor viene por los días vividos sin salud, de tal manera que una persona que puede desarrollar una psicosis grave va a morir con la enfermedad y no necesariamente de la enfermedad”, explicó la también integrante del Colegio Nacional de México desde el 2006.

De acuerdo con la NASMA, la salud mental está inextricablemente ligada a muchas enfermedades físicas, tanto transmisibles como no transmisibles. Así, los problemas de salud mental pueden aumentar el riesgo de otras enfermedades, como enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes, mientras que las personas que viven con estas enfermedades tienden a presentar más problemas de salud mental. Por otro lado, dichos problemas pueden llevar a una disminución de la esperanza de vida de 10 a 25 años en las personas con problemas graves de salud mental.

Entonces, cuando los especialistas se percataron de que la carga global de la enfermedad mental en América Latina es del 19%, comentó Medina-Mora, “se hizo muy evidente que el dinero que se estaba dando para atender la salud mental, pues estaba muy por debajo, el promedio es 3% del presupuesto de salud”, mientras que casi la mitad de los fondos se asignó a hospitales psiquiátricos, que suelen estar vinculados a violaciones de los derechos humanos, de acuerdo con el informe.

Con todo, la también exdirectora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz celebró que la falta de fondos ha impulsado muchas iniciativas para tratar de lograr paridad en la atención a la salud mental y otras enfermedades. Sin embargo, el camino es largo todavía.

América Latina ocupa el primer lugar en trastornos de ansiedad

La NASMA incluye un decálogo para conseguir el acceso a la salud mental en la región. Las recomendaciones son:

-Elevar la salud mental a nivel nacional y supranacional.
Integrar la salud mental en todas las políticas.
-Aumentar la cantidad y mejorar la calidad del financiamiento para la salud mental.
-Garantizar los derechos humanos de las personas con problemas de salud mental.
-Promover y proteger la salud mental a lo largo de la vida.
-Mejorar y ampliar los servicios y la atención de salud mental a nivel comunitario.
-Fortalecer la prevención del suicidio.
-Adoptar un enfoque transformador frente a las cuestiones de género en pro de la salud mental.
-Abordar el racismo y la discriminación racial como importantes determinates de la salud mental.
-Mejorar los datos y las investigaciones sobre la salud mental.

A decir de Medina-Mora, estos 10 aspectos, que son el resultado de dos años de trabajo de la Comisión, poseen elementos que se pueden implementar a corto plazo y otros que será necesario poner en práctica durante más tiempo.

“Por ejemplo, tiene una llamada de atención a que se le dé un nivel de mayor importancia a lo que es la atención a la salud mental. Y esto quiere decir que no se vea como algo que necesita una atención secundaria, sino que realmente se le considere como un elemento importante para el desarrollo”, mencionó.

Además, la experta consideró que hay muchas razones para lo anterior, ya que si partimos de la experiencia en las comunidades con índices altos de violencia y de personas afectadas por trastornos como el estrés postraumático o la depresión, se observa que “si [estas personas] no pueden primero resolver su problema de salud, tampoco podrán aprovechar las oportunidades de desarrollo”.

Cifras recogidas en la NASMA indican que América Latina presenta la prevalencia más alta de problemas de ansiedad y la segunda tasa más alta de trastornos depresivos de todas las regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No obstante, el estudio asegura que por cada dólar invertido en ampliar el tratamiento para la depresión y la ansiedad se obtiene un rendimiento de cuatro dólares en mejor salud y capacidad de trabajar.

“Estos trastornos se asocian con una dificultad muy grande para hacer las actividades diarias, para trabajar, para producir, de tal manera que necesitamos subir esto a un nivel de mucha más importancia, debe ser una prioridad nacional, también porque el costo de la enfermedad es muy alto y afecta al Producto Interno Bruto de los países de la región de una manera muy importante”, sentenció la doctora en psicología.

Fuente: Sputnik

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