Hacia la construcción de un modelo educativo promotor de la equidad y generador de igualdad

Año con año, cada familia enfrenta un dilema que es más patente en la medida que sus hijos crecen: ¿qué será de ellos? La respuesta no es apenas una introspección, pues implica al aparato educativo, que desde siempre es reo del esquema político que lo secuestra para renovarlo cada cinco años sin realmente avanzar, lo que podemos descubrir al advertir que no dota al educando de herramientas que favorezcan como mínimo la interpretación de datos o su resolución.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

La razón que subyace tras este fenómeno son los intereses tras del modelo, y que lo reducen intencionalmente al memorista bancario, basado en un esquema tradicional y sin participación del educando. En este esquema la competencia es capital, lo que debemos traducir en ventajas para quienes acceden al modelo desde sus privilegios de clase, lo que constituye una tácita exclusión para el resto, que derivan en educandos sin horizonte académico o laboral, frustrados y acomplejados en un juego desigual.

Los datos del último ejercicio realizado por la DIGESTYC, antes de ser desmontada, así lo evidencian: un aplastante 34% de nuestros jóvenes entre 17 y 21 años carentes de perspectiva luego de su fracaso académico, sumándose a los llamados “ninis”, quienes simplemente viven, sin estudiar o trabajar, porque en lectura, matemáticas y ciencias no perciben la debida formación para comprender la información a su disposición, lo que la prueba PISA/OECD hace patente en las evaluaciones realizadas al país los últimos 16 años.

La solución está en la construcción de un modelo educativo que favorezca y potencie las capacidades individuales dentro de un esquema cooperativo que parta de la equidad y la igualdad, considerando los méritos del educando mientras obvia la procedencia de clase del mismo.

Esto se logra asumiendo el estado el desarrollo de una escuela participativa y adaptada a la realidad del educando, abandonando el control del sistema o las fórmulas prefijadas, fomentando el aprendizaje por descubrimiento y creatividad a través del compromiso del educando, que admite así el descubrimiento del otro, superando al yo que sustituirá por el nosotros.

Lograr esto supone otra audacia que es capital para la consecución de un nuevo sujeto pedagógico: Introducir al esquema educativo el ejercicio cooperativo y participativo, sin distingo de clase, género o creencias religiosas, lo que supone abandonar la iniciativa privada escolar para que el aparato educativo sea plenamente estatal. Es decir; acabar con el doble estándar educativo, el de los pudientes y el de los pobres, reuniendo a todos los educandos bajo un mismo esquema que potencie la igualdad y la equidad, acabando así desde la escuela con otro de los males estructurales: la exclusión social.

La corona debe ser un bachillerato de dos años al que se sume otro de práctica social que suponga un trabajo en el sentido más exprofeso por la experiencia inicial en su especialidad, y por esta vía, la incorporación al mundo laboral y en razón de los propios méritos.

¿Y qué hay de los docentes?
En el actual modelo el ejercicio docente es visto más como un oficio que como una profesión, lo que supone su pauperización como consecuencia no sólo de una pobre formación percibida desde una propuesta comercial, no andragógicas o pedagógica, y menos dirigida a satisfacer las necesidades educativas de la República.

¿Cómo compruebo esto?
Hay alrededor de 70,000 docentes recibidos de este modelo que no pueden instalarse en plazas oficiales que lo corroboran.

Entonces, la nacionalización de la educación, la construcción de un modelo proactivo, participativo y flexible, así como la formación permanente y especializada, son sin duda el camino que otras sociedades como la finlandesa y la noruega nos han mostrado para seguir en la construcción de un modelo educativo sostenible y sustentable.

*Educador salvadoreño

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