La Mirada de un Animal

Solo  demuestran amor y compasión.

Por: Francisco Parada Walsh*

Me reúno con más de quince perros y nueve gatos cada día, de los perros solo hablar les falta, no sé si me asustaría si escuchara al General Ranger decir mi nombre sin embargo, toda esa pandilla perruna me clavan una mirada de amor, de hacerme sentir que son felices conmigo, difícil encuentre una mirada en mi prójimo similar a la de un perro aunque tengo un par de bandidos que a pesar de su cariño hacia mí, no dejan de ser más sinvergüenzas que yo, tal es el caso de un cachorro vecino que ante la indiferencia de sus dueños satisface llenar su gran barriga robándose la comida de los gatos, no me importa, ni se cómo hace para colarse en un pequeño espacio, tiene varios nombres, me encanta verlo con su gran papada recostada en una grada mientras me mira fijamente; el otro bandolero es un perrito que venía de tres hogares diferentes, debido a su mirada penetrante y su habilidad para evitar un regaño más parece un venado, es un perro listo como pocos,  por días aparecía, luego no sabía nada de mi amigo, a los tres días venia moviendo su colita y esa mirada de reojo me hace tanta gracia; al final venía con un nombre, “Magañita”, cuando pregunté por qué  ese era su nombre me dijeron que le pusieron tal nombre por parecerse a un amigo que lleva ese apellido y que, esa mirada y la picardía era justo lo que mi amigo perruno hace; como siempre vivo en otro mundo, sucede que un día llega a mi consultorio  un enfermo y su hermano, mientras empezaba a dar la consulta resulta que a “Magañita” le encanta dormir bajo el canapé y mientras lo sacaba le dije: “Salí Magaña” y es el hermano del paciente quien me dice: “Si yo soy Magaña”, nombre ¡tierra, trágame! y le hice ver que así apareció acá, con ese nombre y que, es el encanto de todo el caserío por lo malandrín, para cazar ardillas y su desbordada felicidad.

¡Otra ralla más para el tigre! Los gatos son otro nivel de conciencia, me buscan cuando quieren, me ronronean si les provoca, me clavan miradas que no entiendo, que no descifro, no me dicen “Te adoro Francisco”, a lo mejor me dirán “Pobre viejo verde y loco”.

Tuve una experiencia realmente astral con mi gata Luna Tica que en apariencia estaba llegando a su fecha para dar a luz a la camada de bigotitos, sucedió un domingo que, de un brinco mi gata descansa junto a mí, mientras ronroneaba se acostó en mi abdomen y pecho en forma oblicua y después de media hora se colocó en la misma forma solo que del lado contrario, básicamente formó una cruz, no dejé de sorprenderme que sucediera eso, el tiempo, la forma, el ronroneo, cosas sencillas sin embargo no dejé de sentir algo raro; mientras, llega el día del parto, frente a mí, frente a mí, ella muere, eso sucedió mientras hablaba con mi segunda madre y ella me dice que la opere, que quizá pueda cuidar a los gatitos con pacha y decido hacerle una cesárea y no habían gatos, todo era agua, quizá un litro de agua que mi linda Luna cargaba en su panzota, eso nunca lo entenderé por qué se fue a recostar y formó una cruz en mi pecho.

Creo y no creo. Mientras escribo, están diez perrunos esperando “El bajón”, no se quién tiene más hambre, si ellos o yo pero desde que un perro clava su mirada en mi persona, soy profundamente afortunado de tener a un amigo sincero, siempre ando pan o tortillas en el carro, donde llegue hay amigos esperando, principalmente “Junior”, mal nombre, debería llamarse “desvergue” pues cuando voy a Las Pilas y apenas escucha el motor de mi carro me sigue por montes y praderas; nos adoramos, no sé quién piensa que soy pero me busca, me sigue, me enseña; hace unos tres años mientras visitaba a un paciente a su casa, solo pude ver a un perro Siberian Husky que se acercaba y pensé: “Murió Junior” y se van engrescando, no me gusta ver pelear a nadie, llámese personas, animales o cosas y cuando veo, es “Junior” quien está matando al gran perro ojos azules, no tuve más remedio que agarrar a mi pugilista del cuello posterior y apartarlo, ni había terminado de hacerlo cuando tenía clavados los colmillos del derrotado en mi brazo derecho que en su angustia o lucidez quizá me vio cara de chucho; aun con una chumpa el sangramiento era abundante, no, no me arrepiento de lo sucedido y por eso, la mirada del animal, el canto del ave, la hormiga que diviso donde camino debo respetar y quizá, solo así entienda que la mirada de un animal es una forma de estar cerca de Dios, de querer comprender el cosmos, de entender que en otra vida fui perro, gato y mi involución me hizo ser hombre y hombre malo por eso, debo regresar a mi estado anterior, ser gato, ser pulga, ser… un ángel.

*Médico salvadoreño

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: