El Calabozo

“Señor, déjame en libertad”, enciérrame en un calabozo que ese es mi lugar, solo ahí vivo en paz, en libertad; mientras, vivo preso y a pesar de que soy el dueño de todo, no me siento bien, soy un preso quizá libre pero no me siento bien; soy un preso y soy libre, nada me detiene, están bajo mis órdenes legiones de valientes guerreros y ni eso logra saciar mi sed de poder ¡Señor, déjame en libertad!

Por: Francisco Parada Walsh*

Solo seré libre cuando el carcelero disponga tirar las llaves de mi celda a las profundidades del Támesis, del rio Grande, del rio Sumpul; soy un simple preso de mí mismo, de mis pasiones que, tristemente me vencen, me aniquilan, me trituran y aun, siento una fuerza que no me permite ser quien soy, pues no soy nada ni nadie ¡Señor, déjame en libertad! Enciérrame en un calabozo, cambio los veinte mil kilómetros que asumo como propios por esos nueve metros cuadrados que medirá  mi celda, mi libertad.

Quizá creas que estoy alucinando y a lo mejor tengas razón, no soy libre a pesar de ser lo que aparento, muchísimos quisieran mi vida, y les doy la razón, a veces ni entiendo cómo estoy en esta cárcel donde puedo hacer lo que disponga; sabes Señor, soy el Alfa y Omega pero no soy feliz, no, devuélveme a mi libertad, llévame al calabozo y enciérrame para siempre para vivir en total libertad; es quizá algo confuso creer que la libertad es solamente un estado de mi alma cuando soy un preso que hace lo que se le antoja, algo raro y ni yo entiendo, solo que no soy feliz, todo a mi alrededor da vueltas, cada persona que me rodea parece un espejo, un espejo al revés donde en vez de verme grande y poderoso me veo enfermo, débil y cada espejo me dice: “Vete, no te queremos, eres un cobarde, uno más que cree que es libre cuando no lo eres, vete, déjanos en paz, somos personas sencillas que, desde siempre nos han engañado pero esto acabó; serás tú, el ejemplo de lo que es hacer las cosas por capricho, por placer y nos fallaste. Dice la bruja del pueblo que solo tú crees ser libre cuando eres un esclavo de ti mismo y que, quizá con una prueba del puro de marihuana, ella pueda quitar conjuros y hechizos que atrapan tu yo”.

“Señor, déjame en libertad”, enciérrame en un calabozo y libérame de esta cárcel que se llama patria, terruño o El Salvador de Qué, pero no quiero seguir preso, no soporto el dolor que llevo sobre mis hombros, todo es dolor, nada es mío y pensé que era dueño aun de las vidas cuando ni de mi vida puedo dar razón; lloro mi Señor, quizá sea un sexto sentido que me dice que pronto seré libre, cuando ingrese a un calabozo daré gracias a ti, mi Señor; mientras, todo cae pieza por pieza, jamás imaginé que el karma existe, me burlaba de todo lo que hice, nadie me importaba y aquí, en este calabozo empiezo a recibir lo que merezco, “si traicioné debo ser traicionado; si mentí, me deben mentir; si ofendí, debo ser ofendido; si odié, debo ser odiado”, leyes sencillas que tanto olvidé; hoy, dueño de la nada, vivo y muero en un mundo donde se aparenta felicidad cuando es lo que menos tengo, no puedo seguir en este sufrimiento, debo salir de esta prisión y solo en un calabozo seré libre, seré yo, el que creyó que tenía el mundo a sus pies.

“Señor, déjame en libertad” de poder regresar el tiempo y entender que los que somos mortales no entendemos la vida, de ahí nuestra condición de falsedad, somos nosotros los que nos engañamos, y aun, no lo entendemos y tristemente todo lo que sube, baja; y debo recordarme segundo a segundo “Memento Morí”, nadie me lo dice, nadie me recuerda que soy apenas, apenitas un simple mortal. ¿Dónde está mi gente?: Señor ¿Qué ha pasado? Nadie me quiere, nadie me habla, todos me han dado la espalda. “Señor, déjame en libertad”.

*Médico salvadoreño

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