Representaciones religiosas de mujeres privadas de su libertad y transgresión.

Por: M. Paz Torcigliani. (UNR / Facultad de Humanidades y Artes- Argentina).

Cada vez que pensamos en los roles y funciones de líderes lo hacemos desde considerar que aquellos deben ser fieles reflejos de un “deber ser” que muchas veces, y por el solo hecho de “ser humanos”, es muy difícil de sostener, aun con ayuda divina. Y la condena pública, suele ser excesiva. Cuánto más exigentes cuando esos líderes son religiosos.

Este es el caso de un grupo de mujeres privadas de libertad del pabellón 1 (P1): pabellón evangélico, de la Unidad Penitenciaria Nº5 (UP5) cuando encontraron a su líder “pastora” transgrediendo normas comunes a todos los pabellones: consumo de sustancias.

Las mujeres que habitan el P1 adscriben a la denominación de “mujeres evangélicas y cristianas” pero no necesariamente tienen o han tenido experiencias de este tipo fuera de la UP5, entre risas suelen expresar “acá– en el P1-te evitás problemas”. La “pastora” es una mujer de entre ellas que se destaca por algunas características: “el carisma de cada una, la participación en las oraciones compartidas con las que vienen a rezar, las oraciones cuando estamos solas, la palabra, eso ayuda a una buena pastora. También que tenga carácter para defender la postura” (charla del 23-11-21).

Ahora bien, el hecho de haber roto con todo lo que ella misma exigía y sostenía como valores compartidos al interior del grupo, en tanto pautas de comportamiento religiosos y de oración, generó ruptura de lazos, ruptura que no se efectivizó con la denuncia por parte de las representantes de pabellón a las autoridades carcelarias, sino que transcendió a modos “no cristianos de relacionarse”. Nos expresó una de las internas: “tuvimos que pedir que se la llevaran a resguardo porque acá la mataban, muy cristianas todas, pero la primera que claudicó fue la pastora” (23-11-21).

Nos preguntamos si la actitud de la “pastora”, en el P1 habilitaba el comportamiento violento de quienes se identifican como mujeres evangélicas y cristianas o si ese comportamiento podría haberse vivenciado en otros pabellones. Qué “problemas se evitan” quienes se adscriben como “mujeres evangélicas y cristianas”.

El incidente de la deposición de “la pastora” debiendo enviarla al pabellón de resguardo, para protegerla de sus propias compañeras, nos movilizó las siguientes preguntas:

¿Qué representaciones religiosas subyacen al interior del grupo que habita el P1? ¿Qué representa ser “la pastora”? ¿Implica contraprestaciones de prestigio? Ante la transgresión de cualquier interna, ¿hubieran reaccionado con la misma violencia? ¿Por qué ellas, que tantas normas han roto y siguen rompiendo, exigen que se cumplan las normas sobre sus prácticas religiosas? ¿Qué representaciones tienen en relación a la religión y la práctica de la misma? ¿Qué representaciones tienen en tanto poder y relaciones de poder en el orden de lo religioso?

La agresión entre ellas, ante un suceso de ese tipo, generó nuevos modos de vinculación interna, rupturas y continuidades, que, si bien fueron sancionadas por las autoridades penitenciarias, requirió nuevas líderes de pabellón y nueva pastora.

No queremos caer en el reduccionismo de pensar que el hecho de ser líder religioso se espera un comportamiento similar al del ser suprahumano que las convoca, ya que “la pastora” surge de entre ellas mismas. Incluso pensar que por el sólo hecho de adscribir a la denominación “cristiana” existe una unicidad de criterio y uniformidad en la práctica.

Lo certero es que, al interior de quienes habitan ese pabellón, no hay criterios comunes de pautas religiosas o comportamientos permitidos y prohibidos. Todos los pabellones son visitados por grupos disímiles de Iglesias cristianas y católicas y ninguna tiene culto obligatorio. Lo que sucede al interior, en tanto normas del P1, es decisión de las mimas mujeres que lo habitan, considerando también su tiempo de permanencia en el mismo.

Lo que podemos afirmar es que:

  • El hecho de habitar el P1 no implica que ellas compartan una misma representación sobre la identidad de mujeres evangélicas y cristiana. No implica necesaria homogeneidad.

  • El hecho de que tengan una líder espiritual no implica que el comportamiento de la misma sea analizado desde vínculos espirituales sino más bien desde las relaciones propias de mujeres privadas de su libertad de cualquier otro pabellón.

Afirma Ceriani (2013)(1) que el sentido de la categoría religión es parte de los procesos sociales y culturales de las mismas personas que lo viven. Por eso “es objeto de constante negociación, lucha y conflicto” (2013: 24), situaciones todas que conviven entre estas mujeres por su diversidad contextual.


Referencia.

(1) CERIANI, Cesar (2013) La religión como categoría social: encrucijadas semánticas y pragmáticas. Presentado en el IX Congreso Argentino de Antropología Social – Publicado en Revista Cultura y Religión Vol VII/Nº1/enero-junio 2013/pp. 10-23

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