El éxodo

No van para Egipto ni para Israel. No parecen ser perseguidos por faraón pero como que así son las cosas.  Buscan saciar su hambre. Quieren realizar el sueño de cualquier persona que anhela una vida mejor y salir de esa pobreza que ya parece una sífilis congénita, siempre condenados a vivir de fiado, de raspar los peroles, de nacer con los frijoles y la cuajada, eso es cuando tienen alguna vaquita sino solo frijoles.

Por: Francisco Parada Walsh*

Realidad de realidades.  Jóvenes todos, se van para la tierra de Cochise a buscar lo que su patria les niega, ese respeto por los suyos que debe un país su gente, pero no, sabemos que las remesas son las que mantienen nuestra economía a flote y gracias a esos “hermanos lejanos” que mientras vivían acá eran hijastros de esta tierra roja, hoy, los llamamos “hermanos” y como siempre, esos miles de millones que el país recibe en remesas que mantienen las mesas de las musas y mozas que no van a misa es una fuerte cantidad de dinero que se apropian “los mismos de siempre”.

Envidia de la buena y de la mala siento cuando un joven de veintidós años tiene ahorrado más de veinte mil dólares, que pueden enviar más de quinientos dólares a sus padres e invertir en terrenos, negocios, algo que con lo que se gana en el jornal rural como son diez dólares cuando bien se paga, jamás lo podrían hacer acá, ni naciendo tres generaciones más. Los admiro y les deseo lo mejor del mundo.

Las maquilas de estudio, esas universidades que en su pensum venden sueños ¡No sirven de nada! Roban, y roban y vuelven a robar, pero aparte de robar dinero, roban tiempo, sueños que hacen creer al joven que las puertas de un mundo malo los espera abiertas de par en par. Admiro el valor de esos jóvenes, son quince mil dólares el costo del viaje pero en un año de trabajo, está pagado. Acá, no hay trabajo pero sí desapariciones.

Que se vayan, que se vayan, que persigan sus sueños y que rompan las cadenas de esa pobreza a la que estamos acostumbrados desde el útero materno hasta la tumba, nuestra última morada. El país sufre una tragedia, esos jóvenes que creyeron en las promesas del presidente y que fueron vilmente engañados, votaron por él, hoy, los botaron, los desecha, los margina, los olvida. Esto apenas empieza, recomponer nuestra economía llevará  décadas y mientras, la desesperanza de estos jóvenes aumenta.

Ese éxodo fue similar al ocurrido durante la década de los ochenta, miles de hermanos se fueron por miedo a un bando o al otro, al final todos eran bandoleros y recapacito que por qué no tuve el arrogo y menos la visión de vislumbrar esta tragedia que vivimos. Recuerdo que en 1996 tuve todas las posibilidades de ingresar a una de las diez mejores universidades Hospitales  de Estados Unidos pero las pupusas, Surf City, la selección de futbol cortaron mis alas; sencillamente no necesitaba estudiar ni trabajar allá, hoy me arrepiento, quizá una de las pocas cosas que me arrepiento en mi vida.

Nuestros jóvenes no van en busca de la tierra prometida, no los atacarán plagas de langostas sino que es un éxodo de lo mejor que un país tiene como son los jóvenes que deben recibir la estafeta de la vida de nuestras manos, nosotros, los viejos orejas peludas pero cuando ya cansados de dar vuelta a la pista de la vida decidimos voltear a ver a quién le entregaremos el futuro de nuestra patria, nadie nos recibe la estafeta, nadie.

Jóvenes que se van para nunca volver. Recientemente visité la casa que el hermano de mi ex secretaria ha construido, me quedé perplejo, su cuarto principal es dos veces más grande que lo que llamo mi casa, eso no se hace acá ni trabajando las veinticuatro horas sin descansar ni un segundo, todo está hecho para que la pobreza sea un grillete que nunca podamos quitarlo, nos saquearon desde que nacimos y nos siguen saqueando.

Váyanse jóvenes, váyanse, sean plenos, felices, no se ahueven al oír el himno nacional pues como reza una estrofa: “Con su sangre escribió libertad” y si actualizamos ese himno a nuestros tiempos debería decir: “Ni con la sangre, ni con las desapariciones, ni con la prostitución infantil se escribió libertad”. Éxodo de valientes, crean en ustedes, sueñen que es un derecho inherente al ser humano aunque no esté contemplado como uno de los diez mandamientos y quizá deba ser el décimo primer mandamiento: “Todo joven tiene derecho a ir en busca de sus sueños”.

*Médico salvadoreño

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