La Muerte del Cuyo

Por: Francisco Parada Walsh*

Me afectó más de lo que imaginaba. El “cuyo” era, es y será un compañero de colegio, nunca fuimos amigos cercanos, siempre he sido respetuoso con todos mis amigos y conocidos, y él no fue la excepción.

Los recuerdos son vagos, éramos de secciones diferentes, nos saludábamos mientras cruzábamos los pasillos del colegio “García Flamenco”; mi primer amor me dijo que lo conoció circunstancialmente, como  siempre sucede en la vida, le pareció un joven gracioso, dicharachero, alegre y ocurrente.

La semana pasada supe que había fallecido, todos pensamos que el virus había derrotado al “Cuyo” pero no, por terceras personas supe que “agarró zumba” por varios días y se intoxicó con las pastillas que tomaba para la depresión, esta es una versión contada por una persona a la que no  le creo mucho pero lo triste es que mi amigo, se nos fue. El día lunes 26 de abril hablaba por teléfono con una persona a quien adoro, de a poco escuché mi voz triste, llorosa, melancólica; solo recordaba aquella voz única  de Kurt Cobain, carrasposa, arrastrada, lejana.

Pensé que la muerte del “Cuyo” me había afectado más de lo que imaginé, me vi reflejado en él, en las derrotas de la vida, luchar contra corriente y aquella predisposición maldita a creer que es mejor morir que vivir; no sé qué demonios perseguían al “Cuyo” pero estoy seguro que eran muchos diablos que lo atormentaban, las mismas entidades malvadas que suben a mi montaña a atormentarme, suben en bus, se hacen pasar por vendedores de caramelos, pero no son vendedores, son esos diablos que me visitan; aunque no sé si son estos demonios más sufridos que yo; aun, creo que esos demonios tienen sus demonios que no los dejan en paz y deciden fastidiar vidas de hombres comunes y corrientes como lo fue el “Cuyo” y mi vida; me identifiqué con él, hubo momentos en mi vida que la depresión me arrebataba la felicidad, y quizá en la gaveta de mis recuerdos no tenía una pistola cargada sino un bote de pastillas, suficientes para quedar dormido para la eternidad, ¿Qué soy cobarde por no luchar? : Lo soy, soy el cobarde y pecador más grande que pueda existir, no me importa lo que se piense sobre mi actitud pero no soy el único al que los demonios persiguen, así se vive, día a día, noche a noche.

Solo pedí por el alma del “Cuyo” para que sea una luz en mi oscuridad, no lo juzgo, no puedo criticarlo, en un mundo de perfecciones cualquiera que atente contra lo establecido es un loco, un antisocial o un suicida; no sé lo que soy, soy lo que soy y no más. No intento quedar bien con nadie, mi relación espiritual es muy mía, y pido que mi amigo descanse en esa paz que nunca tuvo ni tengo.

Cada quien tiene su manera de “agarrar zumba”, algunos agarran zumba de amores, otros de venganza, algunos de soledad y muy pocos, de poder; pero siempre andamos dislocados, no es fácil caminar en línea recta en una sociedad curva y traidora que nos manda mensajes de que el éxito es el dinero; significa que un 90 % de la población mundial somos fracasados, perdedores por ser pobres, ¡No es así la cosa! no sé qué pasaba por la mente del “Cuyo”, solo sé que los cuyos tienen una vida azarosa, rápida, única y mi amigo no pudo alejarse de esa vida. Todo sigue. A pocos les importó la muerte del “Cuyo”, la vida sigue, sigue la zumba, sigue el frenesí, somos más efímeros que lo que creemos.

Me reflejo en el “Cuyo”, mis demonios se han marchado, o quizá están en huelga o en una cervecería por el Zurita, no lo sé, quizá se hartaron de halarme las patas frías como paletas, no sé quién ganará, si los demonios o yo, ese yo que no existe, solo es un pronombre pero no es mi ser; solo pido por mi amigo, que viva en paz por la eternidad, que me cuide, que no me abandone. ¿Cuántos “Cuyos” hay en el mundo que necesitan ser escuchados, amados, perdonados?: Creo que muchos;  detrás de nuestras máscaras se viven verdaderos infiernos que solo uno sabe lo que pasa, lo que se sufre, lo que se llora.

Que dios o el diablo reciban a mi amigo y conocedor de la verdad, que siga la zumba eterna, que baile tango con las diablas, que les toque las nalgototas, que las tope, que se harte el guaro del mundo, que sea feliz donde sea que se encuentre. Recientemente conversaba con un amigo y me comentó que su sobrina de apenas nueve años adolece de insuficiencia renal crónica y que debían operarla, no entiendo cómo ángeles sufren mientras “cuyos y franciscos” disfrutábamos de la vida. ¿Cómo puedo juzgar a alguien si mis pecados me hunden como un ancla pesada, herrumbrosa y traidora?

*Médico salvadoreño

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