La Indiferencia Endémica

Por: Francisco Parada Walsh*

Está matando al mundo y particularmente a El Pinochini de América. Tristemente la sociedad salvadoreña ha dado la espalda a la realidad nacional y da la cara al adversario político que casi siempre es otro pobre que vive en condiciones deplorables y  soñando que dentro de esos pobres quien mejor vive es una nueva clase social: El profesional proletario (Aquel que desea una semana de treinta días).

Históricamente el salvadoreño ha sido marginado de influir en las decisiones importantes del país y se le ha confinado al antiguo fraude, a una propaganda con slogan impresionantes que se quedaron en eso, campaña publicitaria atinada para las masas y ahora surge una confrontación y gozo perverso por creer que si gana en las próximas elecciones el presidente (Será la imagen de él y no la de partidos políticos que pueden dar la victoria) y el fanático asume como propia la victoria, cree que será parte de la celebración íntima del grupo del presidente cuando para ellos ese elector fanático no existe para lo bueno sin embargo sufrirá embestidas por el  alto costo de la vida y deberá seguir tomando aquella famosa “medicina amarga” reservada únicamente para los pobres.

Así camina el país, queremos que otros tomen las decisiones importantes y nos abstraemos en el táctil, creemos lo que leemos en cortos y chirles párrafos y no escudriñamos nuestra historia, marcada por la corrupción, el desprecio hacia el pobre (Nada ha cambiado a la fecha)  y el derramamiento de sangre. Nuevamente toma protagonismo una Fuerza Armada queriendo revivir el servicio militar obligatorio, ¿Será necesaria tal decisión en un país tan pobre como el nuestro? No lo creo sin embargo deben los padres de familia alertarse a lo que se puede venir: Un país militarizado cuando lo que necesitamos son libros, libros y más libros.

Muchos jóvenes que serán decisivos en el futuro del país desconocen nuestra historia y permiten que otros tomen decisiones por ellos, aun el presidente quien valiéndose del desprecio y la división entre la población parece no conocer o quizá, perfectamente lo asesoran para que lance diatribas de borrar la sangrienta historia nacional.

Que una sociedad o conglomerado sea indiferente a un futuro definido por la unilateralidad de criterio y de decisiones a cargo del ejecutivo augura tiempos difíciles y tristemente tenemos una cobarde oposición que ha preferido meterse en un hoyo cual topo y ver pasar la tormenta mientras sus partidos políticos son denigrados a más no poder, funcionarios que prefieren no usar el apellido histórico de sus padres para no contrariar al electorado, partidos políticos que le apuestan a que determinada persona sea electa aunque eso cueste  ciento de miles de votos; esa también es indiferencia endémica ya que permiten aceptar el costo electoral de perder a su voto duro por mantener a figuras indeseables en la política nacional.

Vale la pena saber cómo se maneja el presupuesto de la Asamblea Legislativa y la contratación ficticia que ahí se realiza, todo esto es una indiferencia endémica donde se prefiere no denunciar y voltear la mirada hacia la nada. El gozo que percibo en muchos profesionales totalmente ausentes que votarán por el partido gobernante  y  de las graves consecuencias que  traerá a sus generaciones venideras solo dice el fanatismo existente donde ese futuro elector se cree parte de un proyecto que en nada lo ha beneficiado ni lo beneficiará sin embargo el objetivo a corto plazo es cerrar la boca a todos aquellos que disientan contra su presidente; disentir es sano en cualquier democracia y  esa indiferencia endémica donde esperamos a que sea el gobierno quien resuelva nuestros problemas debe ser cambiada por la sana critica o el debate, algo cada vez más alejado en nuestra folclórica política nacional.

La realidad actual es dura, el país atraviesa por una confrontación donde a pesar de la tragedia que nos abate con la pandemia guardamos tanto rencor contra todo aquello que no piense igual que yo, todo se resuelve con los insultos más inimaginables sin embargo eso se debe a la indiferencia endémica de una sociedad o conglomerado ausente de las responsabilidades que compete y que todos asumimos como ciudadanos y que solo debe importar alcanzar un país solidario, justo y equitativo, algo que con la indiferencia endémica será una utopía alcanzar.

Nada debe extrañarnos en el futuro si somos indolentes al llamado de una nación que sufre  y como tal no debemos llorar sobre la leche derramada pues el futuro será una decepción sobre todo para la que se hace llamar la clase media. Debe ese joven  y el profesional indiferente entender que el gran capital cierra sus empresas y hace sus maletas e invierte en cualquier país vecino, cambio que al empresariado no le afecta en absoluto pero sí terminará de dar el tiro de gracia a los que juegan a la ruleta rusa.

*Médico salvadoreño

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