El estrés que nos acecha constantemente

La palabra estrés nos transmite temor y desagrado, es como un “monstruo” que nos acecha constantemente. Pero, ¿Realmente es tan peligroso como se dice?

El estrés viene de afuera.

Popularmente se cree que el estrés es causado por circunstancias externas, como un divorcio, la pérdida de empleo, exceso de trabajo, etcétera. Nadie podría negar que estos eventos sean desafiantes porque nos sacan de nuestra zona de comodidad.

Sin embargo, es en realidad la aspereza de creencias negativas (producidas por nuestra mente) la que crea historias de horror que nos quitan el sueño y la paz. Por lo tanto, hacen más difícil superar la situación original. Esto, a su vez, crea un círculo vicioso, ya que al mermar nuestra capacidad de enfrentar el evento, nos estresamos más.

En realidad, el estrés proviene tanto de un suceso externo que nos activa emocionalmente, como del propio pensamiento del sujeto, acerca de dicho suceso.

El estrés siempre es malo

Sin estrés no podríamos vivir; el estrés, que significa fuerza en inglés, nos da ese extra de activación para hacer frente a las demandas de nuestro entorno. Resulta que si aprendemos a verlo con otros ojos, hasta puede ser nuestro aliado. ¿Cómo? Bueno, si logramos comprender:

• Las circunstancias siempre son pasajeras.
• La incomodidad que sentimos en realidad está demandando que expandamos nuestro potencial.
• Superar nuestras limitaciones nos trae paz, felicidad y crecimiento personal.

La solución al estrés es externa.

Bien sea la ingesta de medicamentos, pretender que desaparezca mágicamente el problema, abusar del alcohol, del cigarrillo o las drogas, o mantenerse ocupados compulsivamente, estas soluciones externas son superficiales y engañosas porque nos hacen presa fácil de sucumbir al próximo evento desafiante.

Ninguna de aquellas “soluciones” nos proporciona herramientas internas que nos permitan enfrentar cualquier situación que se nos presente. Sí, en cambio, nos ayuda el desarrollo de capacidades tales como la creatividad, la flexibilidad, la apertura mental, la capacidad de meditar (en vez de preocuparse) acerca de la situación y la disposición a aprender de la misma.

Somos víctimas del estrés.

Aunque parezca ilógico, esta perspectiva tiene sus ganancias: crear un drama que nos haga sentir como víctimas, y parecerlo ante los demás, puede despertar lástima y lograr que otros se ocupen de nosotros, evadiendo así nuestra responsabilidad.

Pero al hacer esto, cedemos nuestro valioso poder personal, ya que en realidad es mucho lo que podemos hacer: desde aprender de la experiencia y profundizar en cuál es nuestro propósito en este mundo, hasta explorar nuevas y saludables formas de manejar el estrés, tales como el yoga, las acupuntura, las terapias alternativas, la espiritualidad y la meditación.

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