Una súper raza de seres humanos una posibilidad futura producto del adelanto de la ingeniería genética

Para convertirse o crear un ser humano modificado genéticamente se necesita, obviamente, de un considerable capital; en los asuntos de la tecnología nada es gratis; así que convertirse o crear un homo superior sería una aspiración únicamente de gente rica.

Por: Fabian Acosta Rico

Para el extinto astrofísico Stephen Hawking estamos en los albores de una era a la que bien podemos llamar de la evolución autodiseñada: ya desciframos el genoma humano pronto estaremos en condiciones de reescribir sustancialmente el “libro de la vida” haciéndole correcciones eugenésicas que impliquen la confección de un nuevo ser humano: un transhumano o modificado biotecnológicamente o yendo más lejos un posthumano, es decir, creado totalmente de forma artificial.

Desde hace tiempo ya contamos con sistemas de edición de ADN como Crispr-Cas9 capaces de modificar genes dañinos o de agregar nuevos con fines terapéuticos para tratar padecimientos como la leucemia en los niños. Pero nuestro astrofísico, al igual que Noam Harari, se preguntó: ¿qué tanto podremos resistir, sobre todo los más pudientes, el llevar estas posibilidades de alterar la naturaleza humana más esencial aprovechándolas para dotarse de algunas mejoras que vayan más allá de la resistencia a ciertas enfermedades como incrementar su memoria o alargar su vida?

Como en la película Gattaca experimentos genético, el surgimiento de seres humanos mejorados o superhumanos traerá consigo un problema social porque conllevará una nueva estratificación de la sociedad; el ser inteligente, bello, ágil o simplemente poseer cualquier cualidad física o mental deseable no será un asunto de suerte genética, sino de inversión en mejoras biotecnológicas: los ricos gastaran importantes sumas en potencializar las cualidades humanos o en adquirir algunas no contempladas en nuestro equipamiento natural; nadie podrá competir con ellos se consolidarán como una élite genética dejando en la marginación a los pobres, sean hijos de Dios o de naturaleza.

Los últimos inventos surgidos de la actual civilización como los teléfonos inteligentes, las smart tv, las tables iniciaron siendo artículos suntuarios cuyos precios los hacían comprables sólo para los estratos sociales con gran poder adquisitivo; pero, ahora están alcance de cualquiera gracias a que la producción en masa y los adelantos tecnológicos los terminaron abaratando ¿no podríamos esperar que esto mismo ocurra con la ingeniería genética, que se vuelva accesible para todos los bolsillos? O podría ocurrir que las oligarquías del capital se nieguen a popularizarla y se la reserven creando por decirlo coloquialmente un club restringido y mundial de los trashumanos.

Sobre esta posibilidad hace falta mucha reflexión bioética: estamos en pos de obtener un gran poder, el de reinventarnos direccionando a nuestro antojo la evolución de la especie humano; habría que preguntarnos si tenemos la sabiduría para darle una correcta dirección y orientación.

Pero no adelantemos fechas, todavía de momento las modificaciones genéticas de humanos están en sus albores; sólo algunos científicos se han atrevido a realizarlas poniéndose al margen de la ley como fue el caso de He Jiankui, un biofísico de la Universidad Meridional de Ciencia y Tecnología, en Shenzhen; quien causo un grande revuelo, dentro y fuera de la comunidad científica , cuando se supo que había modificado a dos embriones haciéndolos resistentes al sida y luego los implantó en una joven que dio a luz, en el 2018, a dos gemelas; a las que podemos considerar los primeros bebes modificados genéticamente. Lejos de ganarse el aplauso de sus colegas, Jiankui fue duramente criticado y el gobierno chino lo condenó a tres años de prisión y le impuso una cuantiosa multa por andar jugando a Dios. ¿Serán estas niñas las primera de muchas? Me atrevo a decir que sí.

De momento resulta imperioso para la ciencia saber que fue de estas niñas, Lulu y Nana, sometidas por el doctor Jiankui a la tijera genética ya mencionada, el método CRISPR-Cas9; este procedimiento de momento es de resultados impredecibles; bien pueden las afectadas estar en perfecta salud o por el contrario haber presentado algunas alteraciones y anomalías genéticas; cual haya sido el resultado, éste será valioso para la ciencia pues indicará que tan procedente es seguir la experimentación con seres humanos.

Pero no sólo son los chinos los interesados en reescribir el código genético humano; otras naciones del primer mundo también se han inscrito en la carrera, destacando entre ellas los Estados Unidos. A finales del 2019 se conocieron los adelantos en la materia de investigadores estadounidenses que prometen revolucionar el campo de la edición genética. David Lui y su equipo publicaron, en su momento, en la revista Nature los resultados de al menos 175 experimentos con células humanas en los que emplearon también el método CRISPR-Cas9; pero, con una precisión nunca antes lograda. En lo que sobresalió Lui fue que consiguió una reparación del 89% de variantes genéticas. Como lo afirmaron los medios, de confirmarse este resultado, la cura de enfermedades raras se facilitaría exponencialmente; y de allí pasaríamos a la creación de seres humanos modificados con capacidades extraordinarias.

Muchos es el dinero que está comprometido en estos adelantos de ingeniería genérica; grandes corporaciones como Alphabet, dueña de Google, y magnates como Jeff Bezos y Peter Thiel tienen invertidos millones de dólares en estas tecnologías que prometen, a quien pueda pagarlas, una vida más longeva y saludable. Es difícil predecir el futuro; pero, algunas mentes fatalistas advierten que en él habrá varias especies humanas con distintos grados de evolución inducida biotecnológica y cibernéticamente y con una estratificación socioeconómica desigual, como lo señalamos al comienzo de este artículo. Pero éste será el tema del próximo Letras rebuscadas.

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