Como mi sangre

Recientemente me causé una pequeña herida y pude ver cómo brotaba la sangre, era mi sangre, pero no era una sangre espesa, roja, con alma, sino apenas un río de un agua chirle, sin vida.

Por: Francisco Parada Walsh*

Imaginé que era el reflejo de lo que soy; poco a poco vamos desapareciendo, aun sabedores que respiramos, que amamos, que odiamos, que sufrimos, que gozamos pero es como que la vida tuviera un borrador gigante y nos desvaneciera cada segundo una parte de nosotros, un día desaparece la fuerza, otra mañana amanecemos sin sonrisa, la siguiente semana perdimos el habla, si, ese hablar de amores, de esperanzas, de luchas futuras, de guerras perdidas y somos apenas sombras en el tiempo.

El tiempo puja, el tiempo gana; la muerte vive, la muerte espera, somos nosotros, alfeñiques de la nada que, creyendo en la magnificencia de la sangre roja y poderosa, asumimos poderes divinos, desde el sencillo campesino hasta el novel presidente; nadie se escapa de ese ring, todos queremos ser los protagonistas de fieras batallas cuando veo en el reflejo de un río amigo, a un Francisco que ya no es el mismo, soy apenas un sepulcro blanqueado.

Sin embargo, así como la vida me hizo trampa, insistió en que sería un ser excepcional que cabalgaría en su negro corcel y cambiaría el mundo, hoy es mi turno de hacerle trampa, nada raro en la especie humana y tengo la bellísima oportunidad de aparentar ser un vejestorio pero es mi alma la que debe buscar irse a la tierra llena de gloria, de pergaminos que el destino da, pues  en la vida solo se trata de ser mejores personas cada día, no importa lo espeso o ralo de mi sangre sino que, haya un propósito, que cada renglón que mi vida escribe sea con tinta azul o roja pero que imprima en el otro, respeto, que calque apenas un poco de solidaridad, que deje una marca indeleble de que vine a este mundo a dejar una sombra de un ser humano en el caliente asfalto reacio a aceptar tales errores ¿Errores?

Claro que ser una persona que palpita sangre chirle o espesa no es lo que importa a un planeta básicamente esquizofrénico, sicópata, bipolar; me imagino al siquiatra de planetas atendiendo a cada uno de ellos, el primer paciente es Mercurio y cuando el médico pregunta el motivo de la consulta, responde que siente bochornos, que no soporta los calores, que no sabe si es la menopausia o qué, es el siquiatra quien le extiende una receta de hormonas para amainar esos arrebatos, esos calores.

Llega el turno de Venus, es el siquiatra quien saluda a Venus, algo apenada le dice que le tiene envidia a Mercurio, que ella quisiera sentir esos fogajes y arder de pasión, el médico universal no puede ocultar una pícara sonrisa; el turno es para la Tierra, su ansiedad es manifiesta, hay una marcada tensión en su rostro; el siquiatra acostumbrado a ver tantos trastornos de personalidad no se inmuta, al preguntar al paciente Tierra por qué consulta, ésta le dice que ni ella misma se aguanta, que un día está feliz y por la tarde la invade una tristeza, que quisiera salir corriendo, que se asusta de tantas muertes causadas, que sabe que todo lo que dice es mentira y que ya no quisiera vivir, que prefiere el suicidio ante tanto  sufrimiento; es el médico de la galaxia quien le dice que la dejará ingresada en el hospital siquiátrico y que quizá su ingreso vaya para largo, eso no parece importar a la paciente Tierra.

Pasan los demás planetas y llega el turno a Plutón, quien tiritando del frio le dice al médico que quisiera más calor, que ya no soporta esas gélidas temperaturas, que anhela recibir un abrazo de Júpiter, que la haga sentir la mujer que es.

No creo que mi vida sea ni la de Mercurio ni la de Plutón y menos la del planeta Tierra Roja, me basta con no ser tan  bueno ni ser tan malo. No hay excepciones, todos somos peones que debemos volver a la misma caja, aun el rey, será nuestro compañero en el más acá.

*Médico salvadoreño