Un Bello Cometa

Su nombre fue, es y será princesa, era bella, bellísima; su risa iluminaba las oscuridades de los antros humanos, era bella, bellísima; debió nacer en Grecia y ser una diosa bella y hermosa en la tierra de Inestroza; era un bello cometa.

Por Francisco Parada Walsh*

Todos la admiraban, algunos sentían admiración, otros, envidia; un día nadie supo de ella, todos preguntaban dónde está la princesa; pensaron que estaría en un reino lejano, que quizá un jeque meque se la robó y vivirían felices para siempre como en los cuentos; pero no, no fue un jeque el que se la robó, fue un diablo que aprovechando su amistad y carisma decidió tomarla a la fuerza y llevarla al inframundo, ella lloraba pidiendo auxilio, los que lograron escucharla recuerdan que gritaba: “El Salvador, no me dejes, soy tu hija, no permitas que me hagan daño, demasiado dolor,  El Salvador, sálvame, quiero ir a casa, esta fosa no es mi casa”; era un bello cometa, bellísimo, solo que se equivocó al nacer, nuevamente, merecía lo mejor y un país entero le dio la espalda; ese país tiene un nombre único, se llama El Salvador,  ese país que no se salva ni a sí mismo es  cosa aparte,  pero le tocó por destino el desatino de la vida de nacer en una tierra donde no crecen mazorca sino brazos, que no hay metales preciosos sino algún diente que lleva el oro más bello y lloroso del mundo; no hay cultivos de girasoles sino que solo aquellas flores que los padres pueden sembrar.

Era un bello cometa, demasiado bello; a su paso dejaba una estela de amor, de compasión, de luz; y de tajo, un estado en estado de putrefacción es cómplice de que el cometa ya no brille; y yo, también soy cómplice, es un país entero que es cómplice por más golpes de pecho que nos demos ¡Somos COMPLICES!  Siempre, siempre en mi vida, antes de hacer algo bueno, malo o feo  me pongo en los zapatos del otro, siempre pienso cómo debo tratar a un paciente, entiendo que recibí una educación algo falsa, alineada a mentirme pero en mi casa me enseñaron a respetar, a ser amable, a no joder a nadie y si en este momento un país calla y prefiere pasar el canal, nada de lo que suceda a los suyos debe extrañarlos porque así, como un estado en mal estado no le importa la vida de un joven y como prójimo, sigo los pasos del gobierno, no merezco un buen derrotero, no merezco cosas buenas por ser una persona que soy incapaz de entender a la madre del bello cometa.

Un Bello Cometa, todos iluminan mi cielo, cada cometa, con su fulgurante luz me guía por las sendas de la búsqueda, ellos saben que, poco a poco todo se sabrá, todo. Bellos cometas, cumplieron su misión, y poco a poco debe la justicia divina empezar a cercenar cabezas, es que cercenar cabezas no solo lo hace el diablo sino que Dios también, y debe, quizá, que sea el diablo que con su tridente les puye el trasero por la eternidad a cada persona que prefirió callar, que por, apenas un dinero y lograr trabajar para ese estado, ser esa miseria humana que recibe un cinco de un gobierno y permitieron que las hijas e hijos fueran arrancadas de las entrañas de sus madre; de una sociedad ciega, sorda y muda; de una multitud que decimos ser sociedad, de un país, que no es país, quizá sea la cárcel más grande del mundo donde aún, siendo libres, no podemos huir, sea por la pobreza, por ese karma de nacer y morir en estas tierras curtidas de sangre, un país que se retuerce como trapeador sucio y no es lodo lo que escurre, escurre sangre, y bellos Cometas.

Poco a poco la luz se vuelve tenue, un país entero va quedando a oscuras, todos ciegos, todos chocando entre sí, todos muertos en vida, todos fallamos, todos fallamos a lo mejor de un país, a los jóvenes.

Todo queda a oscuras, todo, muchos quieren encender sus almas pero no pueden, no tienen almas, no tenemos almas. Somos la oscuridad. Ustedes, Bellos Cometas cuiden a los suyos, solo a los suyos, no merecemos su luz, merecemos las tinieblas por siempre.

*Médico salvadoreño

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