Los Rolling Stones, sin Charlie Watts, con la mística de siempre

En un estadio ultramoderno y en el marco de la No Filter Tour, la banda británica demostró que sigue siendo la misma aplanadora de aquellas presentaciones en Buenos Aires en 1995.Con el emotivo recuerdo dedicado al baterista fallecido, quedó la sensación de que esta gira, que con algunas escalas y segundas partes podría llegar hasta mediados/fines de 2022, vendría justo para festejar los 60 años y dar las hurras para siempre. Este 17 de octubre, además, se cumplieron precisamente 60 años de aquel reencuentro entre Jagger y Richards en una estación de trenes que cambió el curso de la historia.

Son 60 años desde el día en que Jagger y Richards se volvieron inseparables. Charlie estuvo casi todos esos años y se fue en agosto. Sus amigos lo recuerdan apenas se apagan las luces. Suenan algunos de sus beats mientras se suceden diferentes imágenes/momentos de su carrera junto a los Rolling Stones. Cuatro pantallas verticales que serán el apoyo visual de las 50 mil personas que se despliegan a lo lejos en el nuevo megaestadio de la ciudad, acercan a esos seres chiquitos que son tan pero tan grandes.

Sin confirmación oficial –¿quién se molestaría en confirmar una efeméride?— la elección original del show en Los Angeles coincide con una fecha casi patria para los Stones. El que originalmente iba a ser el único show, el domingo 17, terminó siendo el segundo, porque debieron agregar una fecha para cubrir la demanda y fue el jueves 14. Pero antes de entrar en el terreno de lo sucedido en la primera jornada, la referencia a la fecha elegida.

El 17 de octubre de 1961, ahora mismo hace 60 años, Mick Jagger y Keith Richards se reencontraron en la estación de trenes de Dartford, con 18 y 17 años respectivamente. Habían compartido la primaria de los 7 a los 11, hasta la mudanza de los Richards a otro barrio. Mick estudiaba en la London School Of Economics y Keith en la Sidcup Art School. Pero ambos amaban el Rhythm & Blues. Química espontánea. En una carta de la época, incluida en su autobiografía, Keith le contó de ese encuentro a su tía Patty.

“Tiene todos los discos de Chuck Berry, él y sus amigos son fans del verdadero Rhythm & Blues: Jimmy Reed, Muddy Waters, Chuck, Howlin’ Wolf, John Lee Hooker” escribió Richards, quien además dejó escrito que su nuevo-viejo amigo “es el mejor cantante de R&B de este lado del Atlántico”.

Algo dirán al respecto el domingo, ya sea en la amena conducción de Jagger mientras revisan los discos que los eternizan en tantos corazones, o en el segmento donde Richards canta sus dos canciones de rigor, que siempre logran bajar la adrenalina y las expectativas expansivas de Jagger, y convierten estadios como éste en pequeños pubs donde es posible palpar su emoción.

(foto: Javier Andrade)

Lo cierto es que el jueves, en la primera noche en Los Angeles del No Filter Tour, el túnel del tiempo nos trasladó a las épocas en que las revistas hubieran matado por titulares tipo “Jagger le responde a McCartney”. Bueno, pasó. A Jagger no le gustó que Paul McCartney minimizara el aporte musical de los Rolling Stones en una reciente entrevista con la revista New Yorker, y lo atendió en público.

Lo mencionó como si estuviera entre las celebridades que andaban por el estadio y tiró un “después nos va a acompañar en un cover de blues”, sutileza a propósito de las declaraciones del ex Beatle, que llamó a los Stones “una banda de covers de blues” al comparar el repertorio de ambos grupos. Reavivar una polémica mediática con casi tantos años como ellos, en 2021, tiene su mérito. Hace una semana la polémica era la respuesta del puertorriqueño Residente, de Calle 13, al colombiano J Balvin, a propósito del reconocimiento que el Grammy Latino le da o no le da al género “urbano/hip hop/rap/trap”.

Es decir, ver que a Jagger le molesta que minimicen su marca, reactiva una discusión que supo ser de nunca acabar. ¿Vale más una obra inquieta, registrada en pocos años, que la longevidad de una banda impresionante en vivo, como los Rolling Stones? Probablemente después de horas y horas, se concluya en que la impronta Beatle es mas profunda, por amplia, por audaz, y porque impulsó a mucha gente a agarrar un instrumento.

Pero lo que los Stones le han dado al mundo rock en los 51 años que han pasado desde que los Beatles dejaron de existir, es tanto o más importante, porque agrega el condimento de la pasión, el ritual de los conciertos de estadio, y el sentimiento de pertenencia, amplificado por la proliferación de medios que fueron surgiendo en tantas décadas de actividad.

Con respecto a la disciplina necesaria para trabajar la industria del espectáculo, ese ciclo interminable que representa grabar, girar por el mundo, grabar, girar… los años de Beatles palidecen ante todos los hitos marcados por sus amigos/enemigos íntimos. De todos modos, hablar de rivalidad entre músicos que se conocen e interactúan desde muy chicos, es sólo un gesto para la tribuna. Al fin y al cabo, fue el propio Jagger quien los presentó cuando los Beatles fueron incorporados al Salón de la Fama del Rock’n’roll en 1988.

Esa disciplina nos pone hoy frente a la acusación de codicia que conlleva el careo a las verdaderas intenciones de los Rolling Stones al seguir saliendo de gira, ya no solo en medio de una pandemia que no se acaba nunca. Que la primera de estas 15 fechas de la gira por Estados Unidos se diera apenas un mes después de que el genial baterista de la banda se despidiera de este mundo tras haber anunciado una licencia para superar un período post operatorio, fue un golpe muy bajo.

Richards, siempre agudo y sintético en sus frases, lo dijo clarito ante el público angelino. “Es lo que hago”. En otras palabras, no puedo hacer otra cosa, hago esto, no puedo quedarme en mi casa, no sé quedarme en mi casa, soy músico, toco, grabo, viajo, es lo que hago, es lo que me gusta hacer.

Charlie Watts no quería que, por esperar su recuperación, sus amigos pospusieran la gira otra vez, como en 2020 por el Covid-19. Eligió a su reemplazante, el baterista Steve Jordan, ya con muchos años junto a la banda en giras y como parte del grupo de Richards en plan solista, y le dio su bendición y envió un mensaje de esperanza a la comunidad Stone.

Otro baterista histórico del rock británico, Nick Mason de Pink Floyd, resumió ese día 24 de agosto la sensación generalizada tras la noticia. “Qué tristeza perder a Charlie; Posiblemente el baterista de rock más subestimado; sin dar Master clases o publicar libros, sin solos, sin gestos de destreza gimnástica, sólo poniendo el sentimiento justo para la música. Pasear por todo el escenario está muy bien, pero limitar tu acto a sacarte el saco y colgarlo en la espalda de tu silla es particularmente Zen. RIP Charlie. Gracias por lo que nos has dado a los tantos que hemos aprendido viéndote”. Diez días después, Mason inauguraba en Los Angeles una exhaustiva muestra sobre Pink Floyd (bautizada “Sus restos mortales” y llena de objetos preciados por los que los coleccionistas pagarían fortunas).

Charlie cumplió 80 y se despidió, con la misma media sonrisa de toda la vida, siempre sabiendo algo más de lo que parecía saber. El dandy dijo adiós y quedó la sensación de que esta gira, que con algunas escalas y segundas partes bien podría llegar hasta mediados/fines de 2022, vendría justo para festejar los 60 de la banda y dar las hurras para siempre.

Se dé o no, lo que hay, hoy, es una banda renovada. Honraremos a Charlie y sus geniales 59 años de servicio todas y cada una de las veces que corresponda. Pero teniendo a Jagger y Richards en forma, cómo no van a seguir. Ver a los Rolling Stones a esta altura del mundo es una bendición, un golpe de suerte, un placer, un regalo del cielo. La banda es más o menos la misma aplanadora de aquel primer tour por Latinoamérica en 1995. Daryl Jones ha ganado unos cuantos kilos en el cuarto de siglo que lleva reemplazando al bajista Bill Wyman, pero sigue sonando espectacular, también se lo ve un poco más ancho al corista Bernard Fowler, pero ahí están todos, liderados desde las sombras por el eterno director de la banda, Chuck Leavell. Y ahí está Steve Jordan, un baterista muscular, con la amplitud de los que tocan jazz, pero que solo se suelta de a ratitos. Es una bestia que toca a un cuarto de su poderío –y le sobra.

Entre clásicos y momentos emotivos hubo un estreno en vivo, Living in a Ghost Town, el tema lanzando en plena pandemia. “Soy un fantasma /viviendo en una ciudad fantasma/ No voy a ningún lado/ Tanto tiempo para perder/ Sólo mirando mi teléfono/ Por favor que se termine/ No quiero quedarme varado/ en un mundo sin final” canta Jagger, e indica dónde la gente debe corear en masa. Su base reggae y su estribillo de cancha sonarían espectaculares en estadios del sur.

Lo que no tiene traducción es el precio exorbitante que se le pone a todo cuando se mueve una maquinaria así. Entradas que van desde $70 allá arriba, hasta $1000 frente al escenario y $500 apenas atrás. Para el show del domingo, en reventa pedían entre $1500 y $3000 por las de $500. El estacionamiento en el estadio, $60-$80; camisetas a $50, mangas largas a $125 y así, ad infinitum. Es un misterio que haya gente que salga con bolsas tipo shopping después de haber comido y bebido por otros probablemente $50.

Tras la apertura de unos minutos de golpes de batería de Watts y sus imágenes, después de que los Stones abrieran fuego con «Let’s Spend the Night Together», Jagger dedicó a su amigo un párrafo similar al de cada una de las noches previas. “Ver en pantalla las imágenes de Charlie nos trae muchos recuerdos, arriba y abajo del escenario. Seguramente ustedes también lo recordarán, por eso queremos compartir este momento y dedicar el show a su memoria. ¡Es para Charlie!”

Para la banda más grande, el estadio más grande

Antes que los Rolling Stones, la banda que hizo dos shows consecutivos en el estadio más grande del fútbol americano, y que los vendió además en cuestión de minutos, cosa que a los Stones les tomó varias semanas, fueron Los Bukis. El reecuentro de la tradicional banda romántica mexicana liderada por Marco Antonio Solís, tras una ausencia de 25 años, se agotó de un modo voraz. Desde el cielo, que es una de las particularidades de este novedoso estadio SoFi, los aviones que pasan incesantemente en pleno descenso hacia el aeropuerto internacional LAX, pueden ver las proyecciones que se decidan mostrar en el techo. En el caso de Los Bukis, fue el nombre de la banda con letras gigantes.

Desde su inauguración con una ceremonia virtual en septiembre 2020 hasta ahora, salvo estas dos bandas, los que han tocado lo han hecho una vez, porque 70 mil asientos son muchos para llenar. Un concierto benéfico en mayo, Deadmau5 y Justin Bieber en julio, The Offspring en agosto. Lentamente, el estadio se va convirtiendo en lo que pretenden que sea, “la mejor experiencia integral para los fans”. El SoFi es ultramoderno, técnicamente cerrado, pero construido de modo tal que corre aire porque son 5 anillos, dos para arriba llegando desde la calle (que sería el nivel 3), y dos para abajo, en un pozo monstruoso que llega a los 30 metros bajo el nivel del mar. Espectacular. Caben 70 mil personas, pero pueden ampliarlo a 100 mil con un sistema para agregar butacas en rieles que no se puede creer.

Tampoco es posible entender cómo, pero la estructura está construida previendo dos cosas tremendamente importantes. A poca distancia corre una falla que el día menos pensado puede generar un terremoto desastroso. Y también muy cerca está el aeropuerto, lo cual limita la altura posible de semejante monstruo. Entonces el techo, que existe, pero permite ver el cielo, los aviones, se apoya sobre columnas que están aisladas de la base de asientos del estadio… cosa de que, si la base se mueve de un lado a otro, el techo no se parta y caiga sobre la gente. Y el tema del aeropuerto lo resolvieron cavando ese enorme pozo que le da una onda coliseo, donde la música por ejemplo se disfruta casi como si fuera un anfiteatro al aire libre, porque corre aire, y suena como si fuera un estadio cerrado tipo de básquet, no como una cancha de fútbol. Ya se sabe que será la sede del Superbowl 2022 y de las Olimpíadas de 2028 y se especula que estará en la discusión de sedes de la final del mundial 2026. Costó casi 6 mil millones de dólares y ahí juegan los equipos de NFL de Los Angeles: Rams y Chargers.

Jagger preguntó si había fans de uno y otro equipo, pero hubo un silencio indiferente. En las tribunas había gente mirando un partido en sus teléfonos, pero no era de fútbol americano. Eran los Dodgers, que estaban eliminando a sus archirrivales de San Francisco, los Giants, para avanzar a las finales del béisbol MLB. Por eso le respondieron a los gritos: “Let’s go Dodgers!”.

La lista de temas

  1. Let’s Spend the Night TogetherPlay Video
  2. 19th Nervous BreakdownPlay Video
  3. Rocks OffPlay Video
  4. Get Off of My CloudPlay Video
  5. Tumbling DicePlay Video
  6. Ruby Tuesday(by request; first time since 2016)Play Video
  7. You Can’t Always Get What You WantPlay Video
  8. Living in a Ghost TownPlay Video
  9. Start Me UpPlay Video
  10. Honky Tonk Women(followed by band introductions)Play Video
  11. Connection(Keith Richards on lead vocals)Play Video
  12. Slipping Away(Keith Richards on lead vocals)Play Video
  13. Miss YouPlay Video
  14. Midnight Rambler(with «Come In My Kitchen» snippet)Play Video
  15. Paint It BlackPlay Video
  16. Sympathy for the DevilPlay Video
  17. Jumpin’ Jack FlashPlay Video
  18. Encore:
  19. Gimme ShelterPlay Video
  20. (I Can’t Get No) Satisfaction

Fuente: Página/12

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