¿Qué va a llevar mi niña?

Todo sucede en un mercado llamado El Salvador de Qué. Un lugar morboso, hipócrita, mentiroso e indolente. Escribo con el mayor respeto para cada lector.

Por: Francisco Parada Walsh*

Si lo que escribiré fuera mentira, que caigan a mi persona, fuegos y centellas, pero este país más parece un mercado “Tepito” donde encontramos lo que nuestras bajas pasiones desean. Me encanta visitar mercados, desde los más arrechos a los sencillos mercados de pueblos y cantones; ver esa infinidad de colores, que zapotes por acá, granadillas en este canasto, alboroto en esta venta, jocotes corona sin ser reyes en esta vianda; me fascina visitar mercados.

Pero este mercado en que vivimos ofrece lo peor de una sociedad, regala como algo único el dolor, el hambre, la miseria, la desaparición, la migración, la castración y todo lo que una mente cochambrosa pueda imaginar.

¿Qué va a llevar mi niña? Aquí le tenemos muerte, en este huacal hay desapariciones, mire mi niña, me acaban de traer la lista de todos los que se fueron al norte ¡usted solo pida! Si esto fuera algo irreal sería quizá Picasso quien escriba estas líneas pero entre lo irreal y surreal no hay un espacio para entender que todo lo que anteriormente narré, es nuestra dolorosa verdad.

¿Qué cosas buenas suceden día a día en este país?: Debe el lector responderse; en mi mundo, a pesar de estar lejos, lejísimos de la capital del pecado no hay segundo donde no sepa de una persona desaparecida, sea una joven o un joven;  el lector entiende que estamos en las grandes ligas de la maldad donde la prostitución infantil es cosa del pasado; el tráfico de drogas que en un tiempo era algo que aparecía en la primera página de un periódico, ahora ni siquiera nos asombramos.

Lo normal es llegar a un mercado a traer frutas frescas, deliciosos vegetales y lo que nuestra vista capte, pero llegar al mercado del terror donde usted pide las bajezas más asquerosas de una sociedad solo es un reflejo de nuestra decadencia ¡Una sociedad enferma en cuerpo y alma! No logro entender cómo hemos llegado a esto; todo sucede frente a nosotros pero pareciera que estamos y no estamos, que vimos y no vimos, se roban a nuestras niñas frente a nosotros, nos desaparecen a los jóvenes, nos roban el futuro y un país entero calla.

Lamentablemente o por desgracia de aquellos, que ahora, cual próceres de esta vergonzosa tierra se escudan en el patriotismo más falso que este país ha tenido, desconocen, no tienen la menor idea de lo que es despertar a este monstro latente, a esa bestia que balará cual cabra del diablo queriendo devorar a inocentes y culpables; no es sano lo que vive esta sociedad, somos pequeños sicópatas que pensamos que todo marcha bien, que escuchamos una voz que nos dice que matar está bien, que mentir y robar es lo más normal en esta trastocada sociedad; aparte de ver cómo nos desparecen a lo mejor de una sociedad también frente a nosotros desparece el futuro, desaparece un país, y aun, preferimos seguir agachando la cabeza; me aterra cuando leo sobre colegas que prefierieron trabajar el 15 de septiembre en sus clínicas privadas  antes que exigir sus derechos, claro, importa más el dinero, dinero que en meses no existirá.

Quizá la dignidad deje algún rastro pero no, se busca cualquier excusa para no entrar en ese mercado, no, se vive ausentes de dolores, pero no de placeres y quizá uno de los pocos placeres que se viven en esta tierra sean apenas hacer un par de reales, eso es todo.

Mi sueño surrealista  será que la vendedora grite con todas sus fuerzas: ¿Qué va a llevar mi niña? Le tenemos cortes de dignidad, aquí tiene voluntad, bien fresquita está la honradez,  ¿Cuánto le doy? Ese es mi sueño, ese, donde todos podamos comprar un país mejor, una tierra que escurra agua azul y blanco y nunca más una gota de sangre. Y debemos entender que en ese mercado del mal también se mata de hambre, de enfermedad, de miseria, de corrupción.

*Médico salvadoreño

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