Mi nueva Vida Comunista

Por: Francisco Parada Walsh*

“El Comunismo es un sistema social sin clases con una forma de propiedad pública de los medios de producción y con la plena igualdad social de todos los miembros de la sociedad (rebaño o conglomerado)”. De pronto tuve que mudarme a otro lugar, como las serpientes que mudan su piel y la abandonan así me fui a vivir a un sencillo caserío, de esos lugares olvidados por el mundo que solo aparecen en el mapamundi cuando vienen las elecciones y a veces ni esto es suficiente para tomarlos en cuenta.

Soy un extraño, algunas familias han sido mis pacientes y son las únicas que me conocen, trato de hacer una inmersión en la comunidad respetándola, como debe ser sin embargo hay algo que resalta pues en el cantón Las Pilas se podría decir que las clases sociales se viven, está la clase alta, la clase media y la clase baja a diferencia de mi nuevo puerto que todos somos pobres, todos y qué hermoso ver al pobre compartir lo poco o la nada que tiene a diferencia de los otros sectores sociales donde nadie da algo a menos que obtenga algún beneficio.

No entraré en definiciones astrales del comunismo ni será Marx mi modelo de vida sino que es ese comunismo donde los medios de producción están en beneficio de todos y no de unos pocos. Recientemente un amigo me regaló una bolsa con tomates y chiles verdes, todo cultivado por él; una vecina me invitó a almorzar una sabrosa sopa de res que disfruté al máximo pero sobre todo la amistad de la familia, son seres maravillosos que siempre están prestos a servir; fui a comprar tortillas y regalé unas quince tortillas a una joven que llegó tarde a la tortillería y de a poco me fui dando cuenta que todo se comparte y lo que tiene uno lo tiene el otro, y sobre todo esa fe por un futuro mejor a pesar de las francas adversidades.

Decidimos visitar el cantón Las Pilas y con las personas que me acompañaron pasamos por la cantina del pueblo y lo que más me alegró es que hasta el guaro se comparte, el buen vecino compró una botella de “Venado” Light y decidí agarrar del buche al venado y en segundos esa botella hacía efecto en mi trastocada mente, todo se comparte, nadie es más, nadie es menos; así se vive en comunidad, es una vida hermosa donde el cobro de mi consulta se reduce a un “gracias” o a recibir un fresco vegetal.

Nunca había entendido ese sentimiento de compartir, en mi mundo creía que era “una buena persona” sin embargo cada día aprendo más del pobre, de ese pobre que en El Salvador no sabemos que existe; siempre la olla de frijoles, el chile, las tortillas y el café prestos a llenar una de los estómagos del pobre, apenas uno pero ese pobre se va feliz pues venía de trabajar y no tenía qué comer, pasó por la casa de Jesús y con cosas sencillas fue la Virgen María quien le preparó el almuerzo, se sació esa hambre que pocos sabemos que existe; recuerdo a mi tata cuando decía: Ustedes no saben lo que es tener hambre, ustedes dicen, “hay no, lo mismo de ayer, mejor como tal cosa”, esa no es hambre y después de tanto tiempo conozco a ese pobre generoso, dadivoso que comparte todo lo poco que tiene y a eso llamo mi vida comunista donde no puedo quedar afuera sino ser parte de una comunidad que a pesar de la marcada pobreza se comparte todo, todo; nadie sufre hambre, nadie.

Dudo que en la capital del pecado toque una puerta y ruegue por un plato de comida, muy raro que tan solo me abran la puerta y menos que me regalen comida. Quizá estas líneas sirvan para que aquella comida que guardamos y que no sé qué esperamos para regalarla sacie el hambre del vigilante, del recogedor de basura, del preferido de Dios.

*Médico salvadoreño

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