Somos los Ochenta mil muertos…

Por: Francisco Parada Walsh*

Es un deber de una sociedad civilizada guardar el mayor respeto por los acontecimientos trágicos que sufre una nación y por cada uno de los fallecidos, nuevamente aparece esa trillada pero certera frase: “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, frase atribuida a Napoleón Bonaparte y posteriormente a Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana. Recuerdo mi adolescencia cuando hubo una ofensiva en 1981, vivíamos cerca del cuartel san Carlos y ver un enfrentamiento entre guardias y soldados contra guerrilleros quizá solo en películas de héroes inventados vale la pena verla, eso es terrible, luego aquel cateo casa por casa, los fusiles calientes de tanto disparo y ser joven ya era un delito.

Si algunos milenios creen que una guerra es como bajar una aplicación de Play Store y que lo peor que me pueda pasar es que pierda está totalmente equivocado. Decir que la guerra fue una farsa es el mayor insulto a esa gente, casi en su mayoría de estratos rurales que nadie sabe dónde están ¿Quisiera la madre de un joven médico que cree tener el mundo en la palma de la mano que su hijo sea desaparecido, torturado y que sirva de alimento para los zopilotes? ¡Esa es la guerra por Dios! Cada lunes íbamos a San Sebastián a traer a la empleada que cuidaba a mis dos sobrinas, llegamos al pueblo y de repente giro la mirada hacia un poste de energía eléctrica y habían colgado una cabella desollada con una tajada de sandía empalada con una estaca en la boca ¡Esa es la guerra por Dios! En esa carretera Panamericana por el kilómetro 24 antes de llegar a San Martin había un basurero, famoso por ir a tirar cuerpos, sin embargo pude contar 26 salvadoreños asesinados por los escuadrones de la muerte, macheteados, torturados con lujo de barbarie ¡Esa es la guerra por Dios! Tener una Biblia ya era una persona adversa mientras en mi casa habían papelones dónde se debía de poner los choques eléctricos por el famoso G2 ¡Esa es la guerra por Dios! Tener que estar en casa antes de las siete de la noche pues empezaban a explotar bombas, a derribar postes por parte de la guerrilla, todos sabíamos que era obligación estar en casa ¡Esa es la guerra por Dios! Un sábado por la tarde con mi hermano Vicente Villalta y  otros amigos decidimos ir al cine Colonial, hoy ese lugar lo ocupa un casino con el mismo nombre, mientras íbamos a ver la película de las 3: 45 p.m. fuimos detenidos con lujo de barbarie, nos acusaban de ser guerrilleros, que habíamos consumido marihuana mientras nos apuntaban con esa arma tan destructora como es el G3, la boca se seca, uno se escapa a orinar; las patadas zumbaban y toda la gente viendo sin poder hacer nada, luego de tanto joder les hice ver que se arrepentirían de lo que habían hecho pues mi cuñado era capitán del Ejército Salvadoreño, pidieron disculpas y se marcharon ¡Esa es la guerra por Dios! Recuerdo cuando fui a visitar a mis padres a Usulután, me fui en Bus, no sé por qué de los dos soldados totalmente ebrios que abordaron el bus uno se fue a sentar justo en mi asiento, me dijo que lo debería llevar a un centro turístico conocido como “El Palo Galán” que de galán ¡no tiene nada! luego al cine para terminar en una cervecería rodeado de mujeres, le hice ver que no era originario de Usulután y que no conocía a lo que él respondió: “Sabés cuantos tiros agarra este cargador, treinta, ¿Querés que te los deje ir en ráfaga en el pecho? ¡Esa es la guerra por Dios! Pudiera escribir libros sobre lo duro que fue para mí la guerra civil, no hago mención cuando tanto la guerrilla como el ejército combatieron dentro de las instalaciones del Hospital Santa Teresa, quizá demasiado duro, durísimo ver morir a tanta gente para que un ignorante diga que la guerra fue una farsa.

Para ser presidente de “un país bananero” como dijo George Walker Bush se le debería hacer un examen de historia básica al candidato a presidente, preguntas sencillas como ¿Cuáles son los departamentos del Pinochini de América?, ¿Qué son las tierras ejidales? ¿Causas del conflicto en 1932,  de la guerra civil de 1980-1992? ¿Cuántos colones tienen un dólar? ¿Cuánto vale un tambo de gas con subsidio y sin subsidio? Y otras más. Si hacer estas preguntas genera una parálisis facial ante el enorme esfuerzo y estrés ante tan desdichado cuestionario no es apto para ni siquiera ser salvadoreño.

Todo es un plan que parece que no tiene sentido pero el objetivo que se persigue es olvidar la historia, hacer creer a los jóvenes que no hubo guerra y porque difícilmente se tomen el tiempo en averiguar tal dura situación seguirán creyendo que no hubo guerra, que todos revivieron, que todo fue una mentira ¡Una farsa por Dios! Por esos ochenta mil muertos o más, por su sangre, por sus vidas que debemos luchar por un mejor país. Recuerdo que en el 2014 di clases por última vez a un grupo de médicos en servicio social y en tono serio pregunté si sabían de la guerra civil, de 33 médicos nadie sabía que hubo un manicomio llamado El Salvador donde hermanos se mataban con hermanos, nada diferente a lo que vivimos hoy en día.

*Médico salvadoreño

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