La prostitución de la medicina y otros

Francisco Parada Walsh


No es un tema del agrado de algunos colegas sean éstos muchos o pocos pues la franca alusión a sus fechorías resalta y resulta en ámpulas pruriginosas en sus ánimas. El médico globalizado y deshumanizado atraviesa una cuerda floja teniendo en un extremo las máximas distinciones y la deplorable auto suficiencia y en otro extremo tenemos al médico hambriento, miserable, pícaro, sin escrúpulos (Inclúyase al médico con éxito profesional y al médico sin éxito profesional).

¿Cómo saber que usted amigo lector cayó en las garras de un médico que poco le importa prostituir el arte más bello del Planeta Tierra Roja?: Aquí entramos al redil justos por pecadores; cuando usted lee un maltrecho rótulo que dice: “Consulta a tres dólares”, “Ultrasonografías a diez dólares”; poco queda por hacer pues cuando el conocimiento y el talento se venden a tan poco costo y poco importa brindar una consulta ética y honrada estamos como sociedad cayendo a un despeñadero, no hay vuelta atrás.

¿Qué esconde el “Médico prostituta”?: Maldad pura, no hay ignorancia ni buenos deseos, esa maldad hace que el paciente ingenuo y sencillo caiga en sus redes y con el anzuelo de un precio totalmente irreal poder sacarle hasta el último centavo, el fin del “Médico prostituta” es que entre a su consultorio, el festín empieza, hay que inventarse algo, hay que hacer creer al paciente que tiene fiebre, que la dolencia es de vida o muerte, que necesita antibióticos caros que deben ser comprados en la “Clínica prostíbulo”, que debe ser ingresado; hay que meter miedo, forzar a que al paciente se le ponga un suero de $ 2.97 y una vitamina colorada llamada Rojamina a un precio de $ 3.61; el “Médico prostituta” crea una necesidad inexistente y hace creer al paciente que ese suero vitaminado casi es un elíxir divino a un costo real de $ 6.68 cobrándole al paciente 75 pesos más el costo de medicamentos que el paciente jamás necesitó; el paciente sale del consultorio turbado, mordió el anzuelo y ese engañoso rótulo que ofrecía una consulta a un precio irrisorio da sus frutos, esos 3 dólares se convirtieron en 150 dólares salvadoreños o más.

¿Cuál es mi opinión personal del “Médico prostituta”?: “El perico donde quiera es verde” dice el dicho, si uno es un médico honrado tarde o temprano se sabrá y si uno es un “Médico prostituta” temprano o tarde se sabrá, la competencia es buena pues el beneficiado es el consumidor llámese para algunos clientes y en mi caso les llamo paciente con nombre y apellido.

Pero ¿Será que para atraer pacientes debo regalar mi trabajo?: Esa es mi santa y personal decisión pero debe haber una actitud cristalina que lleve como único objetivo el bienestar del paciente.

¿Cuál fue mi forma de cobrar en un inicio cuando abrí mi clínica-changarro-museo-boutique?: “Lo que sea su voluntad” pues no se vale que un pobre joda a otro pobre como es mi caso.

¿Qué ejemplos vividos y contados por conocidos míos, por el “Médico prostituta gourmet”?: “Debo pagar el carro”, “Tengo que ir a bucear a Roatán”, “Soy perfecto”, “Quiero comprar un rancho en la playa” y su bajeza es tan grande que presume su vehículo o motocicleta europea en las redes sociales, pésima plataforma para lucirse. El “Médico prostituta high life” es aquel que a pesar de llegar un pariente mío a pasar consulta es la secretaria quien protege al pícaro bajo el anonimato, sí, ese que no tiene la educación ni la caballerosidad de acompañar a mi pariente hasta la puerta y no cobrar como se debe hacer con el pariente.

¿Será que 30, 50 o 100 pesos me cambiará la vida?: A mí no, al “Médico prostituta” sí, el pobre diablo está feliz, tiene dinero que jamás debió cobrar si su moralidad fuera de libre tacha.

¿Qué pasa cuando un médico pierde su moral?: Nuestra salud no tiene garantes, quedamos expuestos a una red de mentiras e inter consultas que es difícil encontrar el hilo de la madeja, todo es entre médicos: “Tú me das, yo te doy”. “Yo te refiero a un paciente y tú me das un porcentaje de lo cobrado”, Casi obligar al paciente a comprar determinados medicamentos y recibir de la farmacéutica algún vale para cenar en un exclusivo restaurante o lograr algún viaje a una isla paradisíaca del caribe, es una trama que es difícil o casi imposible de desmarañarla.

¿Qué extremos he encontrado en la práctica del “Médico prostituta gourmet”?: Una conocida de otra conocida recibió una inyección de adrenalina en el corazón en un exclusivo hospital después de estar más de tres horas fallecida, costo de ese descarado robo: 1,100 dólares salvadoreños y sino paga no puede retirar el cuerpo.

¿Tan mal estamos?: Esto es sólo el principio y no hay argumento válido que sustente que por necesidades económicas hay que robar al paciente, no los hay.

¿Cómo trabaja el “Médico prostituta” en la zona rural”?: Indicando sueros colorados y desteñidos como un partido político a diestra y siniestra; vendiendo medicamentos a precios inconcebibles aduciendo propiedades casi milagrosas y el sencillo paciente aún se siente feliz de ser amigo del “Médico prostituta”.

¿Sólo en la medicina se ejerce la prostitución a altos y bajos niveles?: No, tenemos abogados que por cinco dólares hacen un traspaso de un vehículo, ingenieros mecánicos que cobran diez dólares por un cambio de aceite y afinado de motor, tenemos arquitectos que por unos reales o migajas aprueban construcciones engañosas.

Pero ¿Qué de extraño tiene querer ganar unos reales para viajar, comprar carro o cenar en lugare exclusivos?: Nada tiene de extraño, nada, si partimos que un pobre diablo, pobre pobre y diablo diablo que se hizo parar por presidente siendo un delincuente se embolsó más de 351 millones de dólares en efectivo en las narices de los suyos y de los otros; si tenemos una asamblea que rebalsa de ladrones, ¿Qué podemos hacer?: No mucho, sólo queda ese sueño sabroso, esa paz en el alma de haber hecho lo correcto, de tener una conciencia en paz y no hacer ese fatídico cuadro mental de verse capturado en la boda de su hijo y ahora lucir una ropa blanca y roja y decir: “ A LOS MALACATES SE NOS ACABÓ LA FIESTA”.

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