Prevost continuará lo emprendido por Bergoglio.

Por: Ruben Montedonico Rodríguez.

Ante la elección de un nuevo conductor de la Iglesia Católica,
un sector periodístico de quienes trasmitían los actos vaticanos,
pese a señalar que el cooptado había nacido en Chicago, por sus
trabajos profesionales en Perú y hablar bien el castellano se lo
consideraba como el segundo latinoamericano en asumir la conducción
de la comunidad cristiano-romana.
Se me ocurrió que, en una reflexión ante esta situación, ese gran poeta
afrocubano que fue el camagüeyano Nicolás Guillén, escribiría “como
de un mar en diástole/como de un mar en sístole/como de un mar concéntrico/
de un mar como en sí mismo derramado”. Algo así, sucedió con la designación
de Robert Prevost y le fue trasmitido al mundo por la prensa. Advertido o
suponiendo el enredo, el propio Prevost se sumó al tema con algunas palabras
en español que intercaló en su primer discurso.
Por lo demás, tras “derrotar” a los apostadores que se inclinaban, mayoritariamente,
por el cardenal-canciller Pietro Parolin-blanco, europeo, italiano y cercano al
fallecido-, de acuerdo con los iniciales datos curriculares del entronizado,
Bergoglio ya había tratado (como especulación) como su eventual
futuro sustituto.
Por su parte, el coronado repitió que era un deudor de las enseñanzas
del argentino y que continuaría sus acciones, resumiéndolas en unidad,
defensa de la religión, diálogo con otras creencias y vinculación
estrecha con los responsables de las mismas, probidad,
aceptación de las uniones de LGTB y recuperación de los divorciados.
En otros repasos curriculares, se califica a Prevost como opuesto a toda forma
socialista, al aborto (y se puede suponer que a la eutanasia) y como le pasó,
asimismo, al suplido, hay quienes desde la iglesia y fuera de ella lo acusan de
haber solapado o haber desentendido actos delincuenciales de clérigos
violadores de menores (extremo sin comprobar).
Al asegurar que sigue los pasos de Bergoglio, el peruano-estadunidense no
ignora aquellas declaraciones de su predecesor en que afirmaba, en primer
lugar, “Es mejor ser ateo que alguien que va a la iglesia y después odia a todo
el mundo” -cita retomada por Sergio Zabalza- y la crítica dura al sistema
explotador vigente -coincidiendo con el descubrimiento de los Panamá Papers-:
“América Latina estaba buscando un camino, la Patria Grande, y de golpe (…)
está sufriendo bajo un capitalismo liberal deshumano”.
Prevost insiste en seguir los pasos dentro del catolicismo de convicción y culto que
se proclama como verdadero seguidor del mito de Jesús. El muerto es, según un currículo
suyo que circula ampliamente luego de su deceso, con el alias asumido de Francisco
 “apoyó una mayor inclusión de mujeres en la Iglesia Católica (actitud que extendió fuera
 de lo religioso), defendió valores de justicia social, tuvo un trato más acogedor con
las personas LGBT que los líderes anteriores, apoyó acciones para combatir el calentamiento
global, defendió a los migrantes y rechazó las políticas hostiles contra ellos”
En cuanto al diálogo con otras expresiones religiosas, el terreno que dejó está
más complicado; desde su conducción romano-vaticana, el difunto disparó
sobre el sionismo y Netanyahu; se apunta: “sería el único jefe de Estado
del primer mundo que se atrevería a pronunciar públicamente la palabra
‘genocidio’ para aludir a lo que ocurre en Gaza, el único en llamar ‘terrorismo’
a las acciones israelíes”, según sostiene Francisco Claramunt (Brecha, Uruguay).
Lo anterior no sólo pinta la sensibilidad del llamado Francisco, sino que deja el
camino de los diálogos interreligiosos heridos con los detentadores del poder en
Israel y con sectores mayoritarios del judaísmo, así como con algunos gobiernos
europeos -con autoridades declaradas católicas o no- que nada dijeron frente a las
atrocidades habidas en la Franja de Gaza. En este asunto me parece que la colaboración
de quien tuvo el peso mayor de las relaciones exteriores, el canciller y cardenal
Pietro Parolin, parece esencial.
Al ponderar el peso y la carga heredada por el nuevo líder, su asunción reiterada
de aceptación y continuidad de la misma, me parece -sin embargo- que el tránsito de
quien ya apodan como León XIV tendrá sus mayores complejidades en dos sentidos:
el de contribuir al cambio político -por ejemplo, acabando con la alternancia conservadurismo.
-progresismo en AL- y en la defensa de la justicia social condenando los actos de hostilidad
contra los migrantes y las deportaciones de éstos.
Más allá de toda discusión en los diálogos interreligiosos o la sordera acerca de los debates
sobre la existencia de dios y la trascendencia postmorten, las palabras de Bergoglio no ´
únicamente hablan de un “aggiornamento” de la Iglesia Católica con la actualidad, sino de
algunos juicios (que comparto, como otros). En Bolivia envió en mensaje en el que presagió
“ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.
Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en
su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas”.
Retomando sus dichos, advierte desde Bolivia: “mientras no cuestionen la política económica
o la política con mayúscula, se los tolera. […] Cuando ustedes se atreven a cuestionar las
‘macro relaciones’, cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un
planteo más integral, ahí ya no se los tolera. No se los tolera porque se están saliendo del corsé,
se están metiendo en el terreno de las grandes decisiones que algunos pretenden monopolizar
en pequeñas castas. Así la democracia se atrofia”.
El camino que dejó como herencia me parece que tiene valores más importantes que los
exclusivamente del culto, rituales. Cuando se refirió a situaciones actuales -es cierto, obvió
algunas- se detuvo para reflexionar y sostener su mensaje como ser humano. Haciendo de
lado diferencias de otro tipo, deploro la actitud de sus críticos conservadores, sean o no
católicos: aquí no cito al personaje por sus aportes a una religión sino por su aliento a
las mejores causas.
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