La violación de la mente(1)

Durante la Guerra de Corea, los comunistas chinos, tomaron prisionero al coronel Frank Hawse Schwable. Después de meses de intensa presión psicológica y degradación física, firmó una confesión. Esta sirvió como herramienta de propaganda.

Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*

El lavado de cerebro o “Hsi Nao”, es un ritual de adoctrinamiento, conversión y auto acusación que se usaba para convertir a los no marxistas, en seguidores sumisos del partido. Al debilitamiento sistemático de la mente consciente de una persona, se llama, menticida. Lo que se pretendía era quitar toda esperanza, toda anticipación y toda creencia en un futuro. Cuando la mente del prisionero mostraba demasiada resistencia, le daban narcóticos para confundirla. Si el cuerpo se derrumbaba antes que su mente capitulara, le daban estimulantes. A continuación, se entrenaba a la víctima, para que aceptara su propia confesión. Y en el interrogatorio, el acusado aceptaba su propia culpa impuesta.

Joost Abraham Maurits Meerloo, fue un médico y psicoanalista holandés estadounidense. En su obra “La Violación de la Mente: la psicología del control del pensamiento, la menticida y el lavado de cerebro”, publicada en plena guerra fría, en mil novecientos cincuenta y seis, sostiene que, en los totalitarismos, los hallazgos pavlovianos de la Teoría del Reflejo Condicionado, son aplicados para producir el condicionamiento mental y político de la sumisión. El reflejo condicionado es una respuesta manifiesta, a un estímulo que antes no la desencadenaba y que se adquiere por la coincidencia repetida de este estímulo con otro estímulo que normalmente sí produce la respuesta. El Hsi Nao demostró, que se puede condicionar a víctimas políticas más rápidamente, si se mantienen aislados en celdas o campos de prisioneros.

El habla humana, la lingüística, tiene gran importancia en el adoctrinamiento masivo.  El habla humana es una actividad reflejo condicionada. Patrones de habla y señales verbales, están al servicio del condicionamiento masivo por medio de la propaganda y el adoctrinamiento.

Meerloo asevera que, en los países totalitarios, es donde la estrategia pavloviana ha alcanzado proporciones dantescas, al grado tal que, el hombre pensante y subjetivo ha desaparecido. Otros dispositivos actuales, como instrumentos de intrusión forzosa en la mente, son el narcoanálisis y el hipnotismo. El lavador de cerebro totalitario, utiliza el alcoholismo y la drogadicción, para preparar patrones de sumisión mental. Igualmente, la hipnosis, sugestión mental intensificada, hace que las personas renuncien a su voluntad y reporten una extraña dependencia con el hipnotizador. El detector de mentiras, es otra herramienta de intimidación mental.

En cualquier sociedad, a través de la sugestión sistematizada, propaganda sutil e hipnosis masiva, la mente humana cambia diariamente. En toda cultura, se fomentan ciertas formas de pensar y actuar, modelando el carácter de sus ciudadanos.      De hecho, la sugestión continua e hipnosis lenta, a raíz de la comunicación masiva mecánica, promueve la uniformidad de la mente. Y los especialistas en el arte de la persuasión y formación del sentimiento público, pueden amasar la masa mental del hombre, con todas las herramientas de comunicación a su alcance.

La guerra psicológica totalitaria, se esfuerza en hacer propaganda e hipnotizar a la humanidad para que se someta. La artillería psicológica de Hitler se componía, principalmente, del arma del miedo. El miedo hace que el hombre este más dispuesto a someterse. Los campos de concentración, cámaras de gas, asesinato en masa y una atmósfera de terror, fueron útiles al servicio de su maquinaria de propaganda que infundía miedo.

Otra arma que usan los totalitarismos es, actuar de manera aparentemente irracional, la falta de lógica, confunde a los que piensan con claridad. El martilleo de argumentos y propaganda, es decir, la repetición y el condicionamiento pavloviano, agotan al individuo y pueden seducirlo, a aceptar una verdad que el mismo inicialmente desafío y desprecio.

Meerloo señala que el hombre tiene dos caras: madurez y libertad. El niño primitivo anhela una protección y una irresponsabilidad completa. El Yo maduro aprende a lidiar con restricciones y frustraciones. Pero el niño anhela golpearlas, abatirlas y destruirlas, sean objetos o personas. Los totalitarismos apelan a este niño confundido que llevamos dentro.

Las raíces psicológicas del totalitarismo, afirma Meerloo, suelen ser irracionales, destructivas y primitivas, disfrazadas de alguna ideología. En los totalitarismos, el ciudadano se vuelve dependiente y obediente como un niño. Renuncia a su individualidad a cambio de un sentimiento de pertenencia, de estar protegido, con sensación de alivio por la pérdida de sus límites y responsabilidades personales, con un éxtasis de ser tomado y absorbido por sentimientos colectivos salvajes e incontrolados y seguridad de ser anónimo.

Por otro lado, los líderes totalitarios sufren de una abrumadora necesidad de controlar a otros seres humanos y ejercer poder ilimitado. Esta es una aberración psicológica enraizada en sentimientos de ansiedad, humillación e inferioridad. Las ideologías que proponen, son dispositivos tácticos y estratégicos, a través de los cuales esperan alcanzar su objetivo final de dominación completa sobre otros hombres.

En los totalitarismos, se exige a los ciudadanos, un sujeción e identificación con el líder. Además, el ciudadano está continuamente vigilado y el chivo expiatorio, es parte de la estrategia totalitaria. Los líderes totalitarios gobiernan por medio de la intimidación. Elementos básicos de su estrategia son la insinuación, la calumnia y la denuncia. Las cárceles y campos de concentración, se construyen para provocar miedo y asombro entre la población. Las purgas y asesinatos, son parte del mecanismo de gobierno.

La formulación de grandes mentiras propagandísticas y consignas fraudulentas, adquieren una función especial al servicio del poder.      La tarea del propagandista totalitario es, que los ciudadanos miren el mundo, a través de la niebla de las consignas oficiales y desarrollen un sentido automático. El condicionamiento pavloviano a palabras especiales, fuerza a las personas a un pensamiento automático atado a esas palabras. Los totalitarismos tienen que fabricar un lenguaje de odio, para despertar las emociones de las masas.

El dictador totalitario transforma el aparato de “justicia” en un instrumento de amenaza y dominación. Los tribunales y el poder judicial, son utilizados como herramientas de control del pensamiento. Igualmente, el derecho del congreso a investigar y proponer legislación sobre la base de dicha investigación, puede tener un efecto coercitivo en la ciudadanía.

*Psicólogo salvadoreño

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