Jorge el pobre, Francisco el rico

Existen dos personas en mí, no sé cómo pudo suceder, no me transformo en uno o en el otro, simplemente existen.

Por: Francisco Parada Walsh*

Al parecer mi segundo nombre es en honor a San Francisco de Asís, totalmente alejado de mi realidad, lo menos que soy es santo y lo único en común con tal santo es el amor por los animales; mi  primer nombre creo que fue en honor a San Jorge pero ¿Qué milagros hace el santo San Jorge? Cuenta Wikipedia que “La Leyenda Áurea relata tanto el martirio como los maravillosos milagros del Santo.

Pero quizá lo que ha calado más en la gente de todo el mundo es la leyenda en la que el Santo Caballero venció al dragón salvando a la princesa de sus fauces y a toda la ciudad de Berito de la terrorífica bestia”.

Ni por cerca he salvado ni a princesa alguna ni he derrotado a un dragón, lo que hay entre Jorge y Francisco es una dicotomía, Francisco o “Pancho” como me llama mi familia y amigos es que a este individuo le gusta la buena mesa, lucir elegante, vivir en la playa y otras cosas más que dejan al descubierto a un hombre, o a un hijo cuya madre le decía “Naciste para ser rico”, estoy seguro que nadie me conoce mejor que mi madre.

Esa fue mi vida, jamás pensé en un retiro, nací retirado y en esa confusión aparece Jorge, el amante de los animales, el que un día creyó en los votos de pobreza, castidad y obediencia ¿Tan loco estaba Jorge? ¡Por supuesto! Y quien vive y muere en este paraíso es Jorge, no es Francisco, que de vez en cuando le toca a Francisco tomar vino que en vano limpia mis venas, una buena lasaña, libras de carnes y cervezas coronan la fiesta; aún, a pesar de la abundancia de escasez no dejo de tener una buena mudada, como la serpiente, esa que le llamo “la de reír y llorar”.

Siempre hay alguna vianda sea congelada o lista para entrarle pero aparece Jorge, ese que ama a los animales, que le encanta detenerse a conversar con sus vecinos, que siente una gran felicidad cuando lo invita otro pobre a almorzar, que regala las medicinas, que si se le ocurre no cobrar un honorario médico no lo hace, que realiza largas caminatas con la pandilla de perrunos, que tiene que pedirle permiso a los diez gatos para que le hagan un campito en la cama y al día siguiente es Francisco quien llega al restaurante más elegante, que conoce los nombres de las personas que lo atienden, que deja altas propinas, que usar trajes italianos era lo cotidiano, así ha sido mi vida.

El retiro fue una decisión personal que aún no sé qué me depara, decidí vivir retirado del ego, de la vida glamorosa, de ese falso poder que inhalamos y nos perdemos; es Francisco quien ha estado tan cerca del poder, quizá será en otra vida que tomaré el poder, por el momento ni los gatos me hacen caso sin embargo los dos mentores que he tenido en mi vida han sido personas años luz en sus capacidades intelectuales e inmensamente ricos.

Vale la pena traer a esta realidad una experiencia que tuve con Don Ulises Flores, conocido como “La Pepa” Flores, padre del ex presidente Francisco Flores; él tenía un mapamundi en su oficina, ya cuando su hijo terminaba el quinquenio le dije que quería irme del país, Francisco se miraba en Milán, en Paris, en alguna universidad estudiando algo que nuestros menús de profesiones no ofrece y es Don Ulises quien me pregunta: “¿Y qué diablos quieres? Le respondí: “Dele vuelta al mapamundi, a donde caiga su dedo, ahí me iré, no importa si ese país se llama el fin del mundo, pero me voy, no quiero seguir acá”.

Nada pasó ¡ni siquiera al fin del mundo pude ir! siempre cerca del poder, siempre; ahí no existía Jorge, era el ego de Francisco, así me criaron, en las mejores academias de Estados Unidos, quizá nunca reparé en lo que mis padres invirtieron en mí; ahora es Jorge quien es sometido por la imposibilidad de ir al mar, de no andar dinero en efectivo como quisiera; recuerdo que vivía en la mar, solitario, solo mi caña de pescar sueños me acompañaba, a veces pescaba un pez boca colorada, a veces solo lograba apenas vivir un sueño.

“Café Sunzal era mi cancha, eso fue hace veinte años, ahora Jorge apenas tiene para dar de comer a las pandillas gatunas y perrunas; tengo treinta años de vivir retirado, no sé cómo esta fotosíntesis me permite seguir dando guerra, quizá ya es tiempo de paz, de tranquilidad, de entender que la vida ha sido generosa conmigo, demasiado; ahora, si la vida me da limones, hacer limonadas.

*Médico salvadoreño

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