Jorge conversa con Francisco. (Parte 1)

Hablar de nuestro pasado cargado de dudas, incertidumbres, traumas, pesares, frustraciones no es fácil, generalmente el ser humano vende una imagen de perfección, de seres exitosos,  casi perfectos.

Por: Francisco Parada Walsh*

Sé casos de médicos que le han dicho a sus madres ¿Verdad que soy perfecto? Yo debo decir todo lo contrario ¿Verdad que soy imperfecto? Y debo responderme ¡Claro que lo eres! Siempre he dicho que nací sabio, era un ser lleno de amor, de seguridad, de conocimientos, de felicidad; en la medida que crecía poco a poco fui perdiendo todo ello y dejé la felicidad para vivir en infelicidad, olvidé lo aprendido y ahora soy un ignorante, no puedo ser más inseguro y cabe poco amor en mi vida a pesar que  de los animales  he aprendido a amar, a gozarlos, a disfrutar el silencio y contemplar esas miradas de amor, es lo único, poco a poco me acerco a mi ocaso, a mi muerte y debo sacar de mi alma qué pasó en mi vida, no es fácil abrirse, no, eso es de locos, al contrario, entre mi imagen sea de perfección y de silencio, sé que seré aceptado por una sociedad que no me enseña nada, absolutamente nada, hedonista como pocas y falsas, como todas.

Debe Jorge preguntarle a Francisco cómo fueron los años de estudiante, hablemos del bachillerato; sé que Francisco debía encajar, era lo normal en un aula llena de tantos comportamientos y qué mejor que estudiar, claro, había una presión de mi padre para que fuera ese perfecto que nunca fui; hubo un liderazgo de parte mía, ni sé por qué creyeron en mí, no lo merecía y así caminé ese trecho de la vida, quizá nunca me pregunté a qué vine a este mundo, aun, en este momento no sé la respuesta; fui un estudiante quizá arribita del promedio, segundo o tercer lugar; solo una vez pude derrotar a mi gran amigo Dr. Y Licenciado Rafael Merazo, de ahí eran vapuleadas mensuales, sin embargo ese efímero triunfo nos unió; debo ser perfecto y qué mejor que seguir los pasos de mi padre, ser un médico perfecto; la universidad era un mundo totalmente desconocido, solo que en este momento creo que debí disfrutar más ese ambiente, recuerdo esos vientos de octubre y quizá tuve que ser más ignorante en todo, pasar desapercibido y sí que lo hacía, pasaba nadando horas en el Colegio Médico y era de ir poco a clases, prefería estudiar en mi casa, sacar fotocopias a las clases y sólo ir a los exámenes; quizá desde joven fui solitario, era un lobito solitario que amaba estar solo, siempre los animales me encantaron y no olvido la muerte de mi perra, no sé de qué murió pero falleció en mis manos.

Estudiaba con ahínco, por cosas de mi vida conocí a un amigo que era el estudiante más brillante que haya conocido, un día el me invitó a que fuera a su casa, eso significó muchísimo para mi pues a mis diez y ocho años conversábamos temas astrales, recuerdo que nos preguntábamos el uso de la corbata, algo incómodo; sobre ser campesinos, pescadores y presidentes; tomábamos cerveza, almorzaba y cenaba delicias pues aparte de brillante era y es un hombre millonario; esa amistad creo que se conserva, no somos de vernos a cada momento pero aprendí tanto de él, demasiado; eso creó algún resquemor en el otro grupo de estudiantes, eso hizo que de una u otra forma me viera apartado, siempre solo; un día mi amigo brillante me dice que ya no seguirá estudiando, que pondrán un restaurante, ese restaurante era “Paradise” luego vinieron todas las franquicias americanas; no dudo que tomó la mejor decisión.

Mientras, Francisco vivía en casa de su cuñado, había altibajos como sucede en cualquier hogar; mi madre empezó a tener complicaciones de la diabetes y sí me daba tanto temor y dolor perderla, capeamos varios ingresos, y quizá me descuidaba de estudiar por atenderla a ella; era tiempos de la guerra civil, sucede que sale en los matutinos que empezaría el reclutamiento obligatorio, mi padre me dice que debo salir del país, mi hermana mayor vive en Bogotá, enrumbo mis sueños para Colombia, soñaba con estudiar en la universidad Javeriana, fui, debía tener un promedio de ocho en todas las materias, no lo tenía, entonces debía Francisco empezar de cero, preferí dedicarme a conocer, seré sincero, fui a joder, fiestas semanales de las embajadas, generales que quizá les gustaba hablar paja conmigo, todos bolos, fui a pasarla al suave como la paso ahora, quizá esa ha sido mi vida, siempre tomar las cosas al suave y vivir desapercibido, regresé de Colombia sin ningún plan más que volver a inscribirme a la universidad y un año de atraso; quizá eso de egos y prisas no me daba ni miedo ni pensaba en que debía graduarme y convertirme en una “Money Machine”, sigo pobre y recapacito que todo es prestado, unos tienen más, otros tienen menos, pero nada me llevaré, nada; recientemente después de terminar un cuarto de madera entendí que toda la belleza de ese cuarto no es mía, apenas es un préstamo de la vida.

Hubo momentos en que todo salía bien, tenía mi carro, mi mensualidad, solo debía estudiar; ya al entrar a los hospitales mi vida cambió, las exigencias eran mayores y disfrutaba estudiar, era de memorizar, era de aprender todo pues sabía que en el ejercicio de la medicina es uno quien debe salvar una vida, no hay tiempo para preguntarle a otro, es uno y el paciente y por eso, considero a la medicina como un arte, donde tenemos el privilegio de servir y sanar, y si no podemos sanar, debemos al menos consolar, tener rostro…

Médico salvadoreño

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