Carta a la Juventud Militar

Muchísimos de ustedes, jóvenes oficiales desconocen la triste guerra civil que sufrimos. Al igual que la tropa, que ni idea tienen de lo que es estar en un enfrentamiento donde el único ganador es el dolor y la muerte. Me remonto específicamente a 1979, año en que se dio un golpe de estado al ex –presidente Romero.

Por: Francisco Parada Walsh*

El objetivo de ese golpe llevado por la juventud militar era detener la voracidad de esos mismos grupos de poder que, lamentablemente, ahora son intocables y que los cambios sociales profundos que el país necesitaba los realizara la misma Fuerza Armada, ordenar la casa sin esperar oportunistas ni de izquierdas ni derechas pero todo se quedó en un sueño, en un buen deseo que fue truncado por los zorros viejos como lo fue Abdul Gutiérrez,  Majano  y por supuesto que hubo muchísimos más que vieron el botín abierto de par en par y no desaprovecharon tal oportunidad, convirtiéndose ellos en los líderes de ese ingenuo movimiento que pareciera es lo que estamos por ver.

La guerra de los ochenta fue algo horrible, no fue un juego de video donde tengo varias vidas sino que sufrí la pérdida de muchísimos amigos que se metieron a la Escuela Militar y apenas con seis meses de entrenamiento fueron enviados al matadero. Fue mi compañero de colegio, el teniente piloto aviador Ricardo Guzmán con el que la guerrilla estrenó los cohetes tierra-aire; no sé si él murió al caer el avión a tierra, cuentan algunos oficiales amigos que Guzmán estaba vivo y fue degollado en tierra.

No se trata cómo se muere, se trata cómo se vive, cómo se ama a un país y definitivamente jóvenes oficiales, hicieron un juramento a la patria y no a un joven con la visera al revés que, tristemente es el comandante en jefe de la Fuerza Armada. ¿Qué harán ustedes? Ser simples matones al servicio de un gobierno corrupto, incapaz como pocos o ¿Cumplir su juramento a la Patria? No encuentro sentido  estudiar cuatro años y ser sometidos a rigurosos entrenamientos si no son capaces de entrenar la mente, la decencia, el honor y la gallardía.

Para ser simples esbirros y matones no se estudia, basta recibir  una paliza de trece segundos y ya son miembros de una pandilla ¿Para qué perder su tiempo en clases y cursos para hacer todo al revés? De ustedes depende el buen derrotero que este país tome, ustedes saben que las mejores antigüedades fueron dadas de baja y los que están al cargo de los diferentes cuarteles es de todos conocidos que nunca fueron ni por cerca los mejores.

Pueda ser que el verde de sus uniformes tome un protagonismo y haga sucumbir a la tentación de robarle a este pueblo tan hecho pedazos, pueda que prefieran comer de las migajas que les tirarán de la mesa a cumplir su juramento; el tiempo será el juez, solo es cuestión de esperar pero su conciencia tranquila o intranquila será quien los atormentará mientras dicen ser hombres, ser padres, ser abuelos y sentirán profundo asco de ustedes mismos al saber que entrenaron pandilleros, que abandonaron a un pueblo que ha creído en ustedes y cuánta razón tiene la hermana y hermosa  Costa Rica cuando dice que nos llevan setenta años de crear ciencia y no balas. El presupuesto ha sido casi triplicado para su institución, dinero hay, ¿Dignidad hay? ¿Hombría hay? O serán simples matones que empezarán a armar balaceras en chupaderos, a matar a otro pobre como ustedes.

La última palabra la tienen ustedes.  ¿Oficiales o matones? Si no respetan su uniforme, respétense a sí mismos y no permiten que mancillen su honor por unos dólares más.

*Médico salvadoreño

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