¿Son todas las alergias igual de peligrosas?

La prevalencia de las alergias está en aumento en países industrializados, pero es importante comprender que no todas las alergias son iguales.

Según la Asociación Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI), la incidencia de alergias en países industrializados está en aumento en las últimas décadas, llegando a afectar en torno al 30% de la población. Sin embargo, a pesar de que el mecanismo de esta enfermedad comparte unos elementos fundamentales en su forma de manifestarse, esta enfermedad puede presentar una gran variedad de síntomas y rangos de gravedad.

Mismo mecanismo con diferentes consecuencias
Las alergias clásicas están determinadas por la presencia de anticuerpos (IgE) en la sangre, unos componentes de nuestras defensas que se encargan de patrullar y detectar elementos específicos (alérgenos) que entran en un nuestro organismo. Si nuestros anticuerpos reconocen alguno de estos alérgenos, unas células especializadas de nuestro sistema inmunitario se activarán y provocarán diferentes síntomas en la piel, vías respiratorias, tracto digestivo o incluso de generalizada en todo el organismo.

Es importante aclarar que no todas las reacciones que aparezcan al entrar en contacto con elementos externos son necesariamente una reacción alérgica. Nuestro sistema inmunitario cuenta con diferentes mecanismos de defensa contra compuestos que pueden ser dañinos y que, si bien pueden involucrar los mismos tipos de células, pueden ser procesos muy diferentes.

¿Qué tipos de alergias existen?
Las alergias clásicas pueden presentarse de muchas formas y se suelen clasificar en los siguientes grandes grupos: rinitis, conjuntivitis, asma alérgica, eczema atópico, alergias alimentarias y alergia al veneno de insectos.

Una persona puede sufrir una o varias alergias a la vez, definidas según dónde aparezcan los síntomas más relevantes. Las alergias más frecuentes son rinoconjuntivitis y asma, sobre todo en Europa. Este tipo de alergias provocan síntomas muy localizados en los ojos y vías respiratorias, y aparecen al entrar en contacto con alérgenos que se encuentran en el aire (aeroalérgenos). Dentro del grupo de aeroalérgenos encontramos aquellos presentes en el polen, ácaros, moho, perros y gatos, entre otros.

Aunque los síntomas se limitan a irritación, rojez y picor local, congestión nasal y estornudos, pueden resultar bastante molestos. Por normal general, este tipo de alergias no suelen presentar un peligro mortal, pero hasta un 20% de los pacientes que las sufren suponen un gran efecto en el sistema de sanidad y economía de un país ya que la prevalencia es alta y los síntomas causan un gran número de bajas laborales y gastos en tratamientos durante muchos años.

Sin embargo, hay otro tipo de alergias que pueden suponer un peligro de muerte si no se actúa con rapidez ante la exposición al alérgeno. En este grupo son conocidas las alergias al veneno de algunos insectos y algunas alergias alimentarias. En ambos casos, la reacción alérgica puede provocar una anafilaxia o shock anafiláctico. Los alergólogos definen la anafilaxia como una reacción en la que están afectados uno o más órganos, y a su vez puede tener diferentes niveles de gravedad.

Uno de los motivos por los que este tipo de alergias pueden resultar más peligrosas es porque el alérgeno está presente en una mayor concentración y su distribución en nuestro organismo ocurre de manera muy rápida a través de la circulación sanguínea. Si esto ocurre, la cantidad de alérgeno que es reconocida por los agentes de seguridad inmunitaria (anticuerpos IgE) es capaz de activar un gran número de células de diferentes órganos y colapsar el sistema.

¿Qué hacer ante una reacción?
En caso de sufrir un shock anafiláctico, es imprescindible tener a mano un inyector de epinefrina para frenar esta reacción en cadena y poder acudir a un hospital para tratar los síntomas. Las personas con alergia diagnosticada y riesgo a sufrir anafilaxia, deben llevar este inyector a todas horas además de evitar el alérgeno en la medida de lo posible. Los síntomas aparecen en cuestión de segundos o minutos tras haber entrado en contacto con el alérgeno, por lo que la rapidez de reacción en estas situaciones es de vital importancia.

Hay otros factores que también aumentan el riesgo de sufrir anafilaxia ante la exposición a un alergeno, como pueden ser los niveles de anticuerpos IgE, el número de mastocitos (una de las células encargadas de provocar los síntomas), una predisposición genética y otros co-factores como el ejercicio.

Una vez se realizan todas las pruebas diagnósticas pertinentes y se evalúan los posibles factores de riesgo añadidos, se diagnostica el tipo de alergia y el riesgo de que desemboque en un shock anafiláctico al entrar en contacto con el alérgeno. Personas expertas en alergología son responsables de evaluar estos riesgos y redactar las guías que médicos y especialistas deben seguir para diagnosticar y tratar a los pacientes que sufren alergias. Aunque todas las alergias pueden suponer una reducción en la calidad de vida de las personas que las sufren, es importante evaluar cómo de grave es cada alergia y comprender que no todas las alergias son iguales.

(Muy Interesante)

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