Opinión UCA: de nuevo la escuela

La baja calidad de la educación pública salvadoreña es un hecho incuestionable desde hace décadas. Varios son las causas, pero en primer lugar debe señalarse el históricamente bajo presupuesto dedicado al sector. Esto tiene como consecuencia directa escuelas sin las condiciones mínimas para desarrollar los procesos de enseñanza-aprendizaje; sin bibliotecas, laboratorios o espacios recreativos; sin las herramientas y materiales pedagógicos que una educación de calidad requiere; sin conectividad a Internet; con jornadas educativas presenciales demasiado cortas; con un elevado número de estudiantes y con docentes que deben atender en una misma aula a niños de distintos grados; con salarios insuficiente y desmotivadores que obligan a muchos docentes a realizar dobles jornadas para conseguir el ingreso necesario para una vida más o menos digna.

A la baja inversión hay que sumar la incapacidad de los sucesivos liderazgos que han estado al frente de la educación nacional para ejecutar los planes estratégicos que ellos mismos se han propuesto. Más aún, cada nuevo titular que llega al Ministerio de Educación inicia un nuevo plan, sin contar con nada de lo hecho anteriormente. Otros aspectos nocivos son la incapacidad de organizar adecuadamente y a nivel nacional el proceso educativo, asignar las direcciones de los centros escolares y formarlas, garantizar que las escuelas cuenten con docentes especializados en cada una de las áreas del conocimiento y tener en cuenta la especificidad del contexto en el que se encuentra cada centro educativo.

Todas estas dificultades se han puesto más claramente de manifiesto con la pandemia de covid-19. Muchas escuelas no han podido retomar las clases presenciales por no contar con cosas tan elementales como agua potable. El coronavirus también ha revelado la falta de formación para la enseñanza en línea, el bajo conocimiento del personal docente en el uso de las tecnologías digitales, la dificultad de la población estudiantil para acceder a ellas (fundamentalmente por la pobreza en la que vive el 40% de la población) y la enorme brecha entre los sectores rurales y urbanos. Asimismo, ha quedado en evidencia el papel crucial de los docentes para mantener la continuidad del aprendizaje y dar apoyo socioemocional a sus alumnos. En este sentido, no cabe más que respaldar a las voces que claman por una mayor capacitación y mejor condiciones docentes.

En este contexto excepcional, es de justicia reconocer la encomiable labor, gran entrega y alta motivación de muchos profesores, que pese a las adversidades y dificultades realizan la misión que se les ha encomendado. Por ello, cobra especial significado el mensaje de Naciones Unidas en el Día Mundial de los Docentes: “Es muy importante reconocer la excepcional dedicación y valor de los docentes, y su capacidad de adaptación e innovación en condiciones muy difíciles e inciertas. Son agentes esenciales en los esfuerzos mundiales de recuperación de la educación y resultan fundamentales para acelerar el progreso hacia una educación inclusiva equitativa y de calidad para todos los alumnos, en cualquier circunstancia”.

La pandemia ha perjudicado la formación de millones de niños y niñas en el mundo; en El Salvador, son miles los niños que han abandonado la escuela o que no han alcanzado el nivel de aprendizaje requerido para el grado que cursan. Para tratar de recuperar la educación, un primer paso es reabrir las escuelas lo antes posible. La experiencia de otros países muestra que ello es posible sin poner en riesgo la vida de los educandos. Pero antes, por supuesto, se deben realizar mejoras en todas las escuelas públicas que lo necesiten. La recuperación de la educación solo podrá realizarse si, además, se trabaja en conjunto con los docentes, dándoles voz y voto en las decisiones que se implementen, tomando en cuenta su experiencia y conocimiento. Son los docentes los que mejor conocen las necesidades y realidad educativas del país.

EDITORIAL UCA.

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