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Recordando a Joaquín Domínguez Parada abogado de perseguidos humildes.

Por: Víctor Manuel Valle Monterrosa.

El 26 de junio de 2025 falleció en San Salvador, a sus 77 años, el abogado y notario graduado en la Universidad de El Salvador Joaquín Domínguez Parada, quien fue además un creativo escultor por vocación.

Supe de Joaquín desde su primera infancia, lo vi en listas de admisión a la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en 1967 desde mi labor de encargado de los procesos de admisión a la UES, lo traté en Estados Unidos en los años 1980 cuando, evadiendo la represión política imperante, recaló en Washington para hacer trabajos diversos en la política de apoyo a la alianza FDR-FMLN y lo traté con frecuencia cuando, a finales del conflicto interno de los 1980, retornamos a El Salvador y fuimos vecinos.

Recuerdo que, siendo yo un niño de 11 años, una noticia conmovió El Salvador, siempre habituado a la violencia: un tiroteo en la oficina de un abogado, Julio Eduardo Jiménez Castillo, dejó un saldo trágico: el abogado Rafael Domínguez Parada padre, herido mortalmente, y su hijo Rafael Domínguez Parada hijo, jurista infieri, muerto. Los motivos de esta tragedia nunca los supe. Aunque recuerdo el comentario de mi madre cuando el 31 de diciembre de 1952 salió en la prensa escrita la noticia: “Pobre familia, qué fin de año más triste pasarán”. Pues el bachiller difunto dejaba tres niños en orfandad, uno de ellos Joaquín.

En los años 1960, estuve envuelto en el manejo de los procesos de admisión a la Universidad de El Salvador y recuerdo que, en la lista de los admitidos a la Facultad de Jurisprudencia, de 1967, aparecía Joaquín Domínguez Parada, e inmediatamente recordé el hecho trágico de 1952, aunque no contacté a Joaquín para comentarle mi recuerdo pues eso le removería tristezas lejanas. Recuerdo como compañeros de Joaquín en las mismas listas a Armando Calderón Sol, Manuel Díaz Pineda, Enrique Hayem, Francia Brevé, Saúl Villalta y muchos otros. Armando Calderón Sol, dirigente de ARENA, fue presidente del país de 1994 a 1999, y Saúl Villalta, dirigente del FDR rebelde de entonces, desapareció después de ser capturado por cuerpos militares en 1982 y nunca más se supo de él, quedando hundido en la misma de siempre inveterada impunidad.

Un día, a principios de los 1980, cuando el conflicto político-militar interno de El Salvador estaba a punto de irrumpir con toda fuerza, apareció en Washington D.C. un joven abogado salvadoreño –Joaquín Domínguez Parada- que actuaba en los grupos de solidaridad con la lucha salvadoreña, desde el lado de la insurgencia. Era un colaborador de las FPL. Pronto entramos en esfuerzos compartidos con similares objetivos pues por ese entonces yo era una suerte de representante del partido MNR, miembro de la Alianza FDR-FMLN, en Washington D.C., que difundía la lucha revolucionaria interna y promovía un Gobierno Democrático Revolucionario en El Salvador, bandera política de ese entonces.

Un día, como apoyo a nuestra labor de difusión y cabildeo, ensamblamos con Rafael Moreno, sacerdote jesuita, entonces importante cuadro diplomático de la citada Alianza, un conjunto de documentos sobre la lucha en El
Salvador. Joaquín, siempre creativo y de fecunda imaginación, diseñó la portada que expresaba el optimismo de esos tiempos. El documento lo titulamos: El Salvador, a las puertas del triunfo democrático y Revolucionario”. Como es lógico se hizo traducción al inglés: “El Salvador on the threshold of the democratic and revolutionary triumph”

La portada incluía un mapa de El Salvador con áreas sombreadas indicando los grados de control del FMLN en el territorio salvadoreño. Parecía que se estaba cerca de “la soñada toma del poder. Sin duda era una pieza de propaganda optimista sobre el estado y avances de la lucha para lograr apoyos políticos en el sistema estadounidense que, por esos años, tenía el gobierno de Ronald Reagan y sus halcones dispuestos a derrotar militarmente las insurgencias centroamericanas.

Muchos años después con Francisco Altschul y Salvador Sanabria, ambos ex miembros del colectivo político-diplomático que funcionó en Washington D.C. en los 1980, comentamos sobre el optimismo con que la portada de Joaquín difundía la posibilidad de cambios revolucionarios en El Salvador. No lo veíamos con cinismo o sorna; sino como recuerdo de una utopía compartida por muchos y que continúa digna de anhelar.

Sobre la labor más fecunda de Joaquín en Washington D.C. el intelectual Carlos E. Vela ha escrito una importante y pieza, https://www.diariocolatino.com/comparto-mi-tristeza-por-el-fallecimiento-de-mi-amigo-y-companero-joaquin-dominguez-parada/#google_vignette, donde destaca la labor de Joaquín, en su condición de abogado de perseguidos humildes, como uno de los fundadores, en 1981, de “Central American Refugee Center (CARECEN), entidad pionera para atender y ayudar a emigrados salvadoreños en Estados Unidos que salieron debido a la situación de violencia política y precariedad económica en nuestro país. CARECEN, 45 años después de su fundación, aún existe expandido y fortalecido, sobre todo en estos momentos turbulentos por el que pasa “nuestra raza” en el ex “paraíso del sueño americano” ahora con liderazgo donde predomina el racismo y la xenofobia.

Cuando regresamos a El Salvador, a principios de los 1990, fuimos vecinos, y compartimos momentos de remembranzas y algunas tertulias con amigos comunes como el pintor y escultor Julio Reyes, ya fallecido, y otros de similar talante creativo. Joaquín siempre fue solidario y respetuoso, firme en sus convicciones que no alteró en lo fundamental. Creo que, hasta el final, Joaquín conservó la terca ilusión de un cambio revolucionario en El Salvador. Nunca abandonó su anhelo de ser fecundo escultor, aunque para ganarse la vida tenía que ejercer su profesión de abogado y notario. Hasta siempre Joaquín.

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