¿Qué hacemos con un sindicalismo retrasado y poco integrado al que hacer del país en lo laboral, económico, social y político?

Las apreciaciones que tenemos respecto a este marco de acción y actuación de los sindicatos del país, tiene a su base los atrasos históricos en la conversión de la persona trabajadora, en alguien con capacidades profesionales suficientes que le denoten buenas competencias y formación profesional para las diferentes ocupaciones y labores que ofrezca el mercado de trabajo, en un país sub desarrollado, altamente dependiente de una economía externa y, poco desarrollo económico-social, que ha implicado un alto y permanente sub empleo (informalización alta de las personas para obtener ingresos), resultado de la politización negativa de los grupos fácticos por mantener un estatus de oportunidad y privilegios e imponer políticas económicas y públicas en detrimento de toda la población en edad de trabajar.

Por: Róger Hernán Gutiérrez*

Los procesos educativos y formativos en diferentes etapas históricas, que retrasaron en mucho la economía del país—primero con el modelo agro exportador basado en un mono cultivo (el café), y la lógica de un desarrollo tecnológico atrasado del agro en la producción de sus diferentes productos estacionarios y permanentes, que determinó una clase trabajadora poco formada, que no requería de formación profesional; y una clase empresarial de tipo oligárquico—sin cabeza política—orientó una población laboral escasa de bases formativas para una adquisición de habilidades, de capacidades para desempeñar un trabajo de manera eficiente, resultando relaciones laborales atrasadas, conflictivas y poco efectivas para desarrollar el trabajo necesario, una economía productiva y menos explotadora.

Que más temprano que tarde impidió el desarrollo industrial—deformándolo en un desarrollismo industrial poco productivo para cubrir una etapa económica con trabajos de mayor valor agregado, dentro de una economía muy limitada en su desarrollo y de un sector empresarial reducido, poco competente y políticamente cerrado ideológicamente, para ampliar las diferentes actividades económicas—para la generación de inversiones productivas, ampliación y desarrollo del mercado interno de trabajo—la oposición férrea de la oligarquía cafetalera a estos mínimos cambios ahogó que el modelo de sustitución de importaciones no tuviera condiciones favorables para su desarrollo, dando paso a situaciones de represión y dominación oligárquica, que desencadenaron el militarismo y su tiranía militar fascistoide—provocando el cierre de espacios políticos y la guerra civil.

En una economía de guerra (1980-1992), era aún más difícil que se sentaran bases formativas y educativas de desarrollo para la persona trabajadora, se agudizaron condiciones de desempleo—cerraron fábricas, diferentes industrias fueron desapareciendo, incluso la maquila de componentes electrónicos, se agotó el merado común centroamericano (1962-1969) e incrementó el sub empleo, los bajos e inestables precios internacionales del café, además de la posición visceral contra la reforma agraria (1972-1978) y que el escenario de la guerra se dio preferentemente en el campo, terminó con el modelo agro exportador y dio paso al modelo de libre mercado (Cristiani,1989), desnaturalizando una masa laboral campesina sin campo—que tuvo que migrar a la ciudad o fuera del país; y esa transformación obrero-campesino no tuvo su mejor esfuerzo, se protegieron las relaciones económicas con tratados como el generalizado de preferencias, la cuenca del Caribe, para llegar al cafta-rd y la continuidad con la UE, etc.

Entramos a fases de mayor tecnología productiva—se privatizaron las comunicaciones—se reprivatizó la banca, el comercio exterior, y se favorecieron capitales oligárquicos que se adaptaron al nuevo modelo económico—surgieron las diferentes zonas francas y recintos fiscales—la maquila de confección textil, la propuso Calderón Sol, con la expresión de “convertir al país en una zona franca”. El modelo estaba desarrollándose a conveniencia—se constituyó el instituto de formación profesional—que comenzó a favorecerse de formación ad-hoc para personal calificado de sus empresas y desarrollar el nuevo modelo—pretendiendo convertirnos en el tigre de C.A. emulando a las economías asiáticas como Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong, Malasia, Singapur—y cambiando la lógica de las relaciones laborales, ya no con la concepción de una parte fuerte dueña de los medios de producción y una parte débil que vende su fuerza de trabajo por un salario; convirtiéndonos en colaboradores del capital.

Todos estos cambios han implicado una descolocación de las industrias, para obtener mano de obra barata y reducir los costes de producción—se potenció el modelo de exportación de capitales, en cuanto a favorecer inversiones a través de préstamos o instalar fábricas de manera local. La creación de zonas económicas especiales, como espacios donde abundará “leche y miel”—trabajos para desarrollar la zona geográfica determinada en materia de servicios logísticos, se crean leyes que apoyan este tipo de economías; sin embargo, el desarrollo formativo y educativo de personas trabajadoras no fue posible, y se convirtió en mercancía—prohibición laboral (el trabajo como mercancía). Resultando en una organización sindical con poco conocimiento, desfasada, atrasada y desintegrada de las políticas económicas y públicas que le van sustituyendo por otra mano de obra, con iguales o peores competencias.

*Sindicalista salvadoreño

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