El gran desafío: la unidad

El pasado 15 de septiembre, dos grandes columnas con miles de ciudadanos inconformes, se desplazaron por las avenidas de San Salvador hasta reunirse en el centro de la capital, donde expresaron su agrio descontento con la conducción del país.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Las personas asistieron a pesar de la amenaza que supuso el enfrentamiento anunciado con los incondicionales del régimen, quienes finalmente no asistieron, apropiándose entonces de las calles quienes llegaron al evento desde el interior, los contornos y la capital misma, para participar de aquella fiesta, netamente popular.

De nada sirvió el esfuerzo oficialista por detener la protesta, con la campaña desplegada en los ingresos de San Salvador, con el ánimo expreso de detener a quienes se trasladaron en sendas caravanas con vehículos rentados, hacia la capital, para sumarse a las distintas organizaciones partícipes del evento.

Y aquí la clave del éxito de la convocatoria: no es solo una sino decenas, cientos de organizaciones sociales inconformes, representantes de todo el espectro del pensamiento social, con expresiones tan disímiles como los radicales movimientos LGBTI y feministas, hasta la derecha moderada en el extremo opuesto del abanico social, movidas por un solo objetivo: detener el proyecto adelantado desde el oficialismo.

Todo esto en tal magnitud, que el evento principal adelantado en casa presidencial, privado, clasista y divorciado del pueblo, simplemente fue eclipsado y hasta ignorado por la prensa internacional que dedicó sus portadas al movimiento social ocupante de la capital.

De ello podemos inferir que los esfuerzos desde el oficialismo por demeritar y hasta anular la queja social, con su discurso del paraíso aquí en la tierra, bendecido de Dios que derrocha felicidad y dicha, es simplemente una distorsión mediática de la realidad, que no refleja el sentir de las mayorías, si bien lo respalda un buen porcentaje de la población, que en todo caso sólo se corresponde con los afines a la gestión, que de ningún modo supone que el proyecto adelantado sea el correcto y de ningún modo representa el sentir de todos.

En principio porque desde la toma de posesión, la administración careció de proyecto, lo que ha resuelto con la improvisación permanente; tampoco responde su quehacer a los intereses de las mayorías, sino al concreto beneficio de los de siempre, las élites.

Son estos últimos los beneficiarios de las encubiertas privatizaciones que realiza el régimen, como por ejemplo la del agua, o los así llamados megaproyectos, adelantados con capital asiático, que no han sido acuñados por la administración y que los referidos han aprovechado sin trasegar al país tecnologías o empleos, por lo que el beneficio es enteramente para privados, y para colmo, extranjeros que usufructúan los recursos naturales del país.

Entonces el quid está en lograr que esta dispersión del pensamiento logre concretar una agenda mínima, en la que el papel de todos sea reconocido, y todos y todas sean representados y encuentren un nicho.

Tal agenda supone un esfuerzo en el que todas y todos cedan en favor del bien mayor, y que es recuperar, reconquistar el estado de derecho.

*Educador salvadoreño

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