Hablando con las hormigas

Mientras disfrutaba de mi caminata matutina, a lo lejos pude ver a mi amigo La Hormiga, es inconfundible, sus cadenas de oro en el cuello y el tatuaje en su hombro derecho no pasan desapercibidos.

Por: Francisco Parada Walsh*

Lo llamé, parecía ignorarme, decidí gritarle y se detuvo, algo confundido volteó a ver hacia todos lados, al final me vio, inmediatamente me saludó, no olvidaba mi nombre, ¿Qué pasó mi Doc? ¿Qué ondas mi Fran? ¿Qué estás enfermo pues tu extrema delgadez espanta?

No dejé de sentirme algo incómodo, solo pensé en que mi amigo La Hormiga se estaba pareciendo a tantos humanos impertinentes, en mis adentros pensaba que me he venido a vivir lejos para evitar esas incomodidades y sale mi amigo con tal pregunta; tuve que decirle la verdad, que estuve enfermo y que la vida está muy cara y por lo tanto, la comida es de menor calidad y que quizá a eso se deba mi pérdida de peso.

Mi amigo La Hormiga,  viéndome fijamente a los ojos me dice: ¿Y qué fumas marihuana? ¡Si andas los ojos bien rojos! no sabía si pisar a mi amigo y hacerlo desparecer, o responderle, le dije que mis ojos están rojos de tanto llorar, que me siento deprimido y que aunque no quiera llorar no lo puedo evitar; algo pensativo mi amigo La Hormiga me dice ¿Y qué te ha dejado alguna chica, no tienes pisto o qué?

Su pregunta me causó gracia y le respondí que adolezco de depresión y que no lloro ni por una mujer ni por falta de dinero, aunque si tuve que decirle que a la clínica llegan muy pocos pacientes, que los ingresos han disminuido y que, de una forma u otra todo eso me afecta; mi amigo, guardó silencio por un momento, e inmediatamente me dice que él se siente cansado de tanto trabajar y que por las noches le duelen todos los huesos.

No perdí oportunidad para decirle que también está sordo pues no me escuchaba cuando lo llamé; su semblante cambió, me respondió que no tiene dinero para la medicina y que su esposa Hormiga le echa cofal todas las noches, aunque me apachó un ojo en una forma pícara y me dijo que era más por tenerla cerca y al menor descuido se echaban un polvito.

No pude evitar tirarme una sonora carcajada y él también reía felizmente; vaya, vaya le dije, ya con solo haber platicado contigo me siento mejor, tenía tiempo de no verte; es mi amigo La Hormiga que me dice que ha estado escondido pues tiene miedo que lo capturen por el tatuaje que tiene en su hombro derecho y que mejor se queda en el hormiguero.

¿Tanto así están las cosas? Le insinué; claro me respondió, conque han asesinado dentro de los penales a más de cincuenta personas, no me van a joder a mí que soy una simple hormiga; guardé silencio y le dije que tenía razón, que el país ha perdido el rumbo y que es mejor evitar problemas pues andar en la calle no deja de ser un riesgo.

Mi amigo La Hormiga, algo molesto me dice que todas las personas asesinadas eran inocentes y que andaban chambeando, que nunca debieron ni ser detenidas y mucho menos morir; su respuesta me dejó quieto, no sabía qué responder; lo único que vino a mi mente fue decirle que todo lo que sube, baja y entre más alto se esté, más duele el cachimbazo.

Vaya me dijo, al fin que decís algo coherente, es que no sé qué te pasa amigo Francisco, veo algo raro en tu rostro, tu decís que has llorado, más creo que te has echado un tu puro de marihuana, la última vez te dije que tenías cara algo de pasmado pero ahora, discúlpame mi amigo pero si te ves jodido.

Miraba fijamente a mi amigo La Hormiga que, sentado en una rama no desaprovechó para cruzar la patita y sacar un cigarrillo; no puedo negar que se miraba elegante cuando fumaba y fue entonces que, saqué de la bolsa de mi sudadera un puro de marihuana, él no se inmutó, solo me dijo que por eso andaba con los ojos rojos y que me miraba algo pedo; no dudó ni por un segundo  en que le pasara un “súper”. Fin.

*Médico salvadoreño