La mega cárcel

Parece mentira, sin embargo El Salvador se adapta a un molde plagado de maldad, ignorancia, corrupción y violencia.

Por: Francisco Parada Walsh*

Soñar que un país caminará por la vereda del bienestar social construyendo una mega cárcel solo dice que caminamos para atrás.

¿Será la solución construir una Mega cárcel para erradicar la violencia social que vivimos? En ningún momento una cárcel reforma, construye valores, hace del recluso una persona de bien. El Salvador no necesita una mega cárcel, solo nacer en este país es ya vivir en una mega cárcel

¿Cuántos desearíamos irnos para nunca volver ante la debacle que sufrimos? Respondo por mí, ni lo dudara un segundo si tuviera el dinero para un pasaje aéreo y unos centavos para migrar a donde me apunte la nariz pero no puedo hacerlo; mientras en Holanda se cierran cárceles, acá se piensa que la solución  a los eternos problemas será encerrar a tantas personas sea posible ¿Cómo puede una funcionaria sentir un dejo de satisfacción y orgullo al hablar sobre tal proyecto? ¡Mega escuelas! Es lo que necesita un país y que nos eduquen con la verdad, no con la educación históricamente falsa que me han remachado hasta hacerme creer que cantar un himno nacional y saber contar es la mayor aspiración de un hombre “libre”; decidí ver esta película “La Educación Prohibida” y a continuación traigo a este artículo apenas el inicio de ese documental: “Siempre recuerdo una clase de filosofía donde el profesor nos relató esta historia: “En una caverna se encontraban un grupo de hombres, prisioneros de nacimiento, encadenados de forma tal que solo podían ver hacia el fondo de la cueva; una hoguera y figuras manipuladas por otros hombres proyectaban en esa pared todo tipo de sombras, para los prisioneros las sombras eran las únicas referencias del mundo exterior, esas sombras eran su mundo, su realidad. Uno de los prisioneros era liberado y se le permitía ver la realidad entera fuera de la caverna ¿Qué tanto tiempo le tomaría acostumbrarse al exterior después de tanto tiempo de una vida de encierro? Posiblemente su reacción sería un profundo temor a la realidad”

¿Qué diferencias existen entre esos esclavos y nosotros? ¡Ninguna! Y lo que sí puedo ver es ese deleite humano de saber que soy un prisionero de un sistema educativo y no me importa buscar la verdad, viviré y moriré con esas mentiras que me hicieron creer que tener una profesión es el culmen de la educación cuando apenas soy un trabajador preparado para servir a “los mismos de siempre “y si en esta efímera o hipócrita libertad no soy capaz de discernir el bien y el mal

¿Qué le sucederá a un preso que pasará parte de su vida rodeado de la vulgaridad, abusos sexuales y una violencia inimaginable donde la muerte es el pan de cada día? Dudo que se reforme, al contrario, si un día logra su libertad, él solo pondrá en práctica lo que vio en esa película, en esa cárcel, en esa realidad.

¡Mega bibliotecas! Es lo que necesitamos, donde un libro amigo me sacuda y me enseñe la verdad, donde pueda deleitarme con la música que llega a mis oídos cuando paso una página; ¡Mega escuelas de música! Necesita el país donde el niño sepa que do re mi fa so la si do es un mundo que se le ha negado y se le ha metido en la cabeza que los próceres fueron buenos, honrados, probos ¡Mega escuelas de danza! Donde la armonía corporal sea la que abra la mente del estudiante y no la rigidez arcaica de una educación pinochesca.

Me aterra el derrotero que lleva el país, soy mayor y sé que mis ojos no verán el colapso de este gobierno pero serán esos niños, jóvenes  y esa generación dueña del táctil que se rasgarán las vestiduras ante las hambrunas, la pobreza y la desesperanza que se vivirá; ya hay muchísimos hogares que entendieron que se equivocaron, que su error monumental de elegir a este gobierno los tiene sometidos a una cárcel llamada una casa cuyo alquiler cada día es más difícil pagar, un cuarto donde el calor impera, donde se hacen dos tiempos de comida, y que, no hay un cinco para siquiera una medicina comprar.

Sin embargo, esos más de treinta y cinco mil presos representan sendas ganancias para alguna familia, en un país tan pequeño todo se sabe y ¿Quiénes dieron los servicios de alimentación a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en los noventa y alimentaron a las cárceles por años? ¡Los mismos de siempre! Tristemente el país marcha en reversa, cree que entre más grande sea una cárcel el desarrollo de una sociedad será directamente proporcional pero no es así, no es así.

Mientras países europeos cierran cárceles y las convierten en hoteles y otros, acá, se le apuesta a la tortura, a la violencia, a la nada. Ahora, la diferencia entre mi libertad y la condena del recluso es nula, aparento vivir libre cuando mis celdas son los centros comerciales, restaurantes, bares y estadios de futbol.

Mi cárcel soy yo, tengo la llave para salir de mi prisión pero la tiro lejos, no quiero ser libre, no deseo la verdad y la fractura del tejido social se acrecienta día a día, esas familias de los setenta mil reclusos que es el sueño del ejecutivo nunca volverán a ser las mismas, nunca. Por eso, a pesar de que puedo transitar, consumir, opinar en las redes sociales; soy más preso que el capturado, porque él no eligió ser detenido, yo sí.

*Médico salvadoreño

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