¡La Flor de Izote y yo!

A la orilla del cerco de lo que es mi casa, descansa nuestra flor de izote, la flor nacional; cada mañana mientras desayuno miraba cómo se iban engalando, su pulcro color y su hermosa vestimenta parecía que me llamaban, que me seducían y era un domingo cuando me visitó un amigo veterano de Vietnam que en un santiamén hizo un arma letal y después de luchar por un buen rato, tenía sometida a dos flores de izote, no le fue fácil, quizá en esa sabia y clorofila priva esa descomunal fuerza por luchar para no desaparecer, para darse a respetar y a lo mejor presintieron que serían un sabroso guisado dominguero.

Por: Francisco Parada Walsh*

Me llevó tiempo quitar las flores y ponerlas a hervir, mientras preparaba una milanesa de cerdo escuchaba a lo lejos algo que no parecían gritos ni cánticos, pensé que era mi sordera crónica la que me estaba jugando una mala pasada pero ante tal alboroto decidí acercarme muy despacio a la olla donde mi manjar se preparaba y fue que escuché claramente que la flor nacional cantaba o lloraba, apenas pude entender qué decía “El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán, el pueblo unido jamás será vencido, Saludemos la patria orgullosos, que los mismos de siempre” e inmediatamente quedé boquiabierto, no sabía si eran los tragos, los somníferos, mi demencia senil pero no entendía lo que pasaba; decidí preparar un guiso en base a tomate y cebolla morada picados, le agregué un sazonador y en cinco minutos tenía servido un delicioso “plato nacional”, quizá demasiada es el hambre.

Me serví un trago de un barato ron y preparé los trinches y cuando me disponía a entrarle a mi flor de izote sancochada, escuché una tenue voz que me dijo: Francisco, ¿Qué no eres tú el que escribe en El Independiente? No esperaba esa pregunta, y menos que la flor de izote hablara; no sabía qué responder y algo inseguro le dije: “Si, ese soy yo”; y la flor de izote me replicó: ¿”Te das aires de gran patriota, de que escribes por que deseas un país mejor, que, aquí, que allá, todo es bla, bla bla? Más que enojarme sentí una gran vergüenza y le respondí que si me creo patriota pero que no hay patria cuando hay hambre, que, de una u otra forma debo comer algo y qué mejor que no gastar un cinco, solo debo arrancarla de mí cerco; la flor de izote de a poco tomó su color habitual, un blanco majestuoso, el caldo, de ser una tomatada pasó a ser un regio color azul; no sabía si era el licor, si estaba alucinando o qué pero ya no tenía hambre, sentía algo como vergüenza; mientras miraba lo que fue mi manjar dominguero convertirse en un elegante plato azul y blanco nuevamente me cuestiona: “Francisco ¿ y no te da pena comerte la flor nacional? No sabía qué contestar, apenas pude balbucear ¡Todo el país tiene hambre! Es la flor de izote quien me increpa ¿Y a mí que me puede preocupar  que  ustedes mueran de hambre,  que mueran en los desiertos y mueren en vida como les está sucediendo? Mi desconcierto era enorme, no atinaba qué responder y ante ese cuestionamiento no tuve más remedio que intentar defenderme y le dije que aparte de servir para un buen guiso no parece que sirva para más cosas y no había terminado de hablar cuando me dice: “El torogoz y yo  somos simples inventos de la independencia, mírate la cara de pendejo que pones” o ¿me vas a decir que somos un país pujante, que somos el centro financiero mundial, que no hay corrupción, que la pandemia no fue un negocio y que no es la oligarquía  la que maneja los hilos tras bambalinas? Me quedé callado, no sabía qué decir, que una flor de izote me estuviera aclarando la realidad del país me hizo sentir un mosquito y clavando fijamente su mirada me vuelve a decir: Francisco, ¿Qué no eres tú el que escribes en El Independiente? No esperaba esa pregunta, y menos que la flor de izote hablara; no sabía qué responder y le dije algo inseguro: “Si, ese soy yo”; y la flor de izote me replicó: ¿”Te das aires de gran patriota, de que escribes por que deseas un país mejor, que, aquí, que allá, todo es bla, bla bla? Más que enojarme sentí una gran vergüenza y le respondí que sí me creo patriota pero que no hay patria cuando hay hambre, que no hay patria cuando hay desaparecidos, que no hay patria cuando no hay trabajo, que no hay patria cuando no hay dignidad…”

*Médico salvadoreño

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