La Cama

Es mi mundo. De repente giré la mirada hacia mi sencilla cama y comprendí que si tengo una muerte compasiva o si anticipadamente exijo que no me muevan hacia un hospital, será mi cama mi primera tumba, luego, debe haber algún tipo de ritual o ceremonia, sea algo sencillo o pomposo sin embargo serán mis últimos deseos que mi ataúd, esa segunda tumba porque sé que hay más tumbas, sea de la madera más sencilla y debo volver a la tierra, debo regresar al polvo tal como fui creado y que todo sea rápido; flores no necesito, cada día corto alguna rosa que engalana mi vida por lo que, entiendo que las flores se dan en vida.

Por: Francisco Parada Walsh*

Es esa cama, donde paso la mayor parte de mi vida, quizá más de la tercera parte de mi existencia, ha sido ella mi inseparable amiga y es en ese ring donde se ganan o se pierden amores, se sueña, se ama, se sufre, se vive y también se muere.

Trato de unir La Cama a la fragilidad humana donde el más valiente y el más cobarde deben terminar sus días y será gran felicidad si muero en mi cama y no en la de un hospital y se me catalogue como persona quien nadie reclamará y quizá sea lo mejor, que nadie sepa de mi muerte, no me interesa ni buenos ni malos comentarios, solo me interesa cabalgar abrazado de la Santa Muerte hacia el cielo esquivo o a ese seguro infierno; no me interesa que el llanto sea ya un himno nacional o personal, no, se debe llorar en vida lo que amamos, no cuando estamos fríos como paleta  y ya poco importa cualquier muestra de cariño o de respeto; no sé cuándo partiré pero ha sido la cama mi refugio de mí mismo, es en este sencillo rincón donde debo terminar mi ciclo y aun, a pesar de ser una cama de un metro, no me la puedo llevar ¡Qué tristeza! Ni siquiera una sábana, menos el colchón y entonces me pregunto ¿De qué sirvió tanto afán en la vida? ¡De nada! Todo queda y en días seré un recuerdo, y el mundo no se detiene, sigue girando y será mi último deseo que mis restos descansen junto a mis hermanitos y mi amada madre, no sé cómo me llevarán a Berlín, es un viaje de más de dos cientos kilómetros pero ya no es mi problema, serán otros los que deben solucionar mi traslado y todo acabó.

Cama, refugio de mis dolores, mis llantos y amores, tan insignificante pareces cuando guardas tantos secretos, tantísimos y te pido el sigilo, la prudencia y el silencio, sé que platicas con mi sofá preferido y ambos conocen mi vida, por eso te ruego, que seas tú, mi primera tumba, no deseo una cama fría como yo, no deseo una morgue como mi primera tumba sino morir en tu regazo, que me abraces, que me cuides, que me des tú, el beso de la muerte.

Cama, no intento ser valiente pero no le temo a la muerte, es ella mi sempiterna amiga, no sé si llegado el día, tiemble y me envuelva de pies a cabeza cuando llegue la Santa Muerte en un negro corcel y toque la puerta y con una gravosa voz pregunte: “¿Aquí vive Francisco Parada? Y debo responderle con valentía: Si señora muerte, ese soy yo, la estoy esperando desde el día que nací”.

Debo entender que abandono a mi cama para empezar un viaje a lo desconocido y quizá sea interesante ese proceso de la duda, de la incertidumbre de no saber a dónde iré a dar; poco a poco creo que, dios existe aquí en la tierra, se dibuja tan fácilmente en el rostro del invisible, del niño enfermo, del pobre eterno y por ende, dudo que haya un cielo como el que me han hecho creer que será todo color rosa cuando solo la fe, de la que poco puedo hablar es la que debo seguir, y si no, no seré ni el último ni el primero en perderme de ese cielo lleno de ángeles y tampoco iré al infierno, eso de las diablotas con grandes tetotas son apenas mis pensamientos pero también el infierno se vive acá, en el plato de comida sin comida, en el niño con cáncer, en el indigente que aguanta frio, hambre, desprecio, en el enfermo que, muere abandonado en el asilo “Sara Zaldívar” y quizá ese anciano creyó que los hombres somos buenos cuando somos los peores en la cadena evolutiva, ¿No es esto un infierno? ¡Claro que lo es! Cama, dame tu abrigo que tengo frio, me siento solo, tú me conoces mejor que el mismo dios, cobíjame, y permíteme terminar mi vida en tu seno.

*Médico salvadoreño

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