Gobierno de Biden, crisis de Ucrania y desinformación mediática

Con la entrada de fuerzas militares rusas en Ucrania el 24 de febrero, una crisis de proporciones históricas que estaba latente por mucho tiempo se ha puesto en el centro de la política mundial.

Por: José R. Oro*

Desde la Crisis de Octubre en Cuba no se observaba con tanta claridad la inminencia de una guerra global, con armas de exterminio en masa.

Los belicistas medios “canallas” estadounidenses y de sus aliados encabezan todos los pronunciamientos de la Administración de Joe Biden, proclamando diariamente a todo volumen que la Rusia de Vladimir Putin es la agresora, está bombardeando a los civiles, tiene la intención de apoderarse de toda Ucrania y representa una amenaza para la OTAN, o para toda la Europa “democrática”.

Muchas instituciones “democráticas” gubernamentales (todas) o privadas, están unidas en la imposición por parte de la administración Biden de sanciones económicas sin precedentes contra Rusia.

Alemania y Francia han sido presionadas para ceder ante las demandas de Estados Unidos de cancelar el gasoducto submarino Nord Stream 2 que habría transportado gas ruso barato en una enorme cuantía hasta Europa Occidental.

La eliminación de todo el sistema de gasoductos rusos a través de Ucrania y del Báltico sigue siendo una prioridad de los gigantes petroleros estadounidenses y del mundo occidental, siempre ansiosos por vender gas fracturado por Estados Unidos en todas partes, incluso si los costos para los países de Europa occidental son significativamente más altos que las tarifas rusas actuales.

Ucrania es un emporio de riquezas con las que los capitalistas de Wall Street y de las Bolsas de valores de Londres, Paris y Frankfurt sueñan, desde el principal suelo fértil de Europa Central y Oriental, hasta inmensas reservas minerales de escala mundial.

Ellas incluyen: carbón, manganeso, mercurio, mineral de hierro y ferrotitaníferos, uranio (en cantidades muy considerables) e importantes volúmenes de gas en esquisto, donde los monopolios estadounidenses y sus representantes (entre ellos personas como Hunter Biden y Rudy Giuliani) quisieran poder usar sus tecnologías de fracking y controlarlos.

Ucrania es, además, el puente entre Eurasia y Europa propiamente dicha. En fin, mucho atractivo para Estados Unidos y la OTAN.

Uno de los principales efectos de ese diluvio mediático que apoya a Washington, la OTAN y los neonazis ucranianos ha sido dividir a la opinión pública, incluso de sectores progresistas, sobre la presunta culpabilidad de Rusia en estos hechos, lo que es completamente bazofia desinformativa y que se debe enfrentar de manera vertical y documentada.

Los medios “canallas” fabrican el consentimiento de la opinión pública, y en muchos casos lo falsifican

Las guerras petroleras han sido típicas en la política exterior de Estados Unidos, desde el robo directo del petróleo de Iraq que causó la muerte de muchísimos iraquíes hasta las sanciones, los intentos de golpe de Estado y guerras de agresión contra Venezuela, Siria, Iraq, Libia e Irán, todo apuntado en mantener el petróleo competitivo de esos países fuera del mercado mundial, o transfiriéndolo directamente a las corporaciones estadounidenses.

Incluso el ilegal bloqueo contra Cuba tiene un componente petrolero, enfocado en no permitir adquirir, transportar en buques tanqueros, producir o refinar petróleo y gas a nuestro país.

Todo ello ha sido “justificado” con pretextos fabricados por la CIA: “Venezuela habría manipulado sus elecciones, Siria asesinó a manifestantes inocentes en Damasco y otras ciudades, usando “gases” contra su propio pueblo, Iraq tenía armas de destrucción masiva, Gadafi planeaba aniquilar a 50 mil manifestantes inocentes de Bengasi, Irán estaba desarrollando armas nucleares, Cuba derribó dos indefensas avionetas, y hace mucho tiempo, un incidente grotesco en el Golfo de Tonkín (para los más mayorcitos)”. La lista es interminable.

El resultado ha sido la matanza de literalmente millones de inocentes en todo el mundo, que continúa hasta el día de hoy. Pero para el Complejo Militar Industrial y para Wall Street el control del petróleo y el gas en el mundo prima por encima de todo ello.

Divisiones en el movimiento pacifista y progresista

La crisis de Ucrania ha cobrado su precio, al menos por el momento, en los movimientos contra las guerras estadounidenses e internacionales, con dos polos emergentes con concepciones estratégicas contrapuestas.

En Estados Unidos, un grupo grande de políticos y organizaciones progresistas se siente obligado a denunciar con igual pasión a ambos bandos, Rusia por un lado y Estados Unidos/OTAN por el otro, cometiendo un gravísimo error en el entendimiento de la situación que ha sido creada desde hace tiempo por la ultraderecha mundial en Europa del Este.

En marcado contraste, las organizaciones que representan una sincera oposición contra la guerra exigen: “¡No a la guerra de EEUU. y la OTAN en Ucrania! ¡Nada de guerras con Rusia! ¡Sin sanciones! No a la OTAN y a la expansión de la OTAN”, una causa central de la crisis actual, y “¡Financien las necesidades humanas, la educación, la vivienda, el medio ambiente y la atención médica, no la guerra!”.

El que una parte de las personas progresistas estén confundidas es un efecto colateral de la agresión y la guerra psicológica pro-OTAN y antirrusa, no solo en Ucrania, sino a nivel mundial (no olvidemos Siria ni por un instante), que es necesario denunciar por todas las vías.

Los agresores son los que han forzado la guerra, usando a Ucrania como “caballo de Troya” contra Rusia y permitiendo el auge en Europa Oriental de los movimientos neonazis.

La imagen del imperialismo estadounidense en la actualidad

El gobierno imperialista estadounidense de Biden, con cientos de bases militares en todo el mundo en decenas de países, es por mucho el mayor proveedor de fuerza y violencia del mundo.

Millones de personas progresistas votamos por Biden en las pasadas elecciones, que lo único que demostraron fue la necesidad de tener un partido político de izquierda que conjugue al ala liberal-progresista del partido “Demócrata” y a una miríada de organizaciones políticas y sociales de centro- izquierda e izquierda, dispersas y poco efectivas, si no nos unimos muy pronto.

Si esto no sucede la violencia imperialista lo abarcará todo e incluye un sistema de vigilancia estadounidense y mundial de tipo orwelliano, guerras cibernéticas destinadas a interrumpir o desactivar sistemas vitales de comunicación y generación de energía, guerras de drones, guerras de sanciones contra 40 naciones, guerras de “embargos” y bloqueos, guerras de operaciones especiales de la CIA, asesinatos por escuadrones e intervenciones militares abiertas dirigidas al “cambio de régimen” y la conquista.

Esta infinita lista tiene como único objetivo el tratar de perpetuar un mundo “unipolar” que de hecho ya no existe; y que como muestra la crisis de Ucrania, llevará más tarde o más temprano a una guerra global y al fin de la Humanidad. ¡Hay que parar estas agresiones!

El gobierno de Donald Trump (2017-2021) mostró hasta dónde está desarrollado el fascismo en Estados Unidos.

Pero los “demócratas” del expresidente Barack Obama (2009-2017) llevaron a cabo numerosos actos de guerra en el mundo. El presidente Biden hoy le sigue “la rima” de forma incrementada.

De hecho, la actual administración, en un informe al Congreso hace unos meses, enumeró 158 países donde se están llevando a cabo operaciones militares o paramilitares estadounidenses.

Por el contrario, China mantiene una sola base militar fuera de sus fronteras: en Yibuti, en el Cuerno de África para la lucha contra la piratería marítima, mientras que Rusia mantiene unas seis bases militares, la mayoría en las antiguas repúblicas soviéticas y una en Siria.

Estados Unidos gasta más en sus fuerzas armadas- al menos un billón (millón de millones) de dólares al año, incluido el presupuesto de la CIA y la comunidad de inteligencia- que la mayoría del resto del mundo sumado.

Una evaluación precisa del estado militar mundial demuestra que China y Rusia están casi totalmente rodeadas por bases militares estadounidenses.

Washington ha ampliado la membresía de la OTAN a las fronteras de Rusia y ha armado a 30 países de esa alianza castrense mientras organiza durante años, en tierra y mar, ejercicios militares conjuntos en las fronteras de Rusia y China.

Hoy, Ucrania ocupa el tercer lugar, solo detrás de Israel y Egipto, en recibir ayuda militar estadounidense, con la administración Biden en este momento enviando miles de millones adicionales.

Golpe respaldado por Estados Unidos en Ucrania en 2014

Aquí, relatamos los eventos críticos que rodearon el golpe de Estado liderado por los fascistas y respaldado por Estados Unidos en Ucrania en 2014 que derrocó al gobierno capitalista prorruso de Viktor Yanukovich y lo reemplazó por uno orientado a alinearse con la Unión Europea, la OTAN y el imperialismo estadounidense.

Los eventos que ocurrieron en Ucrania en 2014 no fueron objeto de interpretación especulativa. Mis amigos ucranianos estuvieron en escena durante las protestas de la Plaza de la Independencia (Maidan), donde miles de personas se movilizaron en el centro de Kiev para protestar contra la corrupción del gobierno y la fuerte caída en su nivel y calidad de vida.

De la nada, desde los tejados cercanos, una lluvia de balas de asesinos cayó sobre los manifestantes pacíficos de abajo, matando a muchos. Se asumió automáticamente que los perpetradores estaban bajo la dirección del gobierno de Yanukovich.

Fue solo más tarde, después del subsiguiente golpe liderado por los fascistas, que se reveló la verdad, cuando un alto funcionario de Lituania informó a Estados Unidos que fueron los grupos dirigidos por fascistas los que abrieron fuego contra las multitudes de Maidan como preludio de su planeada toma armada de la Rada (Parlamento de Ucrania).

Las bandas fascistas finalmente lograron controlar a su favor las protestas de Maidan, movilizando a sus partidarios armados de todo el país.

El senador John McCain y otros dignatarios estadounidenses fueron vistos compartiendo escenario con líderes fascistas.

Mientras tanto, las bandas armadas fascistas irrumpieron en la Rada y prohibieron físicamente a los representantes de la mayoría de Yanukovich entrar en el edificio y ulteriormente tomaron el poder en Ucrania, el país más extenso de los situados solo en Europa.

Después del golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Ucrania en 2014, surgió la pregunta de quién tomaría el lugar de Yanukovich.

Fue escogido por el gobierno norteamericano Arseniy Yatsenyuk, miembro de una formación conocida como “Patria”, de ultra derecha, ultra nacionalista y antirrusa.

Los europeos, especialmente los alemanes, querían una figura más moderada para encabezar Ucrania. Favorecían a Vitaly Klitschko, un boxeador convertido en político con puntos de vista menos salvajes que Yatsenyuk.

Por supuesto, el elegido por Estados Unidos, Yatsenyuk, se convirtió en el primer ministro después del golpe.

La nueva titular de Hacienda en el gobierno golpista fue Natalie Jeresko, nacida en Chicago y, de paso, el hijo de Joe Biden, Hunter, obtuvo un “puestecito” en la Junta directiva de la mayor empresa de gas natural en Ucrania con 50 mil dólares mensuales, unas 200 veces el salario promedio de un trabajador en ese país.

Así las cosas, el gobierno minoritario respaldado por Washington se autoproclamó líder de la nación.

Fue el entonces vicepresidente Biden, a cargo de los temas de Ucrania en ese momento, quien daría la última “bendición” a los líderes del golpe, que había sido preparado previamente con inversiones de cinco mil millones de dólares y con el apoyo a cientos de ONG que tenían como objetivo mover esa nación hacia la órbita del neonazismo y antirrusismo.

Las milicias fascistas del ejército ucraniano

El gobierno golpista aprobó instantáneamente una serie de leyes que se centraron en repudiar los acuerdos firmados por el gobierno de Yanukovich con Rusia para préstamos de rescate en condiciones mucho más favorables que las ofrecidas antes por la Unión Europea.

Prohibieron formalmente el idioma ruso como uno de los dos idiomas oficiales reconocidos durante siglos, y también fue vetado en la instrucción en el sistema escolar público.

Las milicias dirigidas por fascistas, la Brigada Azov del ejército ucraniano, emplearon abiertamente símbolos como esvásticas y usaron saludos nazis.

Organizadas por las agrupaciones pronazis Svoboda y Right Sector, fueron asignadas por el gobierno golpista para marchar sobre el este de Ucrania y desafiar a la mayoría rusa en esas regiones.

El colaborador de los nazis de la Segunda Guerra Mundial, asesino de judíos, prisioneros y combatientes polacos y soviéticos, Stepan Bandera, ha sido rehabilitado y designado «héroe de Ucrania».

En Odessa, 48 opositores al golpe, de habla rusa, fueron asesinados por matones fascistas. Habían buscado refugio en la Casa de los Sindicatos, que fue incendiada. Muchos de los ocupantes se vieron obligados a saltar del edificio en llamas.

Los sobrevivientes fueron asesinados por las turbas fascistas mientras la policía observaba y finalmente arrestó a algunas víctimas que aún vivían. Al día siguiente, 30 mil habitantes de Odessa se movilizaron para liberarlos.

Las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk

Frente a las amenazas abiertas del gobierno golpista, no es de extrañar que las asediadas provincias de mayoritaria habla rusa de Lugansk y Donetsk (el Donbass, o “cuenca del río Don”) en la frontera con Rusia, declararan su independencia del régimen golpista de Kiev, y se autoproclamaran República Popular de Donetsk (DPR) y República Popular de Lugansk (LPR).

Ante el avance militar de las huestes del golpismo hacia el este y el sur, las fuerzas rusas entraron en Crimea y fortificaron su principal puerto en Sebastopol, que siempre había estado, por acuerdo, bajo control ruso desde la independencia de Ucrania en 1991. Poco después, fue organizado un referéndum sobre si Crimea se unía a Rusia, adhesión aprobada abrumadoramente.

El resultado oficial de la República Autónoma de Crimea fue un 97 por ciento de votos a favor de integrarse a la Federación Rusa, con una participación electoral del 83 por ciento. Cifras más o menos, no cupo dudas de la legitimidad del voto.

No obstante las órdenes dadas a los soldados del gobierno golpista liderado por los fascistas en el este de Ucrania y Crimea de atacar a las fuerzas rusas, prácticamente todas las fuerzas militares de Ucrania en Crimea se rindieron. Apenas se disparó un tiro.

Los Protocolos de Minsk

Desde entonces, durante los últimos ocho años, prevaleció un estado de guerra casi permanente en la región de Donbass, con el gobierno de Estados Unidos respaldando los implacables ataques del ejército ucraniano.

Los Protocolos de Minsk, firmados el 5 de septiembre de 2014 y el 12 de febrero de 2015, luego de las negociaciones entre el gobierno golpista de Ucrania, Rusia, Alemania y Francia, supuestamente tenían como objetivo detener el derramamiento de sangre a través de un alto el fuego, la retirada de las armas pesadas del frente, la liberación de los prisioneros de guerra y una reforma constitucional ucraniana que otorgara el autogobierno a ciertas áreas de Donbass.

En la práctica, ninguno de estos tratados se implementó, ya que las incesantes incursiones del ejército ucraniano en esa región tenían como objetivo la subyugación y la conquista, en lugar de buscar una solución negociada. Se violaron repetidamente unos 100 acuerdos de «cese del fuego». Unas 14.000 personas en el Donbass han perdido la vida en los combates.

El gobierno ucraniano se negó a implementar las elecciones proyectadas por Minsk en Lugansk y Donetsk. Respaldada por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, la esencia de los acuerdos de Minsk era preservar la integridad territorial de Ucrania a través de un proceso de federalización que devolvería las repúblicas separatistas a cambio de su autonomía local.

Este último implicaba que los recursos de un Donbass federado, especialmente las vastas reservas de carbón y el acceso a los oleoductos, estarían bajo el control de los gobiernos locales/regionales, una proposición que el imperialismo estadounidense y sus hijastros locales nunca aceptaron.

Tras las elecciones posteriores al golpe de Estado, en las que el Partido de las Regiones de Yanukovich y el Partido Comunista de Ucrania, las dos fuerzas políticas más importantes del país, quedaron en gran medida excluidas o marginadas, el gobierno del nuevo presidente, el exactor/comediante Vladimir Zelensky, presionó incesantemente para establecer el control total del Donbass.

Su ejecutivo había acumulado enormes fuerzas militares en esa región, en preparación para un ataque final contra las poblaciones de habla rusa y prorrusas. En ese momento, las dos repúblicas independientes solicitaron y recibieron ayuda de Moscú.

Cualquier evaluación seria de los orígenes de la actual crisis de Ucrania nos informa que, una vez más, el imperialismo norteamericano se ve obligado por su propia naturaleza a emprender la guerra por todos los medios para promover los intereses de la élite corporativa que esencialmente gobierna a Estados Unidos.

La máxima histórica de Von Clausewitz, «la guerra es la continuación de la política por otros medios», es más válida hoy que nunca, lamentablemente.

Todas las guerras, golpes de Estado, sanciones y terror institucional estadounidenses presentes y pasados contra las naciones pobres y oprimidas, a menos que no sean cuestionados y enfrentados decididamente, dan como resultado que la élite corporativa (Complejo Militar Industrial et al) se quede con el “botín”, es decir, la riqueza de sus víctimas.

Consideraciones finales

Si nos cegáramos ante la realidad de lo ocurrido en Ucrania desde el golpe fascista instigado por Estados Unidos en 2014 y pusiéramos un signo igual entre el imperialismo estadounidense y Rusia, estaríamos gravemente equivocados.

Caeríamos en la proposición de que quien disparó el primer tiro debe ser categóricamente condenado, en lugar de evaluar quién y qué causaron ese disparo en primer lugar.

Del mismo modo, definir a Estados Unidos, China y Rusia como países imperialistas y concluir que deben ser condenados por igual en todos los asuntos, es puro y vulgar sofisma, creado y alimentado por los medios “canallas” y sus jefes del Complejo Militar Industrial.

Que el imperialismo estadounidense planeó y orquestó un golpe dirigido por los fascistas con el objetivo de aniquilar a la minoría de habla rusa, 30 por ciento de la población, y que Washington busca orquestar la afiliación de Ucrania a la OTAN, repleta de armas nucleares a las puertas de Rusia, no puede eliminarse de ninguna ecuación de evaluación seria.

Que los cárteles petroleros norteamericanos estén preparados para robar el combustible fósil de Ucrania y otros recursos vitales para su bienestar, y que Estados Unidos busque apoderarse de los oleoductos de ese país para impulsar las ganancias corporativas también debe tenerse en cuenta en cualquier análisis de la crisis que tenemos ante nosotros.

Las personas honestas no podemos dejarnos engañar. No podemos ser neutrales en estos asuntos.

*Ingeniero cubano residente en EEUU, colaborador de Prensa Latina

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