Versión local de darwinismo social

El contraste entre el mundo presidencial y la realidad es muy notable. Mientras la última oleada de la covid golpea fuertemente a la población, los derivados del petróleo suben de precio y con ellos el costo de la vida, más de cien mil trabajadores retiran la cuarta parte del ahorro de su pensión, aumentan las familias que buscan a un desaparecido sin obtener respuesta y el flujo migratorio crece imparable, el presidente Bukele anuncia “10 impulsos económicos” y coloca las primeras piedras de algunos megaproyectos, rodeado de maquinaria pesada y de excéntricos extranjeros promotores de criptomonedas. Estos pocos trazos ponen de manifiesto la contraposición entre el mundo de los Bukele y el de la gente.

Por: Rodolfo Cardenal*

El contraste tiene características darwinistas. El pajarito presidencial, de un tiempo a esta parte trilingüe, pregona trivialidades en español, inglés y turco, pero enmudece ante la expansión de los contagios de la covid-19 y el aumento de los fallecimientos, ante la inflación, ante los miserables salarios urbanos y rurales, ante el desempleo y la masa de trabajadores informales, la mayoría mujeres. El abandono de la mayoría de la población a su suerte, en unas circunstancias muy apremiantes, es dejarla en manos de la selección natural, donde solo sobreviven los más fuertes. Los débiles no tienen ningún futuro en el mundo de los Bukele. Los grandes proyectos presidenciales son para el disfrute de los más recios.

El régimen no tiene respuesta para las dificultades cotidianas enfrentadas por las mayorías, entre las cuales figuran muchos de los seguidores más fieles del mandatario. El silencio tiene mucho de incompetencia y de insensibilidad. El régimen permanece impasible ante la desaparición de personas y el encuentro de tumbas clandestinas, ante los hospitalizados y los muertos, ante los emigrantes y los hambrientos. Es incapaz de compadecerse de la zozobra, el sufrimiento y el desvalimiento del pueblo, en cuyo interés dice gobernar. La inteligencia y el sentir presidencial de la realidad humana del país no cambiarán mientras la mayoría de los descartados por el oficialismo aplauda sus promesas y sus contados logros, aun cuando estos no los beneficien directamente.

Los fieles aguardan confiados el cumplimiento de que no está lejos el día en que “El Salvador […] por fin será lo que siempre merecimos”. Sin embargo, cada vez son más los que buscan en el norte las oportunidades que aquí les son negadas. La cantidad de salvadoreños detenidos en la frontera sur de Estados Unidos ha experimentado un crecimiento del 475 por ciento en los dos últimos años. Los detenidos en las primeras semanas de este año son casi 20 mil. Si la novedad fuera tan bondadosa, tal como asegura el oficialismo, el flujo de emigrantes no solo habría disminuido notablemente, sino que muchos de los radicados en Estados Unidos se dispondrían a regresar. Curiosamente, en los planes de los admiradores de Bukele en aquel país, no figura regresar voluntariamente a El Salvador.

El anuncio de megaproyectos y la colocación de las primeras piedras no convencen. Los descartados venden lo poco que poseen o se endeudan para pagar al coyote y emprenden una travesía, acechados por el fracaso y la muerte. Los riesgos son altos y reales, pero si logran sortearlos, encuentran una oportunidad única, que aquí es inexistente. La alternativa es contemplar impotentes cómo se los traga el darwinismo presidencial. Ni los que huyen, ni los que no regresan confían en que “El Salvador […] por fin será lo que siempre merecimos”. Otros optan por las diversas modalidades que ofrece el crimen organizado.

La intuición popular capta la realidad muy certeramente. La anunciada inversión de 1,510 millones de dólares en obras públicas este año, para impulsar el crecimiento económico, es irreal. Desde 2009, incluido los años de los Bukele, esa inversión ha rondado los 700 millones de dólares anuales. En gran parte, por falta de capacidad de ejecución. Ni siquiera Fomilenio pudo superar esa cantidad. Los dos programas, cuya gestión fue supervisada por Washington, invirtieron 200 y 600 millones de dólares, respectivamente, en cinco años. Así, pues, no hay forma de que el régimen de los Bukele pueda ejecutar más de mil millones de dólares en un año, si es que dispone de ellos. Algo muy dudoso, ya que no tiene dinero suficiente para financiar el presupuesto y para pagar las obligaciones de la deuda.

“No estamos aún donde queremos, porque nuestros sueños son muy grandes”, anunció triunfal la esposa de Bukele en Dubái, en una feria de turismo. En efecto, los sueños de la pareja presidencial son grandes, tanto que su concreción es prácticamente imposible. Mientras la pareja sueña, lo más pequeño, lo de diario, que más afecta negativamente a la mayoría de la gente, es silenciado, escondido y olvidado. Es incuestionable que los Bukele no han llegado a donde quisieran, pero es muy discutible que “estamos avanzado y muy rápidamente”, como agregó la primera dama. Si así fuera, el flujo de emigrantes tendería a la baja. No tiene sentido emigrar si se está bien en el hogar.

*Director del Centro Monseñor Romero.

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