Lo que callamos los médicos

Ser médicos no solo significa sanar, ganar una batalla a la muerte, y quizá en el peor de los casos, confortar a la familia ante la pérdida de un ser amado.

Por: Francisco Parada Walsh*

También el médico debe ser integral, no, no basta con sanar pues en mi montaña antes de visitar mi consultorio van a “Que les hagan oración”, luego a que “los soben” y ya cuando todo está complicado, es mi persona quien debe darse colazos con el diablo, por el momento todos los rounds los he ganado, no me jacto de ser astral, no, eso es ego, sino que está la contraparte de sanar: “DECIR LA VERDAD”.

¿Cómo es que el país miente desde que la pandemia inició? Miente el presidente, el ministro de salud, subalternos que son una pandilla de incapaces que apenas prueban las mieles del poder ¡Todos mienten! pero el médico no debe mentir. Esa es la diferencia. De una u otra forma me doy cuenta de todo lo que pasa a través de grupos de conversación que rondan los quinientos médicos, algunos son amigos, otros conocidos y los más lejanos, simples contactos; pero ¿Cómo es que se están muriendo médicos, sacerdotes con la segunda dosis? Hechos, no palabras, Sabemos los nombres. Todos callan.

Guardar silencio para no ser sancionado, removido o despedido es de cobardes, pues deben de pensar si esa persona que recibió las tres vacunas y falleció es el ser más querido ¿Dónde está la falla? Parece que el médico no piensa, reflejamente ejecuta órdenes sin siquiera cuestionarse de dónde, cómo, qué, cuándo apareció el virus y a la vez, preguntarse pero en serio: ¿Cómo es que personas vacunadas están falleciendo día a día? No hay excusa al decir que la vacuna salva pero callar los efectos adversos no es ético ni moral y quizá eso hace que el médico se salve del despido, muchísimos médicos sabemos los efectos colaterales, los síndromes de Guillain Barré, las trombosis e infartos que la vacuna ha causado; vergüenza aparte es ser cómplice y no advertir que somos simples cobayos, o cobayas; el sexo lo elige el traidor a su profesión.

Sucede que morirse aún, con la tercera dosis es válido, el porcentaje es bajo pero ¿Por qué nadie se contagia de paperas? ¿Quién sufre de tétanos? ¿Cuántos casos de sarampión se atienden al año? Debe el médico que cura, contestarse.

Hablo por mi experiencia en el tratamiento a pacientes con sintomatología Covid, en el caserío donde vivo no hay un laboratorio que me confirme o me niegue el diagnóstico acertado, debo en cuestión de dos horas ser sincero, hablar claro y una vez que la familia entiende el riesgo de llevar a una persona mayor a un centro hospitalario y que la muerte es una realidad, ellos deciden qué prefieren hacer y siempre escogen que su madre, abuelita amada muera acá, en la paz y tranquilidad de la casa.

Les enseño cuánto está saturando, les hago ver claramente que se necesita un ingreso a un hospital nacional, no tengo oxígeno pero tengo la verdad por delante. Ellos, buscan en google frente a mí los valores normales y una vez que estamos de acuerdo empiezo a trabajar con lo mejor que tengo, que quizá solo es mi voluntad de servir y no hay miedo al contagio, eso lo aclaro, la muerte es la única amiga que he tenido por 57 años, ella me espera, mientras hago el mate de salvar una vida, ella, decide cuándo debo partir.

Pero callar, que un Colegio Médico no tenga la robustez moral para advertir a la población que el desorden de la vacunación es por la gente incapaz que toma decisiones, porque lo único que le interesa al gobierno son números y bla, bla, bla “Se vacunaron dos millones de”; Solo la Asociación de Pediatría advirtió del riesgo de vacunar menores de edad pero mientras, en la sencillez de mi caserío las personas corren, desesperadas en busca de una vacuna que los responsables de vacunar no saben si la dosis es por edad o por peso.

Nunca, nunca callaría lo que va en perjuicio del paciente, debo ser honesto con él pero sobre todo conmigo; tengo fotos de pacientes que antes de la segunda dosis eran personas sanas, ahora, adolecen de trombosis, cefaleas, confusión. Qué decir de cuando un colega pregunta dónde ponen la tercera dosis y otro le responde: “Todos los que se han puesto la tercera dosis vienen más jodidos, espérate unos dos meses” ¿Es eso ser médico? ¿Es eso de seres humanos? ¿Es eso de perfumados hombres que creen saber y tener la ciencia cual si ellos fueran Testut Jacob? De las cosas que no me quitarán el sueño, es si los “médicos en primera línea” me retiran su amistad, poco me importa, para ser amigos de cómplices y cobardes, me bastan mis gatos y perros.

Me quita el sueño, ver esa falta de valor de no decir las cosas por su nombre, pero si ni siquiera me premiaran por mentir al paciente, entonces ¿Seré que por un salarito debo ser cómplice de un MINSAL ignorante y corrupto? Cuando tengo frente a mí al dolor, al sufrimiento y sé que las cosas no son como dicen ser, es más, ese gremio médico mordió el anzuelo, la Cum Laude prefiere seguir y voltear la mirada hacia la inanidad y si la que tengo frente a mí, es la madre de un colega, de la persona más humilde, del hombre más encopetado me pregunto ¿Qué debo hacer? Ser el actor de una novela de pésimo y bajísimo presupuesto llamada “Lo que callamos los médicos” o leer en mi documento único de identidad que dice: Sexo: ¿Masculino?

*Médico salvadoreño

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