Diáconos y diaconisas. El fin del celibato sacerdotal

El obispo de Rimini, Italia, ha designado como responsables de una parroquia al diácono Davide Carroli y a su esposa, la psicoterapeuta Cinzia Bertuccioli. Esto ha conmocionado a los católicos italianos pues por primera vez un matrimonio estará al frente de una parroquia. La familia con sus hijos se trasladó a la casa parroquial.

Por: Elio Masferrer Kan*

Existía un antecedente similar en la diócesis de Roma, donde el Papa Francisco había designado en 2018 a un diácono casado Andrés Sartori, quien se fue a vivir en la casa parroquial con su esposa y  cuatro hijos.

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Existen distintas fuentes que muestran el papel sacerdotal jugado por las mujeres en el cristianismo primitivo; Karen Torjensen lo explica en “Cuando las mujeres eran sacerdotes. El liderazgo de las mujeres en la Iglesia primitiva”, donde expone cómo éstas tuvieron papeles sacerdotales y luego, en la medida que el cristianismo se hizo religión de estado, se impuso un monopolio masculino en las curias. Este dominio masculino fue ratificado por Juan Pablo II, quien expresó públicamente que las mujeres tenían “otros roles también importantes “en la Iglesia romana, entre ellos: ser madres.

La crisis del sacerdocio católico no se expresa sólo en la ausencia de vocaciones, sino que el propio celibato eclesiástico está siendo fuertemente cuestionado por las constantes denuncias y escándalos por el comportamiento de algunos sacerdotes y la, cada vez más cuestionada, estrategia de los obispos y la institución de ocultamiento y protección a pederastas y complicidad con estos delincuentes. El último escándalo ha sido las revelaciones de más de 300,000 niños franceses abusados.

La carencia de sacerdotes es particularmente aguda en Europa y el Continente americano, antigua cantera de innumerables vocaciones. Ante la falta de sacerdotes, el Concilio Vaticano II había autorizado la ordenación de diáconos permanentes casados con funciones muy restringidas. Recientemente en el Sínodo de la Amazonía los conservadores llevaron a los extremos el cuestionamiento a la posibilidad de ordenar hombres casados y amenazaban con un cisma en la Iglesia.

La realidad es que la Iglesia no tiene vocaciones sacerdotales ni de mujeres religiosas. En 2010 eran 412,236 sacerdotes y tuvieron un incremento muy leve a 414,336 en 2019. Las religiosas descendieron de 721,935 a 630,099 en ese mismo período. Ambas cifras no reflejan el proceso de envejecimiento del personal y que los obispos, para evitar ser mal evaluados en las visitas quinquenales a Roma, no actualizan las cifras de defunciones y abandono del estado clerical de sus sacerdotes. El clero y las religiosas sólo crecen en África y Asia. En América, Europa y Oceanía las cifras son negativas.

En México, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) contrató a 500 sacerdotes de la República Democrática del Congo para paliar la crisis de vocaciones. Algo similar sucede en Europa, aunque las diferencias culturales con el personal africano son notables.

Quienes crecen en la Iglesia, son los diáconos permanentes casados: en 2010 eran 39,564 y en 2019 ascendían a 48,238, un incremento del 22% y podrían ser más si los obispos conservadores les pusieran menos trabas, como es el caso de los obispos mexicanos y de muchos países de América Latina. En los Estados Unidos la presencia de los diáconos casados es notable: en 2019 eran 44,778 sacerdotes frente a 19,420 diáconos, estos representan un tercio de todo el presbiterio. En México hay 1,241 diáconos permanentes casados, prácticamente el 10% de todo el presbiterio.

En 1990 el obispo Samuel Ruíz García inició el ordenamiento de diáconos para enfrentar la expansión del protestantismo en la diócesis de San Cristóbal. Los evangélicos tenían presencia con alrededor de 2500 pastores, la mayoría nativos que hablaban las lenguas indígenas, en más de mil comunidades chiapanecas. Muchas de las denominaciones presentes en Chiapas ordenan mujeres pastoras.

Samuel Ruiz con sus 57 sacerdotes no podía hacer mucho y expandió la formación de catequistas indígenas y a quienes destacaban los ordenó diáconos permanentes. En la ordenación asistieron acompañados de sus esposas y se produjo una gran polémica pues los conservadores descalificaron a don Samuel, planteando que habría ordenado mujeres diaconisas y que esto violaba “el modelo de iglesia” mexicana. La CEM acordó prohibirle a Ruiz continuar con las ordenaciones de diáconos. Ya jubilado se dedicaron a desmantelar su trabajo pastoral y por supuesto la Iglesia católica siguió disminuyendo en Chiapas. Estoy convencido que, en estos momentos, el obispo Samuel Ruíz debe estar riéndose a carcajadas y diciendo “se los dije”.

*Doctor en Antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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