El Año del Gato

Era 1977. Bajaba de un hermoso pueblo para incorporarme al mejor colegio del mundo, el colegio “García Flamenco” que, rebosante de malandrines, todos aquellos que en el penal de Mariona no tenían cabida, vivían a sus anchas y locuras en ese hermosísimo manicomio. Ya era loco a los once años, y muy loco. Recuerdo todas las ocurrencias de cada compañero y a pesar del tiempo, cada locura es inimaginable, e insuperable.

Por: Francisco Parada Walsh*

Apenas conocía San Salvador, el restaurante que añoré, añoro y añoraré es el Hardee´s, unos perros calientes con un chili especial, aquellas papas fritas y la malteada de chocolate ¡Qué sabores! ¡Qué placeres! Poco a poco fui conociendo la capital pero esa gloriosa noche cuando el “García” se coronó campeón no pude ni siquiera ver a los jugadores en el colegio; era un niño/ adolescente, después de disfrutar de ver al “Garabato” bailar como solo él podía hacerlo, escuchar a Al Stewart recitando “The Year of the Cat”, la garra y fortaleza de Somoza, la magia de “La Pantera”, un “Messi gatuno” bailando a los rivales a diestra y siniestra me podía dar por servido; caminé desde el gimnasio nacional hasta el colegio, no había nadie, nadie; debo haber tomado un bus o un taxi, no lo recuerdo; llovía esa noche, esa mágica noche y llegué a mi casa tan feliz, era un “Gato Negro Cachimbón”.

Poco a poco empiezo a entender ese compañerismo inigualable, esas ocurrencias que aún conservo en la memoria, si, como que fue ayer. Viene a mi mente, la voz fingida del “Cuche” Saravia, que imitaba tan bien la voz de Lesigñana que una vez, el profesor sacó a cachimbazos al menos culpable, al dueño de la voz, mientras el grado caía rendido ante la locura de Saravia.

Teníamos doce años. Qué decir de “Chamba” Castellanos que una vez se puso a llorar, cuando “Don Napito” le preguntó por qué lloraba, Chamba le respondió: “Es que mi hermana es paralítica y dice FULANO que se la va a coger”, toda la furia de una mentira cayó sobre el lomo de FULANO; no bastó tal disparate, sino que otra de tantas veces es llamado Castellanos a la esquina del castigo, mientras pasaba frente al pupitre de FULANO se hace un clavado olímpico y el profesor le pregunta: ¿Qué le pasó chabacanote? “Es que FULANO me echó zancadilla” e inmediatamente “Chamba” se libra del castigo y viene nuevamente toda la ira de don Napito contra FULANO.

Recuerdo a Mario Revelo, una mumuga con poses de un dictador, el nudo de la corbata por el ombligo, era imponente su figura, su descollar en hablar paja, ahora es un renombrado abogado.

Mientras ese equipo campeón nos entusiasmaba, nunca había participado en una fiesta donde todo era rivalidad pero había un respeto profundo, había garra pero eran tiempos sanos, no lo que vivimos ahora, era “The Year of the Cat”. Cómo olvidar a Batarsé, que preparaba un azufrado guiso con pastillas de sulfuro y habría el bote en el salón de clases, era oler “El pedo” más apestoso de la humanidad, se cubría la nariz el saco y gritaba: ¡Qué pedo! Esos éramos nosotros, jóvenes locos, felices, y quizá la única tarea que nos interesaba hacer era seguir jodiendo cada día, como si fuera el último día de nuestras vidas.

Ese sábado llovía, creo que caminé hasta mi casa, al día siguiente estaba trincado por una bronconeumonía; mientras reposaba escuché a mis hermanas decir que “Elvis” había muerto ¡No sabía quién era ese Elvis! Mientras la familia se iba a trabajar encontré un “long play”de Elvis Presley, lo escuché tantas veces como pude, era portada en los periódicos, había fallecido “El Rey del Rock”, nunca había reparado en escuchar la respiración de un cantante pero puse mi oído en el parlante mientras “El Rey” respiraba y pude decir ¡Ahí está vivo!.

El colegio sicodélico, los colores negros no eran de tristeza ni por ser gatos negros estábamos condenados a la infinita mala suerte, no, lo que sobraba era una jodarria infinita; así llegué a primer año de bachillerato, cada día aprendiendo más, no cosas malas sino cosas buenas, quizá la más importante ¡A ser feliz! Llega agosto de 1979, escuché en la cancha de futbol de unas pastillas llamadas rohypnol, que se vendían en cualquier farmacia y producían sueño, relajamiento, al final quizá todo se resume en una tan sola palabra: ¡Una gran pedera! se me ocurre comprar una caja y empiezo a repartir a todos los amigos, quizá fueron unos siete, recuerdo a mi gran hermano Roberto Miranda, un tal Schultz, algo así y otros que cayeron rendidos ante esa pócima, unos vomitaban, otros pedían notas, otros dormían.

No pasó ni 24 horas para que al día siguiente se apersonara el coordinador Roberto Campo y empezó a decir los apellidos de todos los involucrados, ¡Si yo era el responsable! Y agradezco a mi hermana mayor que puso la cara por mí y quizá porque llevaba buenas notas, solo, ¡Solo me expulsaron quince días! Salía de la casa de mi hermana Guadalupe como que iba a clases, el microbús me recogía a las doce y me dejaba en casa a las seis de la tarde, pasé esos quince días hablando con el portero del colegio, nadie se dio cuenta y ante la regañada respectiva me vi en la obligación de demostrar que “había cambiado”, estudié con ahínco y logré quitarle el primer lugar a mi hermano Rafael Merazo, él, todo un gato loco caballero me felicitó, hice 90 puntos, él, 89 puntos.

Nunca más pude acercarme a él, pero eso fue un lazo que nos hizo más hermanos, más gatos negros. Hablar de Jaén es hablar de sobornos, chantajes, sexo, sodomía, grandes comidas en hoteles y con la pata negra sobre la Biblia y mis bigotes parados puedo jurar que mi única locura fue empujarlo y cayó hecho un tanate, se golpeó la cabeza y fue el orientador de turno, el recordadísimo y querido Señor paz quien nos conminó a mí y a Nelson “Acahuapa” Cruz Moreno a que si algo le pasaba, el caso pasaría a la justicia ¡Menudo susto! Recuerdo otra ocasión, que estábamos en una pista de patinaje en el que fue el Hotel Sheraton, y que Jaén aparece, nos preguntó si queríamos tomar algo, claramente nuestras vidas eran joder y joder y nos invitó a una botella de Jonhy Walker Cinta Negra, un plato de bocas que consistía en una deliciosas papas fritas y una palangana de carne asada; ya bolos agarramos camino a nuestras casas, en un bus de la 29.

Deben los compañeros Quintanilla y Miranda contar qué hicieron con Jaén, aparte de una extorsión que debía pagar por placeres mundanos y que creo, que el que le retorcía el pescuezo a Jaén es mi hermano “Herrucho” Quintanilla que poco a poco va soltando la sopa. ¡Gato Gato negro el gato negro es cachimbón, ae ae el gato negro es cachimbón! P.D. En ciertos renglones se lee “FULANO”.

De una u otra forma todos merecemos respeto y oración por un compañero que se aferra a la vida, con seguridad saldrá bien librado pues ¡Tiene siete vidas y las oraciones miagadas de todos los gatos negros!

*Médico salvadoreño

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