Jesús y Quirón

Por: Francisco Parada Walsh*

Fue José Arimatea quien llegó donde Pilatos a pedir el cuerpo de Jesús, Pilatos, algo confundido no dudó por un segundo entregar el cuerpo de Jesús; en esos momentos de convulsión, siempre Pilatos hizo lo que mejor sabe hacer, lavarse las manos.

José apenas podía cargar el cuerpo de Jesús, sin embargo su deseo de que fuera atendido lo más pronto posible por Quirón hizo que sacara fuerzas de flaqueza; apenas llegó a la casa de Quirón tocó la puerta con todas sus fuerzas, fue el hijo menor de Quirón, Quironcito quien gritó a su padre: Papi, aquí viene aquel señor que siempre viene a almorzar, al parecer Quirón gozaba de un profundo sueño y fue el niño al cuarto de su padre y de un sonoro grito le dijo: Papi, aquí está el señor que siempre viene a almorzar”; Quirón, entre dormido y despierto no entendía qué pasaba, mientras se limpiaba los ojos, era evidente la resaca que sufría, antes de ponerse una desordenada y ajada túnica decidió tomarse un trago de licor, nada nuevo ante una noche de excesos; Quirón salió de su habitación todavía tambaleándose y fue José de Arimatea quien le dijo: Quirón, necesito que atiendas a este hombre, Quirón, hombre alejado de las cosas de Dios no lo reconocía, inmediatamente lo acostó en una destartalada cama y  pudo reconocer el rostro de Jesús, lo que no pareció perturbarlo y en ese mismo momento le preguntó a José qué le había pasado al paciente que debía atender; fue José quien le dijo: Míralo como viene de lastimado, estuvo crucificado por horas y murió en la cruz; Quirón acercó su estetoscopio y a lo lejos escuchó que el corazón latía, suave y lento pero latía; inmediatamente tomó con mucho cariño la cabeza de Jesús, le acercó un vaso de agua y poco a poco Jesús empezó a dar pequeños sorbos; en ese momento también Quirón aprovechó para servirse un trago doble con cara de tripe de un  licor de trigo, a pesar que lo hizo con mucho disimulo fue José quien lo vio aturrar la cara ante el  fuerte sabor de la bebida; Jesús poco a poco abrió los ojos, para José fue un milagro, cayó en tierra y no dejaba de llorar mientras Quirón le dijo: No es para tanto, si nuca estuvo muerto,  lo que necesita es descanso y un buen caldo;  José no pareció escucharle, siguió llorando y luego empezó a cantar unas bellas alabanzas;  Quirón le dijo a José, déjalo descansar, ya mañana estará mejor. La noche fue larga.

Al alba, Jesús parecía estar en un mejor estado de salud, fue Quirón quien le preguntó: ¿Cómo te sientes amigo Jesús? Respondiéndole que mucho mejor y a la vez dijo que no recordaba nada de lo ocurrido y preguntó cómo es que fue a parar a esa cama, Quirón, hombre rudo y fuerte no dudó en decirle que lo habían crucificado los mismos de siempre, esos, a los que toda la plebe llamaban ratas y mientras curaba las heridas de Jesús decidió preguntarle si tenía apetito, que recientemente había cazado un cornudo venado y que sin jactancia alguna, estaba muy sabroso; Jesús, a pesar de lo adolorido que se encontraba no dudó ni por un segundo en decirle que con gusto le sirviera un buen tasajo de venado; Quirón, hombre conocedor de astronomía dirigió la mirada hacia el infinito, mientras contemplaba tal majestuosidad y en una especie de trance o monólogo alzó la voz y dijo: ¡Los astros estuvieron a tu favor mi amigo Jesús! Si no, te hubieran pegado una buena jodida; Jesús más parecía interesado en clavarle los dientes a un delicioso guiso de venado con papas y alcaparras, fue Jesús quien asintió con un leve movimiento de la cabeza y le dijo que tenía toda la razón, que si no hubiera sido por la Osa Mayor y su conjunción, ya no estaría vivo; Quirón, nuevamente fue a un destartalado mueble y muy contento ante la recuperación casi milagrosa de Jesús no dudó en zamparse otro trago; Jesús, ante semejante guiso ni lerdo ni perezoso  pidió que le sirviera un trago; Quirón quien conociendo la vida mundana de tan especial paciente no dudó en servirle lo solicitado por Jesús  y Quirón solo pudo ver la cara colorada de su paciente  ante el fuerte sabor de tal bebida; Quirón se recostó en una hamaca y mientras se mecía no dudó en preguntarle a Jesús que porqué era perseguido por tantos enemigos, éste, algo adormitado le dijo que por predicar el evangelio pero que pareciera que nadie lo entiende, que la gente sigue haciendo lo que le da la gana y que más que deseos de llevar la verdad a cada fiel, quizá sería mejor volver a su vida sencilla y dejar de meterse en cosas que no le traen nada bueno.  Jesús creyó que Quirón lo estaba escuchando, y no fue así, éste ya roncaba plácidamente.

Llegó un nuevo día, Quirón dio los buenos días a Jesús y le dijo que no tardaría, que solo iría a ordeñar unas cabras y que con los poderes naturales y afrodisíacos de la leche de cabra su recuperación sería absoluta; mientras Jesús miraba todas las pinturas elaboradas por Quirón, quedó maravillado ante  un bellísimo cuadro, era “La Ultima cena” mientras, regresaba Quirón con un gran balde de leche de cabra y fue entrando a la casa le dijo a su paciente; Mira lo que te traigo, esto es mejor que cualquier medicina”, Jesús no pareció escucharlo, seguía estupefacto ante tanta perfección y  no dudó en decirle que realmente lo admiraba, que aparte de gran médico, era un gran artista y que quien tiene el arte de salvar vidas era él, que su nombre Quirón en lengua aramea significa: “El que cura con las manos” y que sería bueno agregarle que “No solo cura con las manos sino con el alma”; Quirón se hizo el de oídos sordos y mientras servía sendos tazones de leche de cabra y hogazas de pan de trigo fue Jesús quien le dijo: A ti debieron crucificarte buen hombre, tú si eres un elegido”.

Un poco de historia. La palabra “Quirófano” se deriva del personaje mitológico, el maestro “Quirón” que a su vez significa “El que cura con las manos”. El centauro Quirón sabía de caza, astronomía, pintura, meteorología, medicina y fue maestro de Aquiles.

*Médico salvadoreño

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