El Perro Negro está de regreso

Por: Francisco Parara Walsh*

Si, ese maldito perro negro, está afuera, solo espera que salga y me ataca, me muerde, me vigila. Años han pasado desde que la depresión me abandonó, pensé que sería en forma permanente, que nunca la volvería a ver sin embargo no es así, siempre regresa, siempre. Vivo en un paraíso o en un infierno, depende de mí sin embargo ese paraíso se ha convertido en un verdadero infierno donde nada sirve, nada es bueno, nada ayuda.

No sé ni cómo empezó este nuevo episodio de depresión pero me afecta en toda mi vida, nada está exento y en lo poco bueno que percibo es que prefiero mantenerme lejos de los seres queridos, solo me gusta hablar con mi familia; de ahí evito a los demás a pesar de los lazos fuertes de amor que siempre he construido, sé que cuando me niego a hablar con alguien de mi cariño es porque las cosas no marchan bien; he sufrido viendo morir a tanto personal de salud, me ha afectado muchísimo sin embargo no es ese el motivo principal del regreso de ese perro negro, que se echa y no se va; duerme, come, abre los ojos y me mira fijamente, no se va.

La depresión mata el alma, y a veces el cuerpo; aun en día hay cierto prejuicio sobre los trastornos mentales y como tal debo aceptar que sufro de depresión, vienen ideas repetitivas, un terror a la luz del día, pareciera que el sol es mi enemigo y es el quien me clavara una cruz en mi pecho, en mi alma. No hay motivos aparentes para sucumbir a la depresión sin embargo es un túnel oscuro, lucho con todas mis fuerzas para llegar al otro extremo y ver la luz pero siento que no avanzo, que los pies pesan, que están metidos en una cubeta con cemento y no permiten moverme.

Pienso en cuáles fueron los detonantes para este nuevo episodio de depresión y creo que todo el cariño que tenía dispuesto dar a mis seres queridos se esfumó, no hubo esa relación amorosa y poco a poco vienen ideas paranoicas, y temerosas. Somos seres de amor y convertir tal sentimiento en lo opuesto no abona en nada a un paciente depresivo; no es fácil y lucho día a día a salir bien librado de este episodio, espero que sea el último y que ese perro negro se vaya para no volver. Camino por bellos parajes, me acompaña una pandilla canina que retozan en el monte, para mí es un esfuerzo sobre humano, no quiero ser mordido por el perro negro, no, deseo que se vaya pero solo me mira y se vuelve a echar.

Mis período del sueño está dormido, no quiere despertarse, adoro los amaneceres sin embargo el miedo al nuevo día es algo inimaginable, el rayo del sol que se cuela por la puerta es mi reloj, es mi alarma que me avisa que debo luchar, que debo seguir, que debo amar. No es fácil, no lo es, la mente es la que dirige la vida, cada acto que hago o dejo de hacer y si mi mente no está bien todo falla, todo; he querido entender que todos somos aves de paso y que nada en el mundo vale la pena para sufrir ¡nada! Ordeno a ese perro negro que se vaya, solo me mira y se vuelve a echar. Vete depresión, vete, no te necesito, no, vete al infierno al que perteneces.

Debo seguir en mi lucha, no puedo quebrarme, debo seguir, al fin el perro negro se levanta, se sacude y se marcha.

*Médico salvadoreño

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