Lo Pagano y lo Divino

Por: Francisco Parada Walsh*

Pocos días faltan para celebrar la navidad, no puedo escribir en el nombre de una u otra religión, corriente filosófica o adoración terrenal. Escribo en mi nombre, en acaparar todo el gozo y el dolor que estas fiestas divinas o  paganas conllevan. Mis recuerdos son vívidos, nada es al azar o inventado; mi niñez creció en la ciudad de Berlín natal, sin embargo bastaba el grito o el llanto de mis hermanos o el mío para que la fiesta terminara, todos a dormir;  poco a poco el poder económico me domina, me margina, me hace estudiar para que yo crea que soy alguien mientras por otro lado me embrutece. Mis mejores épocas fueron cuando pasamos un 24 de diciembre en la playa, amo la playa, más de lo que ella se imagina; soy un pulpo humano queriendo agarrar lo bueno de mi mundo sin embargo solo agarro lo peor de una sociedad.

Actualmente nuestras fiestas navideñas las celebramos en un lujoso centro comercial cual si Jesús  lleva su conversión en un plasma, una lavadora, un bar elegante; creemos que la iglesia no es lo divino sino lo pagano, se busca guisos exuberantes y nos persignamos frente al chumpipe, al jamón, al bacalao mientras ¡Mi hermano muere de hambre! ¿Cómo puede ser que nazca Jesús en una casa con ricas viandas? En ningún momento mi Dios buscaría un divino lugar sino que en su calidad de mortal prefiere nacer en un pesebre ¡Que Jesús más pagano! Siendo el enviado de Dios escoge lo más sencillo cuando pudo su nacimiento ser en un hotel cinco estrellas.

Los súper mercados se abarrotan, nadie cabe, pareciera que será ahí que se llevará a cabo la misa; todos luchan por lograr el jamón más grande, los turrones de Alicante, finos o baratos licores que corren como sangre en las venas  abiertas del Pinochini de América que envalentonan a ese monstro que vive dentro de mí. Las iglesias y capillas se van de fiesta, no hay feligreses, todos vuelcan sus bajos instintos en festines en la playa o en el lago, llegar con ese bronceado dice mucho ¡no soy igual a ti, tengo dinero! Pertenezco a lo divino. Aun, llama a risa ver algunas personas que acuden a misa, chapudos de tanto guaro que se zamparon, en ropa de playa y quizá con un canegue en el oído;  según el feligrés bolo-goma tiene salvación eterna por llegar no a la última cena sino  a la última misa.

A nadie parece importar el significado real de las fiestas navideñas, todo se traduce en gastar lo poco que se tiene, en hacer de lo divino algo pagano y es lo que vivo cada ano. Hubo una época que pasé muchísimas navidades en la playa no  como un lobo solitario sino un hombre silente, el día antes iba al muelle del Puerto de La Esclavitud a comprar mariscos, llegaba el 24 de diciembre, trataba de pescar mis ansiedades, dolores y traumas y siempre  lograban zafarse del anzuelo de la vida, cocinaba algo sabroso y nadaba un rato, luego a dormir, no soy de reuniones vacías, me encanta el sabor del amor y el olfato del buen guisado, guisado de respeto, de pensar que mi vida no es una casualidad y que debo cada minuto de mi vida aspirar no cocaína sino aspirar a ser un mejor ser humano.

Siempre he criticado, muy muy en mis adentros porqué esperamos a ser mejores personas si llego a tal puesto cuando el 24 de diciembre debo celebrarlo todos los días de mi vida. La familia de a poco se despenica como granos de una mazorca transgénica, cada quien tiene su rumbo, sus metas, el objetivo es hacer de lo divino algo pagano. Quizá siempre he sido solitario pero me basto a mí mismo. No adoro ni deseo aquello donde se estrena, debemos estrenar una nueva forma de pensar,  de vivir.Puedo escribir como sucede una navidad en cualquier hogar salvadoreño, como diría Jimmy Page: La Navidad es la misma! No puedo sentir paz si hay guerra, no puedo rendir culto a un dios si adoro al diablo.

Debemos volver a lo divino, a aquellas tertulias familiares cargadas de amor, de respeto a nosotros mismos y sobre todo a ese Dios que nos envía a su hijo para salvarnos; dudo que me salve pero lo intento, soy el pecador de pecadores pero amo lo divino, detener el tiempo, amarse, cuidarse, forjar un futuro lleno de lo mejor de cada uno; no es el banquete lo que importa, el mejor festín es comernos a Dios, no dejar una alita, amarlo, respetarlo y mimetizarnos con él, no con el pagano, lo vulgar. Sea esta época de recibir de parte mía los mejores deseos a cada amigo  que me lee, igual, gracias por su tiempo, su paciencia, su cariño. Alzo mi copa de vino que en vano limpia mis venas, veo al Cielo y a lo lejos veo a un Dios que levanta su copa, un brindis divino.

*Médico salvadoreño

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