La morenita del Tepeyac, madre amorosa de los pueblos nativos y de la humanidad

Por: P. Mario Ramos*

María de Nazaret, la estrella de la Evangelización (1) y la primera cristiana; según Lucas, a la par que era alegre: “mi espíritu se alegra en Dios mi salvador (2), también fue cuestionadora: “derribó del trono a los potentados y ensalzó a los humildes” (3). Enmarcamos lo anterior en el continente americano al recordar que el cerro del Tepeyac del Anahuac Mejicano, Tonantzin era la madre de todos los dioses en los tiempos prehispánicos. Con la venida de los misioneros, especialmente dominicos y franciscanos, y, las apariciones en el Tepeyac un 12/12/ 1531 de la virgen de Guadalupe al indio Juan Diego, como representante de un pueblo milenario recién oprimido; este hecho daría un nuevo rumbo a la presencia del Espíritu en el nuevo continente.

410 años después (05/10/1921) llegan cinco religiosos italianos de la Congregación Somasca encabezados por el p. Antonio Brunetti; esta vez a El Salvador, cuyo nombre original era Cuscatlán (4). A pocos meses de su llegada a tierras cuscatlecas, el p. Antonio guiado por el Espíritu de Dios preguntó cuál era la devoción mariana más popular; todos le respondieron que la Morenita Virgen de Guadalupe. El padre, anteponiendo la devoción de la reciente fiesta de María madre de los huérfanos, gestionó para que la imagen Guadalupana que estaba en Santa Tecla llegase a la Ceiba. Lo cual se logra el 12/12/ 1922, previa construcción del sencillo santuario dedicado a la Morenita. Brunetti escribió: “12 de diciembre de 1922, con la presencia de numerosas personas y en solemne procesión presidida por el p. Revelo Salvador, cura párroco de Santa Tecla, llega la preciosa imagen de N.S. de Guadalupe. Sin haber hecho invitación, llegan a la Ceiba multitudes de personas…. A la Virgen le agradó claramente nuestro homenaje, porque desde este día comienza nuestra popularidad en San Salvador” (5). Por tradición oral se conoce que la mayoría de los peregrinos Guadalupanos fueron indígenas de la zona occidental y central del país. Desde esa fecha el cantón La Ceiba comenzó a llamarse, La Ceiba de Guadalupe. La congregación Somasca, junto a su carisma de promover a la juventud necesitada salvadoreña; fomentó siempre esta devoción Mariana al promover la construcción la actual Basílica de Guadalupe, inaugurada durante el Congreso Guadalupano celebrado el 12/12/ 1953. En la construcción y realización del congreso mencionado, tuvo destacada participación el entonces padre Mario Casariego. Cabe mencionar que la terminación final del majestuoso templo fue un regalo del filántropo ciudadano luterano de origen alemán Walter Thilo Deininger.

Hoy, en el siglo XXI, bastante agua ha pasado debajo del puente de la historia del mundo y de Cuscatlán. En el mundo católico la buena noticia ha sido la subida el 2013 al trono de Pedro, de Francisco, como primer papa Americano; luego, la canonización del mártir Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el pasado mes de octubre del 2018. En Cuscatlán, citamos algunos acontecimientos públicos conocidos: la matanza de alrededor de 35.000 indígenas en Izalco y sus alrededores en 1932. La fratricida guerra con Honduras en 1969, que repatrió alrededor de 250.000 compatriotas pobres repatriados. El levantamiento popular que produjo la guerra civil de 12 años, 1980-1992; la cual, según constancia de la ONU dejó al menos 80.000 personas asesinadas, después de la represión principalmente contra los campesinos pobres, esta vez en la zona oriental y central del país. Esta guerra produjo numerosas masacres contra personas civiles inocentes como El Mozote (1980), el río Sumpul ( 1981). Entre las personas civiles martirizadas, muchos eran catequistas y fueron también acompañados por religiosos y religiosas, entre otros podemos citar como mayores exponentes a los sacerdotes Jesuitas españoles y sus dos colaboradoras (Elba y Celina) martirizadas muy cerca de nuestra Basílica de Guadalupe.

Hoy, en el transcurso del trienio hacia el Centenario de la primera misión somasca en América, con el lema: MISIÓN, MEMORIA Y ESPERANZA; trabajemos con signos visibles de credibilidad, para que la Virgen morena nos inspire a todas las personas involucradas en este templo, desde las diferentes realidades, a seguir el ejemplo de Jesús de trabajar por la implantación de su Reino de justicia, paz, hermandad y fraternidad. De atención a los migrantes; de promover a la juventud necesitada; del cuido a la madre tierra según la cosmovisión de nuestros pueblos ancestrales, y tantas necesidades inmediatas más. De esta manera haremos honor en acompañar para que de veras la Morenita de Guadalupe, sea la madre amorosa de nuestros pueblos nativos y de toda la humanidad.

*Sacerdote salvadoreño

Notas

1.- Juan Pablo II, Novo Milenio Ineunte
2.-Lucas 1,47
3.- Lucas 1,52
4.- En Náhuatl: lugar maravilloso
5.- Del diario del p. Antonio Brunetti

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