Aportes para el debate sindical

Por: Róger Hernán Gutiérrez*

Las verdaderas razones eran más sencillas: seguir las “recomendaciones” de los círculos empresariales y aprovechar las crisis y el shock causado por el derrumbe del empleo para presentar reformas que van siempre en la misma dirección: reducir el poder de negociación de las personas trabajadores y alterar en detrimento de aquéllos, el reparto de los excedentes empresariales.

El modelo económico, siempre está dando pautas a mayores quejas y demandas acerca de la crisis de empleo, donde la población que busca un empleo sobrepasa con creces la oferta de absorción de la mano de obra, que según aportes de la ANEP casi nunca sobre pasa los 50,000 empleos al año—lo que va provocando un acumulado de gente desempleada, sin ninguna opción de un empleo decente—

En toda esta situación de crisis del empleo, afectada gravemente por la pandemia que según algunas cifras ha implicado 110,000 en el sector de la informalidad, y los números registrados por el ISSS a agosto/2020 son unos 66,000 empleos en la formalidad, que se suman a la continuidad de sostener un modelo económico fallido que continúa sin dar cabida a la demanda anual cada vez más creciente de empleo.

La presión es tal que se habla de cómo volver a la normalidad antes de la pandemia o que como resultado del retraso en abrir la economía, el país no tendrá un crecimiento importante del producto interno bruto (PIB) y bajará a menos de 26,000 millones, lo que ofrece un panorama bastante mal para 2021, con problemas serios en accionar el presupuesto, dado el alto déficit fiscal y endeudamiento que se ha acumulado (90% del PIB)

Hay que trabajar por un marco de relaciones laborales que tiene una patología al ser caro, disfuncional, ineficiente, antiguo y desincentivador del cambio tecnológico y otros factores de la producción.

Cualquier análisis económico comparado deja patente que sus resultados no han mejorado la productividad y competitividad de la estructura empresarial que continúa siendo oligárquica y obtusa en pensamiento político; con elevados márgenes de beneficios que han servido de dopaje para una gestión rutinaria, sin estímulo alguno para realizar esfuerzos de modernización tecnológica, comercial, organizativa que otros entornos empresariales externos han debido realizar para sobrevivir. Un modelo de crecimiento insistentemente basado en niveles de productividad y de salarios bajos ha dejado un país devastado por la precariedad y la desigualdad.

Hay mucha debilidad del movimiento sindical por participar con propuesta y conocimiento suficiente con los sectores empresariales y el gobierno, y exacerbar un diálogo social que requiere impulsar un tripartismo visionario y con capacidad para pactos de mutuo desarrollo de las partes, sobre manera en el tema económico-social. No querer incrementar el salario mínimo, por una situación económica que ha venido siendo históricamente un fracaso, es algo que deriva en mayores niveles de desigualdad y empobrecimiento acelerado. Las zonas francas y/o proyectos de zonas económicas especiales, traen desincentivación para la recaudación fiscal, y que hasta la fecha desde la década del 90, no hemos visto que ese incentivo para las empresas haya significado mayores y mejores empleos para el país, más apertura de empresas y sostenibilidad de empleos. Lo que hace es externalizar al Estado y a la sociedad costos brutales de ajuste social que tienen tal dimensión que acentúan los efectos públicos y privados de las crisis.

La lógica económica es ineficiente porque dificulta la distribución adecuada de los recursos y desincentiva la adaptación del cambio tecnológico en un momento en que es la variable fundamental que determina la competitividad futura. Perseguir un sistema que ha dispuesto convertir la inestabilidad y la precariedad laboral; y los bajos salarios, en los únicos incentivos para atraer inversiones y bajar la rentabilidad, la carrera hacia el fondo entre marcas, sub contratistas y sub sub contratistas.

Ese camino ha acabado reasignando más y más recursos hacia actividades empresariales cada vez más ineficientes, que solo surgen al amparo de los bajos costes laborales, despreciando cambios que favorezcan una organización eficiente de los negocios y una mayor productividad.

Todo esto nos ha llevado a la creación de un número de empleos en sectores de baja productividad, lo que hace es insistirse en el mismo círculo vicioso de “bajos salarios / baja productividad” que alimenta un tipo de empleos que volverán a ser fácilmente prescindibles al primer signo de debilitamiento económico. Lo que de nuevo se ha comprobado con la pandemia, y no se ve por donde llevar y debatir los tres sectores en un modelo que saque a flote la crisis y nos enrumbe a mejores condiciones de vida.

*Sindicalista salvadoreño

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