Carta al Hambre

Por: Francisco Parada Walsh/

Dra. Hambre, como sempiterna bandida, fue el gran Serrat que te recuerda en esta cruel pero profética canción: “Tened presente el hambre: recordad su pasado, turbio de capataces que pagaban en plomo. Aquel jornal al precio de la sangre cobrado, con yugos en el alma, con golpes en el lomo”.

Sra. Hambre: No debería ni mereces que te llame señora, solo es una muestra del respeto a la gramática, de él a ella. Solo te pido que no claves tus filosos dientes en la barriga del pobre, que tu presencia se convierta en una visita molesta pero que poco a poco te regreses por donde viniste, por ese camino que construye el rico para que lo transites a conveniencia de sus antojos, caprichos y maldades.

Sra. Hambre, sé benévola en tu visita, cada día estás en más hogares y parece que te convertirás en ese pariente incómodo, ese, que con disimulo vino para quedarse; apiádate del pobre, del rey de los pobres, del invisible que son millones, no son pocos, son barrios populosos que tú controlas, decidiste poner una pluma a la entrada cual vigilante y decides a quién dejas entrar a ese mundo donde no hay un mañana y por otro lado permites que algunos disfruten ricas viandas.

Así es la vida, pero nuevamente te ruego, deja de tocar tantas puertas pues esas casas Sra. Hambre las habitan los preferidos de Dios, que son los niños, los pobres y los ancianos pero como van las cosas ya la lista de los preferidos de Dios se amplió, son los nuevos inquilinos de esa preferencia, el hombre fuerte que se debilita por la falta de comida y no digamos la falta de esperanza, la mujer arrecha que acaba de ser despedida y su futuro llega hasta hoy, hoy, ¡No hay más! ¿te quedó claro Sra. Hambre que millones de salvadoreños no tienen un mañana?, te has preguntado Sra. Hambre ¿Qué harán mis hermanos cuando escuchen a sus niños llorar porque no tienen leche?: También llorarán pero de impotencia, de furia, de tristeza al ver que fallecen de a poco; primero muere la fe, luego muere la esperanza y poco a poco muere el alma; mientras esto pasa nadie piensa en hacer fosas comunes no para nuestros pobres muertos sino tumbas donde se entierre al alma, más allá le toca a la esperanza y en un lujoso mausoleo se entierra esa fe que cada día es más esquiva, más traidora.

Serrat: “El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende. Y la ferocidad de nuestros sentimientos, allá donde el estómago se origina, se enciende”. Sra. Hambre, ten piedad de mi pobre prójimo, no te ensañes con él pues si te pudiéramos llevar a un juicio de seguro acusarías al pudiente, algo tendrías que hacer para salvarte pero debes recordar Sra. Hambre que la tragedia que tú llevas a cada hogar que visitas, es la felicidad de algunos; de ese selecto grupo que su tridente puya al débil, al desvalido, al empleado que trabaja cual animal de carga, jornadas extenuantes.

Hubo un personaje que fue llamado “El Señor de los Cielos”, ese hombre se queda corto pues estas personas comunes y corrientes que su más grande pecado fue nacer en esta roja tierra y que robaron las tierras ejidales por un maldito plumazo son los dueños no solo del cielo, sino de la mar y aire! Y aun quieren más! Debes recordar Sra. Hambre que aunque lo niegues, tú ya eres una ciudadana salvadoreña, no nos eres extraña, has vivido con este sufrido pueblo por siglos y con toda seguridad seguirás viviendo en este país, te disfrazarás de enfermedad, de desempleo, de analfabeta pero no te irás, y como un día tocaste a mi puerta nada de lo que sucede a mis hermanos desempleados me es ajeno.

Serrat: El hambre…Tened presente el hambre. Tened presente el hambre. El hambre…Tened presente el hambre. Por eso te escribo Sra. Hambre para que permitas que ese pan y semita nuestros de cada día, semana mes y siempre, llene las panzas; eres invisible para muchos, prefieren ignorarte, quizá eso sea fácil cuando se tienen alacenas a reventar pero cuando lo único que tienes es un futuro incierto no se te puede sacar de la casa, tu guadaña corta de tajo el buche y la esperanza y te pregunto ¿Qué te hemos hecho para merecer tan incómoda visita?: Nada te hemos hecho más que salir a la rebusca, a vender pesares y dolores para regresar a casa con algunos reales para comer, no para ahorrar ni para comprar tantas cosas que me gustaría tener, pero no; abro la puerta y estás sentada en la silla de plástico, te ves cómoda, solo te pido que todos esos hermanos que serán despedidos encuentren no paz ni misericordia sino frijoles, arroz, huevos, pan dulce.

Sra. Hambre, hubo una ocasión que le escribí al dueño de la cadena más grande de súper mercados solicitándole que regalara productos a una familia tan pobre que ni tu desearías vivir ni por un segundo en esa bendita casa; nunca obtuve respuesta, nunca; entendí que esa frase que dice: ES más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos” es verdad, y quizá si fuera el dios de Spinoza debería decir: “Es más fácil que un pobre entre al reino de los cielos que un rico pase por el ojo de un agujero negro”.

Sra. Hambre, esto apenas empieza, algunos no entenderán esta carta, no importa, te conozco, he visto tu rostro, ten piedad de mi gente, deja que la bondad y la caridad sean tus rivales y en un combate de mentiras permite que toquen corazones y bolsillos para que ese pobre, ese desempleado, ese que tiene un futuro incierto reciba provisiones, reciba a Dios disfrazado de gratitud, reciba a Dios disfrazado de gallina asada, de que te hagas del ojo pacho mientras hierve la esperanza y los frijoles; permite Sra. Hambre que los que tenemos algo, no digo mucho podamos compartir con ese vigilante, con ese amigo pobre que todos tenemos; soy afortunado pues tengo muchos amigos pobres y me tengo a mi mismo y sé por pellejo propio lo doloroso que es cuando tocaste a mi puerta.

Serrat: “Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos donde la vida habita siniestramente sola. Reaparece la fiera, recobra sus instintos, sus patas erizadas, sus rencores, su cola”.

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